Domingo, 12 de abril de 2015 | Hoy
Música Con un cancionero y un recorrido tan variado como ecléctico, la fadista, cantante y compositora Dulce Pontes es una de las voces más importantes y reconocidas de Portugal, con veinte años de trayectoria. Por estos días viene a Buenos Aires a presentar un disco doble –curiosamente, lo hace antes de editarlo– que la enlaza directamente con Argentina versionando, entre otros, a Astor Piazzolla y Ariel Ramírez, además de musicalizar un poema inédito de Raúl Carnota.
Por Juan Ignacio Babino
El Río Tajo es el más grande de la península Ibérica: nace en España, muere en Portugal, más precisamente alrededor del puerto de Lisboa, antes de perderse en el océano Atlántico. Montijo es una pequeña ciudad ubicada, Río Tajo de por medio, justo enfrente de Lisboa. Y era en esas costas de Montijo y mirando a ese río que Dulce Pontes acostumbraba, de niña y entre otras cosas, a cantar algunas canciones; animada y coreada por su madre, tías, tíos y vecinos.
Hija de Lourdes y Tomás, Dulce nació en esa pequeña ciudad en abril de 1969 en un ambiente en el que “la calle era una extensión más del patio de mi casa”. Tuvo un breve paso por la danza, un aún más fugaz grupo de rock en su adolescencia –Os Percapita– y algunos años en el Conservatorio Nacional de Música de Lisboa; el piano fue su instrumento. Pero, más allá de todo eso, la más temprana y esencial educación musical que tuvo vino por la familia: “Mis padres tenían una gran colección –cuenta– y, cuando tuve autorización para poner esos discos de vinilo que estaban en mi casa, escuché todo tipo de música, desde clásica a la popular de distintos países y claro, el fado y el folclore de Portugal. La música clásica siempre me despertaba las ganas de bailar imitando a Nuréyev, que una vez lo vi en la tele y me quedé impresionada. Y además de lo que había en mi familia, desde mi tío Carlos Pontes, un fadista bohemio de verdad, a la voz de mi padre y la guitarra de mi hermano Luis”. Y agrega: “Cuando escuché por primera vez a Amália Rodrigues no podía parar de repetir el disco”. Entonces, con esas cosas ya sentidas y abrazadas desde temprano, más el descubrimiento de Amália, más el hecho de haber visto y escuchado en vivo a Fernando Maurício –uno de los referentes más importantes de la música portuguesa– junto a su tío en largas noches de fado, el camino estaba marcando y abriéndose.
Un canto triste, como nacido del desgarro, dramático. Así se lo conoce al fado, la canción folclórica por excelencia de Portugal. Y más allá de que los hay de diferentes tipos y características (cantado, bohemio o vagabundo, de Lisboa, de Coímbra, corrido, Marialva –estos dos últimos– alegres) esos son sus rasgos más comunes. También es –el fado– amor, ceniza, fuego, dolor y pecado, tal como lo definió, cantando, la misma Amália. Y también es ni alegre ni triste, sólo fatiga del alma fuerte como lo escribió el poeta Fernando Pessoa. Son nueve discos en casi veinte años. Y todo eso que pasó entre el primero, Lusitana (1992), y Momentos (2010, su hasta ahora último registro) traza un recorrido que, claro, tiene su fuerte en ese género, pero se descubre bastante ecléctico. En sus discos –los hay en vivo y en estudio– se pueden escuchar desde baladas soul o ciertos giros propios de la música pop hasta canciones puramente instrumentales, rasgos árabes, cantos ancestrales, magrebíes, música clásica, y más. Hay canciones en el formato más típico del fado –a pura voz y guitarra portuguesa (doce cuerdas, los pares afinados a una octava de diferencia)–, versiones de alguna canción clásica griega (por caso, tiene canciones en las que se acompaña solamente del bouzuki, típico instrumento heleno), de cante flamenco, una versión de “La llorona”, poemas de Pessoa musicalizados (“O infante”), versiones de Amália Rodrigues (“Lágrima”, “Estranha forma de vida”), tonadas populares y anónimas (“Laurindinha”, “Senhora de Almortao”, “As sete mulheres do Minho”), canciones propias y ajenas, muchas de ellas arregladas por la misma Dulce. Todo eso –toda esa geografía musical– cabe en su voz, en esa alma portuguesa, que es de donde parece nacer su canto. Su tío Carlos es el autor de “Julia Galdéira” y ella se dio el gusto de homenajearlo grabando su propia versión: un tanto más rápida su instrumentación, las palabras como cantadas con cierta premura. Alcanza con volver sobre cualquiera de las dos versiones para entender que no es caprichosa la relación que se puede encontrar entre este género típico de Portugal y el tango. Si hasta ambos tienen un río importante –el Tajo y el de la Plata– que los cruza y moja.
Y para seguir entendiendo su amplísimo registro vocal y su variada búsqueda musical basta revisar un poco los artistas con los que colaboró o trabajó: Caetano Veloso, Andrea Bocelli, José Carreras, Daniela Mercury, The Chieftains, Jaques Morelembaum, Marisa y Estrella Morente, entre tantísimos otros. En el año 2003, después de editar un compilado, publicó Focus, a dúo con Ennio Morricone. En ese disco no sólo revisitan algunos clásicos del compositor y director de orquesta italiano, sino que el propio Morricone compuso canciones especialmente pensadas para la voz de Dulce. Algunas de esas sesiones de grabación se llevaron a cabo en Roma, en un estudio ubicado debajo de una iglesia llamada, justamente, Dulce María. En 2006, a raíz de su debut en el Carnegie Hall de Nueva York, una crítica del The New York Times decía: “La señora Pontes tiene una voz extraordinaria: intensa y fiel, delicada y fuerte, con una extensión igual a la de una soprano natural”.
“Quien conoce bien mi camino sabe que nunca me dediqué sólo al fado, que amo, pero necesito otras formas de expresión y de libertad artística, no quedar prisionera de un único género musical. Y vale aclarar que la música de raíz de Portugal no se resume al fado, así como la música de Argentina no se resume al tango y la de España al flamenco. Existen muchos géneros musicales folclóricos en Portugal, desde el cante polifónico femenino o masculino, canciones instrumentales y costumbres que no se sabe cuán antiguos son, siendo que seguramente muchísimos son ancestrales, relacionados con la vida del pueblo, con las actividades agrícolas, con animales, el cante a los lobos, que reflexionan sobre la historia de Portugal, sus gentes, el ciclo de la vida y la muerte”, dice. Y agrega: “El fado siempre ha sido fado. Existe el fado tradicional y de otros tipos. Veo también una curiosa similitud armónica y melódica con algunos compositores de música clásica: por ejemplo Bach era un fadista, sin duda. Para mí el fado es el desnudar del alma, el compartir heridas. Y alegría también”.
¿Cantante, cantora, compositora? ¿Cómo te definirías?
–La compositora vivía de espaldas con la cantante. Siempre decía que lo que componía eran apenas instrumentales. Con el paso del tiempo y el ánimo de muchos amigos músicos empecé acreditándome de eso. Me gusta mucho escribir también, así que andamos en paz.
Y si en 1999 tuvo la oportunidad de grabar con Horario Ferrer “Balada para un loco” –“mi conexión con el tango viene desde que escuché esa canción, me apasiona su poesía y tuve el enorme placer de trabajar con él”– y en enero de 2011 tocó por primera vez en nuestro país en el marco del Festival de Folclore de Cosquín, es en estos días que parece mandar ancla definitiva por estas tierras. No sólo porque se apronte su segunda visita a Argentina, sino también porque en su próximo disco –Peregrinaçao, que raramente está presentando aunque no esté editado aún– aborda canciones del repertorio folclórico contando con algunas participaciones de peso: “En mi nuevo disco participan Jaime Torres y León Gieco, a quienes considero con gran estima y gratitud y también admiro”. Y a su gira aún sin disco la explica así: “‘Puertos de Abrigo’ ha sido el nombre de la gira que vengo haciendo hace tres años que tiene el desarrollo interpretativo en directo de lo que está grabado. Para mí es importante ese contacto con el directo antes de grabar en definitivo, ese vivir junto con las personas que, gracias a Dios, me dan esa libertad. No es el primer proyecto que hago de esta forma. Normalmente se graban los discos y luego se hace el directo de los mismos. Me encanta hacer todo al revés, y el público lo acepta sorprendentemente muy bien. El disco Peregrinaçao es un disco doble: por un lado uno en portugués que lleva el nombre Nudez y otro en castellano que es Puertos de Abrigo, junto con un DVD”. Algunos de los temas que formarán parte de este disco son “Vamos Nina” (Piazzolla y Ferrer), “Alfonsina y el mar” (Ariel Ramírez y Félix Luna), “La bohemia” (Aznavour y Plante), “La leyenda del tiempo” (poema de Federico García Lorca en la versión adaptada por Ricardo Pachón para Camarón de la Isla), entre otros. “He encontrado muchas similitudes entre el folclore de Argentina y el de mi país, es todo un descubrimiento, un suelo fértil que me encanta abordar. El repertorio fue elegido poco a poco, escuchando y sintiendo. Por un lado temas que siempre amé, por otro, nuevos temas que desconocía y que Juan Carlos Cambas, el pianista, me acercó. Y además, Raúl Carnota puso letra, un poema al tema clásico ‘Asturias’. Un poema muy bello que desafortunadamente no ha podido escuchar. Así que espero que de alguna manera le alcance con toda mi ternura.”
¿Podrías compartir una parte de ese poema de Carnota?
–Perdón pero todavía no.
Y se ríe.
Hay una foto muy conocida de Dulce: ella delante de un piano saluda adustamente al público, viste un enterito naranja, el pelo apenas recae sobre los hombros, con esa sonrisa entre pícara y tímida, tan propia de ella. De alguna manera, Dulce parece siempre estar volviendo a esa imagen. A esa o aquella otra, de cuando siendo muy pequeña cantaba frente al Río Tajo, con esas aguas bañadas por el lucero de la tarde, con Lisboa de aquel lado. O tal vez, como ella misma dice: “A esa niña de enterito rojo a las orillas del Tajo”. Volviendo a esas imágenes siempre con el canto sobre todo.
Dulce Pontes se presenta el sábado 25 de abril, a las 21, junto a Lidia Borda, en el Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125, en el marco del Mestiza Festival.
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