PERSONAJES Empezó su carrera en ese semillero que fue Magazine For Fai y desde entonces creció como humorista con sus participaciones en Cualca –junto a Malena Pichot–, su trabajo en radio y sobre todo su personaje Caro Pardíaco, que lo convirtió en una celebridad web. Ahora Julián Kartun está en el teatro con el unipersonal Absolutamente comprometidos, donde compone cuarenta personajes que son una buena manera de entrar en su universo.
› Por Mercedes Halfon
No es mala idea, para hablar de Julián Kartun, empezar por describir a Caro Pardíaco, su personaje más popular. Caro es una especie de modelo, una tuitstar que habla como hablan muchas chicas de veintipocos, que nacieron al mundo de la sociabilidad en la era de las redes. Caro tiene una cuenta de Twitter con 43.200 seguidores reales, a donde sube tuits muy mal tipeados, en los que mezcla comentarios sobre su cotidianidad, frivolidades absurdas, consejos de Osho y chistes escatológicos seguidos de “tipo” y otra terminología teeneager. Pero más gracioso que leerla es ver a Caro Pardíaco en Youtube: Julián Kartun no se esmera en afeitarse o simular estar vestido como una modelo top, Caro es un varón disfrazado. El personaje funciona a un nivel más agudo: se ríe también de los hombres que consumen y erotizan ese modo de la bobería joven mediática y vacía.
El dato de la cantidad de seguidores de este personaje no es menor. Caminar una cuadra con Julián Kartun por Villa Crespo es ver cómo a una chica de 17 se le ilumina la cara al verlo y lo saluda con un beso nervioso de fan. Otro chico pasa y le dice: “Sos un capo, te amo”. ¿Te amo? Sí. “Esto parece la cámara oculta que le pusieron a Ibarra, ¿no?”, dispara Julián en el momento, porque el fenómeno que produce en la calle sorprende, sobre todo porque no se trata de un actor convencional que consigue su fama en una tira en horario central sino de un actor que viene de otro tipo de formatos, como la impro, el stand-up, e incluso de ser vocalista de una banda de rock –El Kuelgue–, antes de su desembarco en Internet y la tele y la radio.
Julián Kartun viene deambulado por los pasillos del “mundo del espectáculo” desde niño. Es hijo de Mauricio Kartun, el más respetado dramaturgo y maestro de dramaturgos de la actualidad. Frente a ese avasallamiento, Julián fue muy astuto y decidió no dedicarse a algo que tuviera que ver con escribir. “Siempre fui un payaso”, dice. Y ese siempre, en una persona que apenas cruzó los treinta, es casi literal. Estudió teatro desde niño, fue al Instituto Labardén mientras hacía la primaria, participó de ese extraordinario programa de humor hecho por niños que fue Magazine For Fai, de donde salieron actores muy singulares como Violeta Urtizberea, Julia Martínez Rubio y el propio Julián.
Luego de esos inicios precoces, Julián se despuntó hacia otro lado, estudió producción de TV y trabajó en productoras durante años. En algún momento, estas dos vocaciones se unieron y comenzó a hacer pilotos de humor, asociándose con otros de su generación como Nazareno Casero. Así llegó la propuesta de hacer Cualca. Esa serie de micros humorísticos encabezados por Malena Pichot –en los que también participan Julián Doregger, Charo López y Julián Lucero como actores, más un equipo de quince personas en la realización– que se convirtieron en todo un suceso. El microprograma se emitió un año en Duro de Domar, luego se independizó y por medio de un crowdfunding en el que sus fans financiaron la producción a cambio de algunos premios siguieron emitiéndose, esta vez sin intermediarios, directamente en Internet. Y allí mismo siguen colgados: algunos ya llevan cerca de 400 mil visualizaciones.
El programa y el tipo de humor que propone tiene mucho que ver con sus integrantes, sus preocupaciones, su modo de entender el mundo: críticas sociales, cuestiones de género, problemas de pareja, consumos y delirios. Julián cuenta: “Hacemos todo nosotros cinco. Nos juntamos, contamos cosas que nos pasan o que escuchamos o que se nos ocurren y las ponemos por escrito. Y después la productora ve de qué modo lo genera audiovisualmente. Así se fue creando este monstruo amorfo. A mí me gusta que puede ser muy absurdo o puede tener una bajada donde entra todo lo que sucede en la calle, en el transporte público, en los medios de comunicación, en lo que cree la gente, en lo que quieren que crea la gente. Es una forma de parodiar la realidad. Y por ende una crítica”.
Su caballito de batalla, Caro Pardíaco, está en Cualca, pero también en Mute: el programa radial de Nacional Rock donde hace intervenciones humorísticas. Personajes como el notero Andy Klisman o el tachero Aníbal, entre otros. Y esa facilidad para desdoblarse en varios seres bizarros y reconocibles –cita como referentes a Alfredo Casero, Fernando Peña y Jim Carrey– para hacer voces y tonadas diversas desembarcó finalmente en el teatro. Absolutamente comprometidos es el unipersonal en el que Julián Kartun se despliega con nada menos que 40 personajes, engarzados en una hora reloj. La obra lo presenta como un telefonista de un restaurante de alta gama que debe lidiar con todos aquellos que levantan el teléfono para comunicarse por alguna razón: desde clientes que exigen hacer reservas, a proveedores chantas, empleados mentirosos o el dueño-chef que lo controla sádicamente.
Absolutamente comprometidos –de Becky Mode, que Miguel Pittier adaptó para hacer en nuestro país– es una buena manera de entrar en el universo de Julián Kartun. Aun teniendo un texto escrito como base, logra imponer un código humorístico propio y contemporáneo. No sólo por los formatos y modos de circulación que adopta, sino también por su contenido. “El humor va cambiando con la coyuntura. Hubo épocas muy horribles de la Argentina y lo reflejamos en el humor: el humor de rompeportones, el culo de la mina, el machismo. No quiero decir que lo que hacemos en Cualca o en Mute o incluso en la obra sea superador: es más bien reflejo de lo que pasa ahora. El humor es una forma muy copada de mostrar cosas: quizás alguien al reírse logra cambiar su opinión sobre cuestiones establecidas.”
Absolutamente comprometidos se puede ver jueves y sábados a las 21 en Teatro Payró, San Martín 766. Entrada: $ 120.
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