Dom 22.03.2015
radar

UN ENIGMA EXQUISITO

FAN Un músico elige su canción favorita: Audia Valdez y “Cielo invertido”, de Luis Alberto Spinetta

› Por Audia Valdez

Es preciso pensar como la niña que fui: tenía nueve o diez años cuando apareció un cassette de Spinetta en casa, Don Lucero. Mi hermano –11 años mayor y gran melómano– era el que proveía de todas las novedades musicales y el DJ que musicalizaba en repeat las interminables siestas mendocinas. Creo que era el único canal de información musical que tenía (Internet era una palabra prácticamente desconocida). Así es que desfilaban The Cure, U2, Depeche Mode, Peter Gabriel, Genesis, Siouxsie and the Banshees y, por supuesto, el flaco Luis Alberto. Sonó una vez, sonó dos: “Fina ropa blanca” era claramente el hit de ese disco. Pero en un momento sucedió algo: mi ingenua mente infantil –quizás un poco desordenada por la escucha precoz y prolongada de música rara y “para grandes”– se modificó severamente. Empezó “Cielo invertido” con esa intro misteriosa de backs irreales, de gemidos que parecían sapos o demonios descompuestos, y para cuando se hizo el silencio del final del track sabía que ahora sí estaba escuchando de verdad, que todo lo que había oído antes eran apenas sombras planas: esos teclados de sonidos extraños y esas palabras lo atravesaron todo.

Para que se entienda voy a pasar esa escena en cámara lenta. Seguramente era un sábado porque todo estaba tranquilo y relajado en la casa (posiblemente fue después de la cena, cuando solía dibujar o pintar algo) y el Noblex doble casetera en mi cuarto proporcionó la experiencia. Sentí un escalofrío, mezcla de miedo y placer ante esa oscuridad que parecía elevar mi ser sin forma hacia algún lugar totalmente nuevo, una sensualidad y vértigo por primera vez sentida. “Dios o ser pequeña cosa es píxel, la puerta es tan sensual que inhibe, todo esto es un harem, harem de flores que esperan.” Imágenes y palabras que nunca antes había escuchado en una canción se iban revelando: ¿Qué es píxel?, pensaba yo. Cómo figurarse una puerta sensual o flores esperando. Todo eso iba generando en mí la fascinación de un enigma exquisito. “Cada uno de estos mundos de calor sustituye lo que ansiaba sin hablar... Los envases y las cosas brotan como sexos.”

Todo parecía como un sueño extraño al escuchar esa música, esas palabras aparentemente inconexas, esa palabra prohibida, el piso parecía moverse. “Descubrir que somos hueco cartón, un espejo que se mira en el espejo, descubrir que sólo somos formas que no se dicen.” Quedé absolutamente fascinada, hipnotizada (perdonen si soy redundante, pero no me es para nada fácil traducir esas sensaciones a texto). Pese a no entender bien qué estaba pasando, algo me hacía escuchar esa canción una y otra vez, y en cada escucha parecían develarse más enigmas y nuevos sonidos y palabras que apenas entendía, pero que intuía estaban cargadas de un significado y sentido ocultos que era preciso descubrir (repito: ¡que era preciso descubrir!).

Ya venía bordeando el universo spinetteano y “Cielo invertido” fue la puerta de entrada que pude cruzar en ese trance al filo de la alucinación. Hoy, al volver a escucharla después de tanto tiempo, me doy cuenta de lo fundamental que fue esta canción para mí, de cómo marcó mi rumbo como artista, de cómo imprimió la matriz con la que me relacionaría con el arte, y definió de algún modo mi estética, mi sonido futuro y mi búsqueda. Espero que todo niño o ser en este mundo pueda experimentar su cielo invertido, su realidad aparte.

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