Dom 30.10.2005
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Digan whisky

Por Cesar Luis Menotti

Yo tengo una relación muy mía, muy especial con la fotografía, porque pienso que es la que te recompone la vida, la que te va ligando los recuerdos. Cuando la vida te va pasando, la fotografía es un testimonio de la memoria, porque a veces uno no se acuerda de muchas cosas. No se acuerda, por ejemplo, cómo era uno cuando tenía 20 años y se empieza a imaginar a uno mismo con 20 años hasta que se ve reflejado en la fotografía y tiene la certeza de cómo era. Sobre todo cuando la fotografía tiene arte en el que las hace, porque encuentra el momento exacto que se pierde desde la memoria porque ésta no la puede resguardar. La memoria es el momento, pero la fotografía te agrega el gesto, la cara, la interpretación. Por ejemplo, yo me acuerdo de mi padre, que falleció cuando tenía 15 años, pero no podría dibujarlo porque la memoria es difusa, pero si lo veo en una foto es como que lo recuerdo en toda su expresión.

La foto es un testimonio que avala y sostiene a la naturaleza y eso depende de la pericia y la capacidad del fotógrafo. Un paisaje puede ser una foto vaga, pero en manos de un artista esa foto cobra vida, con un rancho o con la expresión de una persona. Te permite imaginarte cosas que, por ejemplo, no te deja una filmación que tiene un principio y un fin, con una historia que quiere contar el que la filma. La foto te deja imaginar más. La historia la pone uno. Esa cara que ves en el festejo de un gol o en una jugada, uno la puede desarrollar desde lo que siente con mucha más aplicación de su sentimiento que una filmación.

La foto documenta la memoria, es el complemento ideal de los recuerdos. Yo tenía un tío que fue amigo de Carlos Gardel y que era hermano de Isabel Martínez de Perón, que es tía segunda mía, y cuando veo las fotos de mi tío me acuerdo de las historias que él me contaba de Gardel y que están documentadas allí. La fotografía es apasionante.

Yo tengo toda mi carrera como futbolista y técnico documentada en fotografías. En realidad casi toda, porque mi carrera ha sido muy extensa. Pero las que más recuerdo son unas fotos que me sacó en la década del ’60 la revista El Gráfico, que en esa época dirigía un gran periodista, Dante Panzeri. Las recuerdo porque no fueron fotos comunes, sino que allí retrataron todos mis gestos técnicos, cómo paraba la pelota, cómo le pegaba y el título de la nota era “Que se encienda esta luz”. Fue muy grato porque fue para mi debut en la selección argentina como jugador.

Como entrenador, la foto que más quiero es la de Huracán en 1973, porque fue cuando yo empezaba mi carrera. En esa época todos los entrenadores vestían con ropa deportiva y yo en cambio de saco y corbata. Cuando me preguntaban la razón, hacía chistes y decía: “Yo al teatro Colón voy de saco y corbata”. Lo que son las cosas: ahora todos visten de traje.

Hay fotos que yo no tengo, que nunca me preocupé en conseguir y que ahora extraño, como si me las hubieran robado. Me gustaría tener fotos con Pelé, cuando jugábamos juntos en el Santos, o una cuando jugué en contra del gran Enrique Omar Sívori. Tampoco tengo –y esto por culpa mía– testimonios de las visitas a mi casa de Paco de Lucía o Mario Benedetti, porque soy muy vergonzoso y no me animé a pedirles que se sacaran una foto conmigo. Debe haber por ahí fotos de cuando dirigía la selección mexicana, pero no la tradicional todos formaditos, sino aquellas informales de entrenamiento, como debe haber alguna foto de mi encuentro con el gran caudillo uruguayo del Mundial del ’50, Obdulio Varela, pero yo no las tengo y las anhelo.

Lamentablemente yo soy un ser más de oreja que de vista. Tengo poca imaginación para la fotografía, como para la pintura, me cuesta, no tengo arte para hacerlas. Por eso aprecio mucho más a aquellos artistas que plasman todo su talento en una fotografía. Me gusta mucho verlas, apreciarlas. Uno mira las expresiones en las caras y puede imaginarse una historia en cada foto. Quizá no sea la misma historia que imagina el que la sacó, ni el que la protagonizó, y en eso consiste ese arte. Recomponer la memoria testimoniándola y agregándole cada uno sus propios recuerdos para enriquecerla. Por eso amo las fotografías y anhelo las que no tengo, como si fueran lagunas en mi memoria.

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