ARTE Según un popular teorema, si un mono presionara teclas de una máquina de escribir mecánicamente hasta el infinito podría, por ejemplo, escribir las obras completas de Shakespeare. Basándose en este teorema, la artista mexicana Julieta Aranda, coeditora de e-flux y residente en Nueva York y Berlín, exhibe Tools for Infinite Monkeys (Open Machine), una serie de trabajos realizados entre 2008 y 2014 que apuntan a desentramar las políticas del tiempo, el intercambio de bienes y servicios, los modos en que mutan los textos y sus posibles traducciones, además de desmontar ciertas nociones anacrónicas de la comunicación.
› Por Sofía Dourron
De acuerdo con el Teorema del Mono Infinito, un mono presionando las teclas de una máquina de escribir al azar podría producir, según la versión que uno elija secundar, las obras completas de Shakespeare, o bien cualquier libro que se encuentre en la Biblioteca Nacional de Francia. Este teorema –nos advierte Wikipedia– no debe confundirse con el llamado Efecto del Centésimo Mono. Este otro fenómeno macaco describe la rauda propagación de un conocimiento aprendido desde un grupo de monos x hasta todos los monos del mundo u 8 (infinitos) monos. En la primavera de 2011, en la isla indonesia de Salawesi, una mona de cresta negra se apropió de la cámara del fotógrafo británico David Slater y procedió, cual adolescente en busca de su propia subjetividad frente al espejo del baño, a sacarse una serie de selfies en perfecto encuadre y foco, cuya irradiación virtual no se hizo esperar. Este breve pero mediático episodio parecería reunir finalmente Teorema y Efecto simiescos en un solo fenómeno de alcance global con innumerables ramificaciones para las legislaciones del derecho de autor, pero también para la teoría de probabilidades y sus nociones asociadas de tiempo e infinitud. Si no se trata de un texto eximio, sino de un autorretrato viralizado, de una habilidad fácilmente transmisible, si la eternidad de un mono no es más que el segundo que le toma presionar el obturador, ¿qué significa eso para la vida del mono? Más importante aún, ¿qué significa este hecho para nuestras propias vidas? Esta maraña de monos y máquinas de escribir se encuentra en el meollo mismo de la exhibición en Buenos Aires de la artista y coeditora de la publicación online e-flux, Julieta Aranda.
Tools for Infinite Monkeys (Open Machine) reúne una serie de trabajos realizados entre 2008 y 2014 en torno del susodicho Teorema del Mono Infinito. En el interior de estas piezas se encuentran cuestiones que apuntan a desentramar las políticas del tiempo, la mutabilidad del texto y sus posibles traducciones, la complejidad del lenguaje y ciertas nociones anquilosadas de la comunicación. En la pequeña galaxia de eses (la letra predilecta de los monos aparentemente) que empapela las paredes de la galería, que llena libros enteros y que no cesa de ser expelida por una impresora de chorro de tinta apoyada despreocupadamente sobre el piso, en cada una de estas modalidades, la letra/texto aparece enmudecido. “S” de infinito es el título de la colección de libros que se amontonan en un estante, compilaciones de las impresiones de Monkey Protocol Suite, un pequeño simulacro de experimento, o bien la imagen de la futilidad de tal experimento. Si un mono viviera infinitamente, y en su vida sólo se dedicara a teclear sobre una máquina de escribir o una computadora, qué diría y cuál sería el propósito de que un simio que lograra tal longevidad quisiera repetir mecánicamente esta operación hasta producir las obras completas de Shakespeare, o más simple aún, una sola frase de Hamlet. Se trata, en todo caso, de un tiempo sin eventos, como la “S” ploteada sobre un espejo que la refleja ad infinitum, un tiempo exánime e inútil, que transcurre por el mero hecho de transcurrir. La pregunta permanece: ¿qué hacer cuando el tiempo no es más que una aguja lela girando sobre un plato blanco?
Las políticas del tiempo y sus posibles usos son un tema recurrente en la obra de Aranda, quien junto al artista/teórico Anton Vidokle (coeditor de e-flux) concibió incluso una nueva institución para su gerenciamiento, un Banco de Tiempo. El proyecto, iniciado en 2009, rastrea sus orígenes en la tienda fundada en 1827 por el anarquista Josiah Warren en Cincinatti, y en la comunidad New Harmony fundada algunos años antes por el industrial galés Robert Owen, promotor del socialismo utópico en Estados Unidos. Ambos personajes fomentaron la circulación del tiempo como moneda de cambio, basándose en el mutualismo y la teoría del valor-trabajo, herramientas elementales para cualquier empresa de reforma social. Time/Bank, una versión actualizada de este proyecto decimonónico, se presenta como “una herramienta con la que un grupo de gente puede crear un modelo económico alternativo mediante el cual intercambian su tiempo y habilidades, en vez de adquirir bienes y servicios a través del uso de dinero o cualquier otro valor respaldado por el Estado”. A nosotros los argentinos esta modalidad nos podrá retrotraer a los Clubes del Trueque que afloraron en todo el país luego de la crisis de 2001 y que siguen multiplicándose en cada país que sufre nuestros mismos males, nos recuerda incluso al Proyecto Venus regenteado por Roberto Jacoby y la Fundación Start, cuya moneda de cambio no era el valor-tiempo sino los Venusinos y que tuvo una fructífera vida de seis años.
En definitiva, tanto Time/Bank como el Proyecto Venus fomentan modos individuales y colectivos de actuar en el mundo, redes de reciprocidad material y afectiva, que convierten el intercambio de objetos y servicios en vínculos elocuentes, y al paso del tiempo en un transcurrir habitado y significativo. La alusión al tiempo indiferente y abstracto en contraposición al tumultuoso presente histórico deja filtrar pequeñas modalidades de agencia que erosionan cánones e imperativos sociales, microeconomías rudimentarias que podrían funcionar como herramientas colectivas, algo así como volver a frotar dos palitos para encender un fuego.
Por este mismo camino transitan proyectos como Pawnshop (2007), en colaboración también con Vidokle y la artista norteamericana Liz Linden, que transformó el espacio de e-flux en Nueva York en tiendita de empeños para artistas, quienes podían dejar sus trabajos a cambio de una suma de dinero, una vez transcurridos 30 días sin reclamos, esas obras eran vendidas al público. Si Time/Bank revierte el modelo socioeconómico más extendido del planeta para llevarlo nuevamente a sus raíces, Pawnshop instala un manto de desconfianza sobre el mercado del arte y su eternamente compleja relación con los artistas. La reflexión sobre el campo del arte y sus articulaciones internas no aparece como un hecho aislado, el artista como productor y generador de objetos y experiencias forma parte de la extensa red de posibles adeptos a los intercambios alternativos. Son, de hecho, los artistas quienes en este contexto poseen la facultad de armar y desarmar las representaciones instituidas de los modos de vinculación, sus particularidades y sus temporalidades.
El tiempo como noción estrictamente objetiva y rectilínea, como medida universal, se desploma cuando Aranda ajusta un reloj para seguir el latido de su propio corazón en Two Shakes, a Tick and a Jiffy (2009). El transcurrir monótono se convierte en devenir individualizado, ajetreado, lleno de eventos trascendentes y anodinos por igual, pero eventos al fin. En cambio, en You Had No Ninth of May! (2008) Aranda mapea los zigzaguos de la Línea Internacional de Cambio de Fecha, una línea imaginaria superficial terrestre trazada sobre el océano Pacífico que separa dos días consecutivos del calendario. Esta línea, recta en sus orígenes y en concepto, ha sufrido modificaciones a lo largo de su historia a pedido de naciones que, como el archipiélago de Kiribati, lograron desplazar la línea para que su territorio no fuera dividido temporalmente en dos partes. Esta aberración literal y material de nuestra concepción lineal del tiempo-espacio manifiesta la posibilidad de torcer, curvar, casi enroscar la noción de tiempo para adaptarla a las necesidades no sólo individuales, sino comunales de un país, pueblo o comarca.
Un tiempo pervertido, un texto enmudecido, un mensaje oscurecido, un mono sin navaja, pero con máquina de escribir. La experiencia sustancial del tiempo de cada individuo, humano o mono, puede tornarse una elección particular con disposición para la radicalización, y aun cierto potencial utópico en microescala. Todos estos elementos arrojan luz (una luz que poco tiene de diáfana) sobre el poder de la subjetividad politizada para desandar imaginarios atrofiados, se trata de hechos insignificantes cuyas reverberaciones poéticas se expanden más allá de sus ámbitos de incumbencia, ya sea la geopolítica del tiempo o la fotografía de animales salvajes en su hábitat natural, para incidir, a su manera atolondrada, sobre la construcción de nuestra dislocada cotidianidad contemporánea.
Tools for Infinite Monkeys (Open Machine) de Julieta Aranda se puede visitar hasta febrero en Ignacio Liprandi Arte Contemporáneo, Av. de Mayo 1480, 3ro. izquierda. De lunes a viernes de 11 a 19.30 hs.
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