Dom 19.09.2004
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PáGINA 3

¿La cibercultura es de derecha?

Por Olivier Malnuit *

El problema con el futuro es que siempre parece suceder en Estados Unidos. Descubrimientos mayúsculos en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), profecías mediáticas de intelectuales neoyorquinos, centrifugados conceptuales inspirados en Timothy Leary y William Gibson... Terminamos preguntándonos si no viviremos en países atrasados donde todavía se ve televisión y se pagan impuestos. El mundo de mañana tiene tan poca pinta de realizarse entre nosotros que nuestros países tienden a parecerse a colonias rurales reguladas por la economía de las hortalizas y del vino de cosecha. Un mundo sin investigadores, sin biotecnologías, sin dinero, y tan mal equipado en telecomunicaciones que los teléfonos todavía sirven para hablar y las computadoras huelen a media sucia. En suma, un mundo que ya no tendría siquiera el reflejo de renovar sus modems.
¿El motivo? Una vasta superchería proliberal llamada cibercultura. Desde fines de los años ‘80, el término, que designa la gran doctrina visionaria de la gente que pulula por Internet, cumple la misma función que Hollywood en los años ‘50: promover la bendita voz del mercado, preferentemente el de Nasdaq. Porque en el fondo, ¿qué es la cibercultura? Nunca nadie lo supo realmente. En realidad –digan lo que digan sus fans–, la cibercultura es una especie de religión difusa basada en la confianza absoluta en las ventajas liberadoras de la tecnología, el rechazo de toda forma de Estado o de intervención política y la veneración sagrada de las libertades individuales (expresión, empresa, religión). En pocas palabras: una reverenda manga de pajeros que, invocando la modernidad como coartada, macera los fundamentos intelectuales del gran fantasma digital: el gobierno mundial. Un universo de progreso y supercomunicación, fuera del alcance de los Estados (incluso del de Estados Unidos), y cuya libertad absoluta se parece mucho a la más hermosa de las orgías.
“Soy un agente libre y visionario. Internet es un acto de naturaleza y crece por sí misma a través de nuestras acciones colectivas”, escribía John Perry Barlow en 1996, en su célebre Declaración de Independencia del ciberespacio. ¿Señal premonitoria? Este gran defensor de las libertades en Internet firmaba su manifiesto fundador en... Davos. Pero, ¿qué hace Barlow hoy? Dicta clases en Harvard, se llena de oro con la empresa de consultores Global Business Network (parienta de la revista de propaganda digital Wired), reparte consejitos al ministro de Cultura de Brasil Gilberto Gil... En definitiva, todo va viento en popa.
Es curioso, pero la crítica más dura del liberalismo tecnófilo viene justamente de Estados Unidos. “Nuestra relación con la tecnología está matando a la democracia”, escribe Philip Bobbitt, profesor de Derecho en Austin, en su libro The Shields of Achilles (“Los escudos de Aquiles”). “La velocidad de las comunicaciones lo deslegitima todo: los gobiernos ya no pueden darse el lujo de reflexionar antes de actuar, y la era de lo instantáneo nos empuja hacia las formas más carnavalescas de la democracia directa”, agrega este geopolitólogo norteamericano que no es precisamente lo que se llama un tipo de izquierda. De todas maneras, ya nada de eso tiene importancia; porque, como explica John Perry Barlow, “en el ciberespacio no hay elecciones”.

* Olivier Malnuit es un periodista francés de la revista Technikart, donde ha escrito profusamente sobre
Internet y la cibercultura. Además, hace dos años perdió un ruidoso juicio por el uso del logo de la empresa
Danone en su sitio web.

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