PERSONAJES No le molesta que se la identifique como la chica del aviso de Banco Galicia. Paola Barrientos sabe que ese reconocimiento por una publicidad que ya lleva siete años vino acompañado con el crecimiento constante en otras áreas: la actuación en teatro, cine y televisión. Participó de éxitos espectaculares como Graduados y Viudas e hijos del rock & roll, pero también en obras destacables como Estado de ira y Las criadas, dirigida por Ciro Zorzoli y actuando junto a Marilú Marini. En distintos frentes y con una enorme ductilidad, Barrientos sigue sumando puntos.
› Por Salvador Biedma
Reconocida y admirada como actriz, a Paola Barrientos muchos la identifican por la serie de publicidades del Banco Galicia o por aquello que dijo Jorge Lanata, quien intentó desmerecerla evitando su nombre y tildándola de “gordita”. Identificarla con esos avisos no implica relegar su talento. Por eso, uno puede escuchar cosas del estilo: “¿Quién, la del Galicia? Ah, sí, me encanta cómo actúa”.
Barrientos dice que quizá esa identificación sería una carga si su trabajo no hubiese tenido más proyección que ésa, si ese éxito no se hubiera dado en conjunto con un crecimiento en otros ámbitos. Cuando en 2008 se estrenó el primer aviso con los personajes de Claudia (Barrientos) y Marcos (Gonzalo Suárez), nadie imaginaba un suceso de semejante magnitud, que se sostiene en la tanda después de casi siete años.
La participación en esas publicidades (ella se presentó en el casting en un momento en que necesitaba trabajo) obviamente le abrió puertas. Pablo Culell la conocía desde hacía años; solía ir a verla al teatro desde que ella actuaba en obras de José María Muscari en los años noventa. Culell está a cargo con Sebastián Ortega de la productora Underground y la había convocado para pequeños papeles en programas como Lalola, pero sólo después del éxito de esos avisos le ofreció un personaje estable en una tira. Que él pudiera presentarla como “la chica de la publicidad” sumó varios puntos.
Sin embargo, la primera vez que Culell la convocó para conformar el elenco de una tira, ella dijo que no. Estaba actuando en teatro y no quería hacer las dos cosas a la vez. Al año siguiente, Culell insistió, con una nueva propuesta, y Paola se animó. Y, si antes no había querido superponer el trabajo en teatro y en televisión, terminó haciendo Graduados mientras actuaba en dos obras: Estado de ira y Las criadas, ambas dirigidas por Ciro Zorzoli.
La tira iba a terminar el 9 de septiembre (Barrientos recuerda la fecha como si la tuviese tatuada) y, a causa del éxito que alcanzó, se extendió hasta fines de aquel año, 2012, con lo cual la locura de estar en los tres lugares al mismo tiempo duró mucho más que los tres meses que ella había planeado. “Pero, bueno, eran experiencias que quería probar, no quería dejar pasar lo de Las criadas con Marilú Marini y con Ciro, ya había dicho que no a una tira un año antes y la idea de Graduados me parecía excelente.”
El papel de la psiquiatra Vicky Lauría en Graduados no sólo le valió un Martín Fierro como actriz de reparto, sino que además llevó a que la productora Underground la convocara para ser la protagonista de Viudas e hijos del rock & roll, que Telefe emite desde agosto en prime time.
Aquel personaje tuvo llegada y momentos muy comentados. Por ejemplo, cuando atendió en su consultorio a Gastón Gaudio (el mismo que gritó en plena cancha “toda una vida jugando al tenis y no aprendí ni un poco”) y le dijo: “Vos has querido ser un gran deportista y no has ganado nada”. Barrientos, humilde, calma, centrada, cree que lo que más pegaba de Vicky era la relación con Loli (Nancy Dupláa) y con Tuca (Mex Urtizberea).
Viudas e hijos del rock & roll fue la ficción nacional con mayor promedio de rating de 2014. Surgió con un esquema similar al de Graduados, pero rápidamente cobró un vuelo propio. Barrientos interpreta a Miranda, que se replantea la vida a partir de la muerte de su padre, Roby (Lalo Mir).
“En la tele, hay muy poco tiempo para hacer muchas escenas, para estudiar muchos textos... Pensá que en un año tal vez hacemos 150 capítulos. Es una locura. Y eso tiene algo que me parece peligroso: te entrena mucho en lo resolutivo ¿no?, y un actor que sólo resuelve bien me resulta poco interesante”, comenta. Sin embargo, en esa dificultad ella ve también un aspecto provechoso: “Ese mismo ritmo te mantiene atento. Lo interesante está en ver cómo tratás de que se te escape la menor cantidad posible de sutilezas y cómo sostenés ciertas búsquedas, que no quede todo en resolver la situación y pasar a la escena siguiente”.
Para poner un ejemplo claro, habla de los encuentros y desencuentros entre Miranda y Diego (Damián De Santo), un amor de juventud que reaparece años después, cuando ella ya tiene una vida armada con Segundo (Juan Minujín): es un desafío que esas idas y vueltas, tan propias de una telenovela o una comedia de enredos, no resulten siempre iguales, darles –en algunos casos, al menos– un toque distinto, particular. “Si vieran mis libros de la tira, todos escritos... De pronto, hice una escena y grabo la continuidad dentro de quince días y anoto: ‘Ojo, me enojé’. Me copa ese trabajo: leer todo el libro, marcar las escenas, pensar las continuidades... Me viene bárbaro para mis obsesiones.”
¿Les das bola a los métodos de actuación y las teorías teatrales o, más bien, te dejás llevar?
–Yo soy medio bruta, no te puedo teorizar mucho. Siento que comprendo las cosas desde un lugar físico antes que intelectual. Mi proceso de trabajo tiene que ver con algo más perceptivo, más impulsivo. Mi formación está relacionada con la Escuela Municipal de Arte Dramático, con Marta Serrano y Ciro Zorzoli.
Aunque nunca había visto un ballet, de chica Paola Barrientos quería ser bailarina clásica. Estudió danza desde los siete años. Llegó a tomar clases todos los días y, al terminar la primaria, se presentó en el ingreso de la Escuela Nacional de Danza. No tuvo suerte. La actuación vino más tarde, a los quince o dieciséis. Al terminar la secundaria, dio el examen de ingreso en la Escuela Municipal de Arte Dramático; sólo seleccionaban a unos treinta alumnos y ella, otra vez, quedó afuera. Volvió a intentarlo a los tres años y entonces sí, finalmente, ingresó.
A la distancia, supo que ése era el momento indicado. La primera prueba había sido frustrante, sin duda, pero entiende que le resultó útil separarse un poco de la secundaria para aprovechar ese nuevo espacio de estudio de manera más adulta y responsable.
Al tiempo sería docente en la propia escuela, ayudante de cátedra de Ciro Zorzoli en Actuación. Zorzoli ya la había dirigido en algunas obras y seguiría dirigiéndola. De hecho, se dio casi en paralelo la convocatoria para la cátedra y para Estado de ira; “Todo formó parte de un mismo proceso de trabajo y de búsqueda con Ciro”.
En esa multipremiada obra, Barrientos cumplía el rol de una actriz que debe entrenarse en muy poco tiempo para reemplazar a la protagonista de Hedda Gabler, la célebre pieza de Henrik Ibsen. Estado de ira se estrenó en 2010 y se repuso en 2011, 2012 y 2014. Marilú Marini la vio en uno de sus viajes de Francia a Argentina y quedó encantada.
Barrientos estaba ensayando Un tranvía llamado Deseo, de Tennessee Williams, con dirección de Daniel Veronese, cuando Erica Rivas le comentó: “Marilú quiere hacer Las criadas y que la dirija Ciro”. Finalmente, Rivas no participó en el proyecto. La obra era un éxito asegurado, con Marini –que ya había hecho en París este clásico de Genet, dirigida por Alfredo Arias primero y por Jacques Vincey años después–, Barrientos y Victoria Almeida.
En 2012 actuabas al mismo tiempo en Graduados, Estado de ira y Las criadas. ¿Cómo te arreglabas para trabajar en tres proyectos distintos? ¿Hay que cambiar un chip?
–No, yo siento que soy la misma, no me parece que se dé un cambio de chip. Hay que estar blando para oír lo que requiere de vos cada proyecto, sin olvidarte de tus búsquedas, de lo que te interesa probar en la actuación.
A alguien con cualquier otro trabajo le puede parecer extraño, casi absurdo, que un actor pase meses haciendo una obra, que es siempre igual, pero siempre cambia.
–A mí me parece alucinante. Lo maravilloso de este juego es que de pronto estás en la función 65 y le encontrás un sentido nuevo a un momento y decís: “Ah, mirá”. Por ese segundo de lucidez valen tres años de funciones.
Hace pocos días se estrenó la película de Juan Taratuto, Papeles en el viento, basada en una novela de Eduardo Sacheri. Barrientos actuó en unas pocas escenas, pero tiene un papel significativo: es la esposa del personaje de Pablo Rago. Corriéndose del centro, dice que él hizo un trabajo alucinante en la película. Ella había actuado ya en cine, como coprotagonista del largometraje Ciencias naturales, ópera prima de Matías Lucchesi que se vio en el Bafici, recorrió festivales y recibió importantes premios en Berlín y en Guadalajara, por ejemplo. Se había anunciado el estreno en el circuito comercial para noviembre de 2014, pero –como suele ocurrir– se postergó. Parece que este año llegará a las salas, quizá en marzo.
“Lo que hizo que la película funcionara fue el vínculo que se generó entre las dos actrices”, ha comentado Lucchesi. La otra protagonista, Paula Hertzog, tenía once años cuando filmaron esta película y ya había actuado en El premio. “Es una actriz única”, dice Barrientos. “Siento que fue el trabajo más fácil que hice. Lo que quizá me costó fue no ponerme a actuar, digamos: dejar que ella me guiara. Hubo una absoluta conexión y escucha con Paula”. Por su parte, Hertzog contó en una nota que había tenido “muy buena onda con Paola porque ella es amable y divertida. Me hacía reír mucho. Me ayudaba a acordarme la letra, me generaba confianza”.
Barrientos había actuado ya con un chico de once años, en teatro, en 2005, bajo la dirección de Ciro Zorzoli. Aquella obra, El niño en cuestión, formaba parte del Proyecto Biodrama. Paola relativiza. Dice que “lo que había inventado Ciro iba mucho más allá, nos ponía a todos en un lugar donde no estaban actuando adultos y un niño, aunque después el público viera en escena a un niño y adultos”. Y siente que el trabajo con Hertzog fue tan especial que no podría decir que hizo una película con una chica; “para mí tiene 75 años, aunque parezca de 11”.
En teatro, el público está ahí y tal vez, por ejemplo, no se ríe cuando vos esperabas. ¿Eso implica una presión extra?
–A veces, en Estado de ira, me pasó que el público se reía mucho y me daba la sensación de que se estaba contando sólo una parte de la obra. Creo que puede perder profundidad el trabajo con la risa como reacción de defensa. También sentí, en la misma obra, en algún momento, “uh, me faltaron las risas”. Para mí, como actriz, la reacción del público en el teatro es un tema de estudio: ver de qué manera podés tomar eso como un termómetro sin que sea tampoco tu guía durante las funciones, separarte un poco y que no te aprieten la risa ni el silencio.
A Barrientos la sorprende que todavía se recuerde lo que dijo Lanata sobre ella hace más de un año. Se lo comentan seguido. “¿Sabés qué me gusta? Encontrarme en un shopping con una señora y que me diga: ‘Ay, pero sos redelgadita’. Entonces le digo: ‘¿Ves? Yo soy la viva prueba de que Lanata miente’. Me encanta. Cuando me puedo despachar así, empiezo a agradecer esas declaraciones.”
La historia empezó en agosto de 2013, en la entrega de los Martín Fierro. Fue una ceremonia especialmente discutida. Se sabía de antemano que tendría un fuerte condimento político. Graduados ganó ocho premios, incluido el de Oro. Barrientos estaba embarazada, subió a recibir el Martín Fierro como Actriz de Reparto y habló como habla, sin grandilocuencias, tanto que al principio se le escapó un “bueno, qué sé yo”. Habló del equipo que se había formado en la tira y, al final, dio las gracias, sin ironía, a quienes Lanata había agradecido irónicamente (él había nombrado a Cristina Fernández, a Amado Boudou, a otros miembros del Gobierno y a una lista de personas en la que mezcló a Leonardo Fariña con Hebe de Bonafini).
En noviembre de ese año, se entregaron los Premios Tato y Graduados se llevó, otra vez, un buen número de distinciones. Barrientos no estuvo en la entrega. Cuando Lanata subió a recibir una estatuilla, aprovechó para atacar a quienes habían osado plantarse ante sus dichos: “Les quiero dedicar este premio a Pablo Echarri, a la chica gordita del aviso de Banco Galicia y a Mex Urtizberea”. Al día siguiente, distintos programas (entre ellos, Intrusos) buscaron el testimonio de Paola, que habló tranquilísima, sin cambiar su tono habitual.
“Es que me cago de risa –asegura–, qué puedo decir.” Si se hubiera metido con otros aspectos, tal vez le habría dolido, pero siente que el cuerpo, visto desde esa perspectiva, no está entre sus puntos fuertes. “Mido 1,50, siempre fui panzona, tengo papada desde que me acuerdo... Veo fotos mías de chiquita y no es un tema. No me ofendés con eso. Lo que me molesta de Lanata es otra cosa. A mí él me ayudó a pensar un montón en algún momento. Luego, se desvirtuó. Si lo que tenía para decir era algo sobre mi sobrepeso, me confirma que está meando fuera del tarro.”
En lugar de desmerecerla, aquel falso agradecimiento parece haber logrado lo contrario. Encontró una interlocutora centrada, sin la menor gota de divismo, de una sensatez poco común, con una trayectoria ya larga.
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