› Por Marie Darrieussecq *
Hoy me siento igual de estupefacta que en el 2001, frente a la ausencia del World Trade Center. Porque algo nos robaron. Un monumento. Es la primera vez. Fuimos golpeados en nuestros símbolos más emblemáticos. Charlie Hebdo es un tesoro nacional. Mientras escribo, nadie puede imaginar siquiera cómo Charlie logrará salir la semana próxima. Leo el último número y veo que la mitad de los protagonistas están muertos. Veo vaciarse el periódico bajo mis ojos. Lloro como ante la muerte de un ser querido. Los terroristas intentan borrar de un plumazo un periódico. Decapitarlo. Los periodistas que sobrevivieron juran que el periódico volverá a salir.
Lo llamamos Charlie. Como a un viejo amigo. Mi padre lee Charlie desde los años ’70. Muchas de las cosas que aprendí a los cinco o seis años, se las debo a Charlie. Y no era en absoluto un periódico para niños. Por supuesto que aprendí sobre el sexo, y también sobre los valores cívicos y sobre el derecho a poder reírse de todo con ingenio. Aprendí que vivía en el país insolente de Voltaire. Aprendí sobre el feminismo al mirar, maravillada, dibujos donde los machos les manoseaban el culo a las mujeres. Aprendí sobre la laicidad con aquellos dibujos donde los curas sodomizaban a los niños. Aprendí lo que era el fascismo, el racismo, el antisemitismo y la homofobia, al ver esos dibujos tan maravillosamente “inapropiados”, palabra que no se usaba en aquella época. Todos los dibujos de Charlie chocan. Y nos provocan, ya de adultos, una risa enorme, saludable, una higiene pública desoxidante.
El subtítulo de Charlie Hebdo es “periódico irresponsable”. Es un periódico variopinto, aparentemente desordenado, pero organizado por temas. No hay propaganda, solo textos y dibujos. El Charlie de esta semana, con fecha 7 de enero, luce en la portada una inmensa caricatura de Houellebecq junto a su polémica novela, Sumisión, que habla de una Francia futura sometida a un gobierno islámico... El artículo está firmado por Bernard Maris, economista brillante que decía: “Olvidar a Freud en economía es como olvidar a Einstein en física”. Bernard Maris fue asesinado. Me gusta mucho también la crónica de la psicoanalista Elsa Cayat. Su último artículo se titula “Navidad, eso sí que jode”. Elsa fue asesinada. La página “Debate” habla sobre la existencia de Jesús; el artículo, a dos columnas en pro y en contra, es cómico y a la vez muestra grandeza teológica. En el centro de la página, un dibujo de Tignous. Tignous fue asesinado. Unas monjas desfilan con un relicario de Cristo: es un teléfono celular. Prueba suplementaria de su existencia, las monjas afirman que el mismo tiene agendado el número de la Virgen María.
Otra sección, “la Fatwa de la semana” es una llamado al exterminio... de las patillas de los lentes que nunca calzan bien. Esta broma simpática está firmada por Charb, el jefe del periódico. Fue asesinado. Ya hacía mucho tiempo que varios sitios islamistas habían puesto precio a su cabeza. Los asaltantes gritaron al entrar en la redacción “¿Dónde está Charb?, ¿Dónde está Charb?”. Su último dibujo en el periódico es pavoroso. Aparece un extremista armado, barbudo, con cara de loco, anunciando atentados antes de fines de enero, como quien expresa sus mejores deseos. Todas las redes sociales hablan de “premonición” pero Charb siempre hacía dibujos de este tipo, denunciando no una religión, sino a todos los fanatismos. El último dibujo de Honoré muestra también a un islamista manifestando sus deseos, “y antes que nada, la salud”. Honoré fue asesinado. Al final, otro dibujo bromea a propósito de la caída del avión de AirAsia, ya que Charlie tampoco respeta a las víctimas. Charlie se ríe de la muerte y de todo, Charlie bien podría bromear respecto de su propia muerte, respecto del atentado mismo, y quizá lo hagan los sobrevivientes.
Salimos como nuevos después de leer a Charlie, aliviados de la estupidez del mundo. Salimos como después de haber reído como locos, o después de una crisis de llanto, porque Charlie es un periódico melancólico pero también filosófico. Wolinski, figura legendaria del dibujo satírico, asesinado este miércoles a la edad de 80 años, decía: “Un humorista no puede creer en Dios. El humorista lucha contra la producción de leyendas que intentan explicar los misterios inexplicables”. Su último dibujo muestra una perturbadora presencia espiritual con la frase (en boca de Hollande): “¿Es el camino correcto? Sólo lo sabré al final”.
Los dibujos de Charlie también pueden ser agradables y hasta amigables, con ese perfil hasta un poco infantil de desechar los buenos modales en la alegría, la broma, en los sueños. Y Cabu, el otro monumento de la caricatura, Cabu el pacifista, Cabu que a los 76 años se seguía pareciendo a su célebre personaje, el gran Duduche, un adolescente mofletudo, Cabu fue asesinado luego de habernos dejado un gracioso dibujo donde se burla de F. Hollande y la izquierda, a través del personaje del perro del presidente.
Cuando supe que ellos dos estaban muertos, Cabu y Wolinski, lloré. Supe que eso fue verdad. Los conocíamos tanto. Ya sea en varios periódicos de izquierda y de derecha, en la radio, la tele, nos acompañan y hacen reír desde hace cincuenta años.
El humor salva al mundo. El humor nos libera de lo rígido de la seriedad y sus peligros. Charlie maneja el humor como un arma, pero es un arma que no mata. Los tipos que asesinaron a diez periodistas y dos policías, al grito de Allah Ouakbar, carecían de humor, eso es seguro.
En 2007 Charlie publicó caricaturas de Mahoma. En la portada gritaban un papa, un rabino y un ulema: “Hay que cubrir con el velo a Charlie.” El periódico reproducía también los doce dibujos que aparecieran en Jyllands Posten en Dinamarca. Numerosas asociaciones musulmanas denunciaron una “injuria a los musulmanes” (hoy todas las voces musulmanas de peso en Francia, condenan oficialmente el atentado). Sarkozy y Hollande, fustigados sin cesar por Charlie, salieron a la palestra en su defensa, por respeto a la libertad de expresión. El propio Hollande, que en ese entonces era primer secretario del Partido Socialista, fue en persona a manifestar su respaldo, lo mismo que Sarkozy que en ese entonces era ministro del Interior, o sea de culto. La Justicia le dio la razón al periódico, considerando que los dibujos apuntaban “claramente a una fracción y no al conjunto de la comunidad musulmana”. El concepto de blasfemia no tiene nada que ver con la democracia. La blasfemia pertenece al dominio de lo sagrado, la libertad de expresión al de la razón. Hoy Salman Rushdie rinde homenaje a Charlie Hebdo.
En noviembre de 2011 a pesar de las amenazas, Charlie Hebdo edita un número especial vuelto a bautizar como “Charia Hebdo” con un Mahoma anegado en llanto, en medio de una multitud de islamistas: “Es duro ser amado por idiotas”. Un dibujo de Cabu. Se vendieron 400.000 ejemplares, todo un record para el periódico. En 2012 un incendio criminal los obliga a mudarse de local, y a vivir bajo protección policial. Se las habrán visto en figurillas los milicos, en medio de esa redacción que se reía de todo lo que representa el orden burgués, la respetabilidad, la propiedad privada, la “moral”. “En un año, agotamos a más de veinte”, declaraba Charb (en Le Monde, septiembre 2012).
En esa entrevista decía Charb: “No tengo pibes, tampoco mujer, tampoco auto, ni crédito. Quizás resulte un poco ampuloso lo que voy a decir, pero prefiero morir de pie que vivir arrodillado”.
Traducción: Lil Sclavo
* Escritora francesa, autora de Chanchadas y Zoo, entre otros títulos.
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