PáGINA 3 › KARLHEINZ STOCKHAUSEN
› Por Christopher de Laurenti
Los Beatles pusieron su cara en la tapa de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band e incluso hoy el nombre de Stockhausen alude a música difícil y de otro mundo, que orbita más allá de la comprensión del escucha medio.
Alemán, nacido como Karlheinz Stockhausen, tenía poco más de veinte años cuando atrajo la controversia con Klavierstücke (1952-56), una impactante y hermética secuencia de piezas para piano, y Gesang der Jünglinge (1955-56), quizás el primer hit de música electrónica. Compositores conservadores, músicos y público dieron un paso atrás y protestaron, pero entonces la revuelta estaba en el aire. En los años ‘50, Stockhausen y sus amigos, asociados y rivales en la vanguardia de posguerra –John Cage, Pierre Henry, Luciano Berio, Luigi Nono, György Ligeti, Morton Feldman, Iannis Xenakis y otros– reinventaron la música con texturas vigorosas, ritmos mercuriales, dinámicas extremas, combinaciones instrumentales inusuales, formas no tradicionales desafiantes y, sobre todo, disonancia. Conozco a un compositor de Seattle que sigue estando orgulloso de haberse parado y retirado cuando Stockhousen dio una clase como invitado en la Universidad de Washington en 1958.
Hoy la música de Stockhausen no es difícil: es profética. Microsonido, fonografía, procesamientos electrónicos, así como las múltiples formas mutantes de techno, todos tienen una deuda con las innovaciones de Stockhausen en el sampleo (Hymnen), música intuitiva (Aus den Sieben Tagen), notación gráfica (Zyklus para percusión), electroacústica en vivo (Mikrophonie I y II), composición orquestal (Trans y Inori) y música espacial (Gruppen y Carré). Es citado como una influencia mayor por los Beatles, Miles Davis e otros innumerables músicos. La música del siglo XX no sería la misma sin Stockshausen.
¿Por dónde comenzar, entonces, en la carrera de un compositor prolífico cuya obra maestra, Licht (1977-2002), es una ciclo de siete óperas de una semana de duración? Antologizado en muchísimos discos de apreciación musical, Gesang der Jünglinge parece un punto de partida obvio, pero la alienígena Mikrophonie I/Mikrophonie II/Telemusik tiene mi voto.
En Mikrophonie I (1964), Stockhausen transforma un único gran gong en una orquesta de susurrantes creaks, whirrs, aullidos de ultratumba y solitarios zumbidos que atraviesan el silencio. Con múltiples percusionistas y micrófonos, Mikrophonie I magnifica y desenreda un nuevo universo sónico que reside en un solo instrumento del que previamente se asumía que sólo emitiría un gran sonido de “gong” y no mucho más. Compuesto al año siguiente, el grisáceo y gruñido coro radio-modulado de Mikrophonie II evoca una ópera con datos corrompidos recibida desde otra galaxia, a pesar de varias manchas solares. La última pieza del disco, Telemusik (1966), puede ser el mayor trabajo de música electrónica alguna vez escuchado. Una magistral metamorfosis de grabaciones etnográficas de Japón, el sur del Sahara, Bali, la cuenca del Amazonas y otros lugares, Telemusik vibra con ondas excitantes, voces en Vocoder, y campos electromagnéticos audibles.
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