Dom 22.03.2015
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MEMORIAS DE UN NIÑO TERRIBLE

› Por Mariano Kairuz

“Orson Welles era un vago, empezó su carrera tarde”, bromea Xavier Dolan, acerca del director que estrenó El ciudadano cuando aun no había cumplido 26 años y ya tenía para entonces una importante trayectoria teatral y radial. Y es que la precocidad no será un valor en sí mismo cuando se trata de arte, pero no deja de ser impresionante que el francocanadiense Dolan, que acaba de cumplir justamente 26 esta semana, sea ya un veterano del cine con cinco largometrajes como director, y cinco en serio, no un puñado de experimentos amateur, sino películas que tuvieron sus estrenos en festivales internacionales importantísimos (cuatro, incluida su ópera prima Yo maté a mi madre, en Cannes, y uno en Venecia); cinco que dieron lugar a pequeñas revelaciones, polémicas y discusiones, pero nunca pasaron por intrascendentes. No hay ánimo de provocación en lo que dice sobre Welles: convertido por la prensa en enfant terrible, Dolan tiene una relación con el cine casi tan larga como su vida, ya que empezó como actor a los cinco, y su formación cinéfila no es académica, ni clásica ni para nada completa, sino que se remite a lo que vio en su infancia y su adolescencia, transcurridas en buena parte de los ‘90: un clásico “formativo” para él puede ser Jumanji, o Batman vuelve, o Mi pobre angelito; una influencia fundamental, el Titanic de James Cameron, de ¡1997!

Cuando en mayo del año pasado recibió el Premio del Jurado en el Festival de Cannes –en la sección oficial en que Mommy compitió con, entre otras, Relatos salvajes–, lo importante para él no fue compartirlo con Godard (“A veces me dicen que mis películas recuerdan a las que hacía Godard en sus principios; pero yo no debo haber visto más que un par”, dice) sino el hecho de que quien se lo entregó fuera la presidente del jurado, Jane Campion. “La lección de Piano, de Campion fue la primera película que vi que realmente definió quien soy”, dijo Dolan, reconfirmando su juventud y su actitud lozana y saludablemente imberbe. “Me hizo querer escribir películas para mujeres hermosas, con alma y voluntad y fuerza. El solo hecho de estar parado en el mismo escenario contigo, Jane, ya es extraordinario.”

Ha dicho, también: “No tengo nada que probarle a nadie; no tengo que hacerle creer a nadie que soy una persona cultivada, porque no lo soy. Veo películas –y tal vez esto es naif– con el corazón, tratando de sentir algo y entretenerme. Los años de cinefilia son, en mi caso, la época en que yo tenía 6, 8, 10 años. Esas son las películas que me definen”.

Como programa generacional el suyo no es, digamos, de lo más canónico.

Cartas a Leo

¿Y quién es ese chico entonces, cuál es la identidad que Campion ayudó a terminar de forjar? Xavier Dolan nació en Montreal (Québec) el 20 de marzo de 1989, hijo de una maestra canadiense y de un actor y cantante egipcio de nacimiento, Manuel Tadros, con quien siempre se mantuvo en contacto pero que se fue de la casa cuando el muchacho era aún muy chico. Razón por la cual Xavier se crió en un mundo de mujeres como los que predominan en sus películas. “Me criaron mi abuela, mi tía abuela, mis niñeras, todas damas, todas damas solteras. Ese soy yo, esa es la gente de la que quiero hablar, a la que quiero poner en mis películas para verla fracasar o triunfar. Me conecto con ellas más que con los hombres, que nacen privilegiados en cierta escala, mientras que las mujeres deben definirse ante los ojos de los hombres, deben luchar por sus derechos, especialmente en una sociedad que hace como que no hay tal lucha, que dice que las feministas son reaccionarias.”

Dolan empezó a actuar cuando era muy chico, a los cuatro años. Su tía Julie era jefa de producción y se enteró de un casting en el que necesitaban niños para que corrieran en una casa. Su primer trabajo como actor fue en el telefilm Miséricorde, en 1994, que inició una década de miniseries y algunos pocos films para el cine; su curriculum se amplía considerablemente cuando se incluyen la multitud de personajes protagónicos y secundarios de exitosas sagas mayormente destinadas a adolescentes a los que él les puso la voz para el doblaje francés: así, fue Ron Weasley (el pelirrojo mejor amigo de Harry Potter, en las ocho películas de la saga), Stan en South Park, Jacob Black en la saga Crepúsculo, Peeta en la primera Los juegos del hambre; hizo un High School Musical, varios dibujos animados (Buscando a Nemo, Cómo entrenar a tu dragón, Los pitufos), y el protagónico de Kick-Ass.

Pero a los 19 empezó a dirigir, dice, porque lo que quería era actuar, pero “nadie me estaba contratando, así que me convertí en mi propio empleador”. A los 14, la gente había dejado de llamarlo y no había castings de ningún tipo. “Extrañaba la actuación. Y cuando escribí Yo maté a mi madre fue obvio para mí que nadie más podía hacer este personaje, no por una cuestión de talento interpretativo, sino porque ésta era mi vida. Y si le daba este guión a otro director, iba a querer contratar a algún chico irritantemente encantador, y me iban a evacuar para siempre del personaje.” Mientras grababa el doblaje de algún programa, un día se presentó con su primer guión en la mano, ante la actriz Anne Dorval, una suerte de pilar del teatro y la televisión de Québec y se lo ofreció en un tembloroso susurro para que lo considerara. Dorval lo leyó un poco conmovida por la timidez del adolescente, pero quedó impresionada y lo llamó varias semanas después para hacerle algunas sugerencias; para entonces él ya había descartado ese libreto inicial y tenía otro para proponerle, que es el que se terminaría transformando en Yo maté a mi madre, cuya producción financió con unos 150 mil dólares que había ahorrado de sus años como actor infantil, con Dorval como la progenitora titular y él mismo en plan semiautobiográfico. Poco después de que la película recibiera una ovación de pie de ocho minutos según las crónicas de Cannes, Dorval declaró que el chico que la había dirigido “tenía una cualidad especial, que no es exactamente seguridad en sí mismo, sino convicción y esperanza. Una inocencia que a menudo se ve aplastada en la mayoría de la gente, pero no en él”.

“Esa primera película es autobiográfica, diría, en un 250 por ciento –aclara Dolan–. Pero las otras no: estoy muy lejos de Laurence Anyways; nunca experimenté el amor heterosexual para después tener un cambio de género. Ni he sido rehén como Tom en Tom à la ferme. No he vivido ninguna de esas cosas, pero cada uno de estos personajes que escribí o que interpreto son personales porque hay mucho de mí en su ira, su soledad, su odio contra la sociedad, contra la gente que margina a quienes son diferentes. Incluso los personajes que parecen estar muy alejados intelectual o socialmente de mí, cuando hablan lo hacen con mis palabras.”

Antes de pensar siquiera en dirigir para actuar, dice –en una notable entrevista que le hizo para la revista Interview la actriz Jessica Chastain, quien lo contactó vía Twitter tras salir impresionada de la proyección de Mommy en Cannes–, siempre escribió. Desde muy chico. Desde los nueve años. “Me iba a la casa de mi tía Magda a escribir historias en su computadora, y las grababa en un diskette. Eran relatos sobre ángeles guardianes enviados a la Tierra para proteger a los mortales, se llamaban Los indispensables, o algo así. Hubo otra que se llamó Alas rosadas. Siempre había ángeles. ¡Era tan, tan gay!”

“¿Siempre supiste que eras gay?”, le pregunta Chastain. “Cuando era muy chico era un niño algo loco, tuve ‘novias’. Pero a los ocho vi Titanic con mi madre, y transformó mi vida. Yo vivía disfrazándome e interpretando personajes, pero Titanic me volvió loco, empecé a diseñar vestuario, como dos mil vestimentas, inspirado por el enorme diseño de producción de la película de Cameron, que lo que me dijo fue, principalmente, que era legítimo soñar a lo grande. Mientras los otros chicos jugaban al hockey, yo dibujaba ropa y les escribía cartas a Danny DeVito, por la película Matilda, y a Leo DiCaprio. ‘Querido Leonardo. Tengo ocho. Me encanta la escuela’, empezaba una. Nunca me contestó, y ahora es tarde. En todo caso, mi obsesión con la ropa y Kate y Leo era tan desproporcionada que creo que todos se dieron cuenta de que era gay antes que yo.”

Todo sobre mi mami

Eventualmente, en su identidad sexual Dolan encontró el núcleo de las historias que escribía, no sólo sus protagonistas gays o transgéneros, sino también, y especialmente dice, el punto de vista femenino. “Como un joven gay, uno tiene que intentar integrarse. Luego entendés que hay otra gente que también tiene que luchar para encontrar su lugar, para definirse ante de los ojos de los demás. Ese es el lugar de las mujeres, y ésa es la razón por la que me identifico con ellas. Me parece natural lidiar con mis propios problemas a través de la mirada femenina, de hacerlas gritar por mí y mandar a otros al carajo, en las películas, por mí. Creo que esto es particularmente cierto cuando se trata de madres y los sacrificios que deben hacer. Mis películas son de alguna manera una forma de canalizar la rabia. Yo maté a mi madre está escrita desde el punto de vista del hijo, pero al final gana la madre: ella tiene las escenas más emocionales y se convierte en la víctima y el héroe. En Laurence Anyways, Nathalie Baye es la madre de la protagonista y es una madre bastante horrible; pero aun así al final es la única que realmente acepta a su hija. Para mí es lo más natural, abrazar el punto de vista de las mujeres, y en especial de las madres.”

Y si Mommy funcionó –o fue recibida al menos– como una suerte de reversión de Yo maté a mi madre, la pregunta repetida el año pasado en Cannes fue cuánto había de autobiográfico entonces en éste, su quinto largometraje. “Esa no es mi madre y ésta no es mi historia, pero siento que me puedo relacionar con este chico, con la furia y la angustia de Steve, siento que lo conozco, que es como la peor versión de quien yo fui alguna vez. Alguien con quien podés perder la cabeza y golpearte la cabeza contra la pared y un minuto después recuperar el sentido y preguntarte: ¿qué pasó? Yo fui un chico muy muy violento. Pero no vengo de los estratos sociales más bajos de Steve, ni estuve institucionalizado, y tuve la suerte de encontrar los medios para canalizar estos miedos y angustias de un modo creativo, bah, o eso espero.”

Barato con sentimiento

A pesar de los premios y del consistente interés de los festivales en su obra, Dolan sigue filmando relativamente barato, haciendo cine independiente, ocupándose él mismo del vestuario y la edición y muchas otras tareas que la industria suele delegar en infinidad de profesionales. “No tengo un asistente personal, ni un publicista; no tengo dinero para eso. Yo mismo diseño el afiche, edito el trailer y hago el material de prensa; y no veo razón para que todas esas cosas no las haga la misma persona que tuvo la idea y la visión original. Veo las cosas de determinada manera y me encanta cuando salen tal cual las imaginés. Y por otro lado, hacer el vestuario yo mismo me da una enorme satisfacción: el vestuario es la primera línea del actor, así que tiene que ser precisa. En el caso de Mommy, dados el contexto y la clase social de los protagonistas, es obvio que no van seguido al shopping, así que les busqué cosas de principios del 2000, una era sin estilo, transicional, una verdadera catástrofe en términos de gusto, una pesadilla. A su vez me cuidé de que Anne usara cualquier cosa de los ’90, porque no quería parodiarla, yo nunca me burlo de mis personajes. Tenía que ser sexy, una madre adolescente de los suburbios, muy MILF (sigla en inglés para “Madre a la que me cogería”). No hay que ser como esos cineastas autoindulgentes que dicen, oh dios, amo lo kitsch, me encanta lo grasa que es todo esto. Eso para mí es pornopobreza, es ser miserable con los personajes. Así también buscamos los colores. Le dije al director de fotografía: ‘Quiero siempre amarillo o naranja, cálido, muy Nan Goldin’. Y las luces de relleno: rojo, rosa, púrpura. ‘Pero eso no tiene sentido’, me dijo, y yo le dije: ‘No me importa, quiero que sea como un sueño, como un atardecer en Venice Beach’. Mientras que el vestuario de Laurence era de los ’90, pero yo no estoy particularmente interesado en esa época, me pareció simplemente que hacer que la gente usara ropa horrible con hombreras gigantes era una manera de darle un contexto político y social a la historia, en una época en que las cosas estaban cambiando, la gente tenía una ilusión de progreso social, debido a eventos como la caída del Muro; mientras temas como el sida provocaban todo tipo de asunciones y reforzaban los prejuicios homofóbicos. Para Laurence es una época en la que él sintió que podía pertenecer. Pero es difícil diseñarla, porque es la década que todos parece querer olvidar, todos sus elementos son horribles y difíciles de conseguir. Para mí es simplemente la época de mi infancia y mis recuerdos.”

Lo dolanesco

Dolan dice no tener un estilo, no un único estilo que recorra todas sus películas, o al menos no ser consciente de cuáles serían sus marcas esenciales, de la misma manera que siempre dijo no tener influencias. “Alguna vez consideré una influencia la lluvia de ranas de Magnolia, de P. T. Anderson; porque me gustan las cosas más grandes que la naturaleza en las películas. Pero nunca pienso: ‘¿Qué hago en mi próxima película? ¡Veamos un poco de Murnau y del primer Scorsese!’. He tenido una exposición muy limitada a las películas; soy joven y empecé a ver cine, digamos, serio, a los 16. La mayoría de mis influencias proviene de fotos y pinturas. O algún recurso en una película: El silencio de los inocentes inspiró los primeros planos que tanto me gustan de Laurence”.

¿Y qué vendría a ser entonces un estilo dolanesco?, le preguntaron, cuando el chico, con solo 22 años, ya había estrenado tres películas en Cannes en cuatro festivales casi seguidos desde su aparición–revelación. “Muchos directores se ponen a sí mismos por encima de la película y no te permiten olvidar que está dirigida por alguien; te dicen todo el tiempo: ésta es mi obra, y a mí me resulta cansador. De hecho, no sé: no puedo articular cuál es mi estética porque no tengo una, no tengo un estilo preciso, hay una estética por cada film y Laurence es muy barroca y desbordada y Tom es cruda y sucia, y Mommy es, espero, cálida y colorida, como si estuviera filmada en Cali.”

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