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Domingo, 6 de agosto de 2006

PáGINA 3

La tentación argentina

 Por Andrew Graham-Yooll

En el Museo de la Ciudad de Londres, en la zona del Barbican, hay una vitrina en la que cuelga una espada ceremonial presentada por la Corporation of London al teniente general sir (luego vizconde) William Carr Beresford por la toma de Buenos Aires en 1806. Para los empresarios de la capital inglesa de entonces fue una aventura digna de celebrar. Para los argentinos fue una victoria que hizo historia. No siempre la aparente derrota es percibida como tal cuando es vista desde ángulos diferentes, y no siempre los triunfos en la política y los conflictos son lo que aparentan ser. Todo hecho histórico y político puede ser interpretado de variadas formas.

En el 2006 se celebra el segundo centenario de la derrota de la primera invasión inglesa, o británica (si se toma en cuenta la variedad de nacionalidades de la tropa). Fue lo que llamamos la Reconquista de Buenos Aires, y lo fascinante de aquellas jornadas en la pequeña ciudad colonial es cómo influyeron en los hechos a lo largo de las décadas y, hasta el día de hoy, en las situaciones más notables. Estas van desde la percepción variable a través de la investigación histórica hasta las rivalidades más informales, como pueden ser las futbolísticas. Así como Londres tiene ese sable como símbolo y se celebra una expedición por la acción pero cuyo resultado se ha preferido olvidar, no es difícil hallar en la zona de San Telmo, aun después de haberle pasado a la zona varias aplanadoras inmobiliarias, las señas de esas invasiones. Y más al sur, en Bernal, quedan algunas huellas en lo que fue la quinta de la familia Santa Coloma, ocupada como cuartel general por el general John Whitelocke en 1807. También hay un cuadro de Fortuny en el Museo de Luján que representa a Whitelocke con su estado mayor en la galería de la casa.

Sin embargo, hay que mirar a las dos expediciones, la de 1806 y la de 1807, de formas muy diferentes. En la primera, el Reino Unido estaba aislado, si bien no derrotado, en Europa. Había vivido la victoria del almirante Horatio Nelson en la batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, hecho que instaló la supremacía naval de la armada real, la Royal Navy, por más de un siglo, pero el bonapartismo aún lograría excluir a los británicos de Europa hasta la derrota final de Napoleón en Waterloo en 1815.

En las circunstancias de 1806, el gobierno británico buscó asestar golpes al poderío napoleónico en territorios alejados, en las colonias de ultramar de las monarquías dominadas por el imperio francés. Dentro de esa política, el almirantazgo británico envió una flota al sur de Africa para tomar la colonia holandesa del Cabo. La toma fue una simple ocupación, casi sin resistencia, y los jefes de la expedición se hallaron con tropa fresca que no había visto acción alguna. En esa situación, fue sir Home Riggs Popham, brillante marino, geógrafo y astrónomo, que, equipado del chismerío de viajeros charlatanes sobre la potencial riqueza hallable en los territorios españoles del Río de la Plata, convenció al comandante del ejército de tierra, el general Baird, que le permitiera llevarse una fuerza menor, al mando de Beresford, a esa región cruzando el Atlántico sur. Es así que la primera expedición fue, en su origen y ejecución, una aventura personal, con vistas al enriquecimiento individual, de Popham, Beresford, Pack y otros, con participación prometida a Baird.

En 1807, Whitelocke fue severamente criticado por abandonar la expedición y rendirse sin volver a atacar Buenos Aires desde la plaza segura de Montevideo. Tenía tropa fresca aún en la Banda Oriental. Fue expulsado del ejército, pero escapó al pelotón de fusilamiento por ser considerado mal nacido de buena semilla, es decir, hijo natural de un miembro de la aristocracia, y entre parientes no podía haber ejecuciones. Lo que sí dejó impreso fue su opinión de la tentación ofrecida por estas tierras, la facilidad de vida que ofrecía la potencial riqueza, y la corrupción del compromiso (del ejército invasor, en este caso) que amenazaba la vida en el Río de la Plata: “Cuanto más conocen los soldados la abundancia que ofrece este país y la facilidad con que se puede adquirir, mayor será el mal, dado que la tentación que ofrece esta tierra es irresistible”.

Estas líneas pertenecen a Ocupación y reconquista (1806-1807). A 200 años de las Invasiones Inglesas, el libro de Andrew Graham-Yooll que se presenta, con la presencia del autor y de Rosendo Fraga, el jueves que viene a las 19 en la librería Cúspide del Village Recoleta (Vicente López y Junín).

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