FOTOGRAFIA La nueva muestra de Sebastián Szyd, llamada Ofrenda, es una serie realizada en India. Y entre dioses monos, el Ganges y los souvenires, la mirada contemplativa del autor revela el espíritu del país al mismo tiempo que lo vuelve intangible.
› Por Marcos Zimmermann
Es bueno que la fotografía hable por sí sola. Y es también bueno que espacios nuevos, por más diminutos que sean (la galería Meta!, donde se exhibe el último trabajo de este fotógrafo, no tiene mucho más de doce metros cuadrados), sean capaces de resguardar grandes secretos. Enigmas como los que quedan reverberando en la retina al mirar las fotografías que componen este nuevo ensayo de Sebastián Szyd, titulado Ofrenda.
Como sucedía con América, su anterior trabajo, en esta nueva serie realizada en la India es posible acercarse al espíritu que flota sobre aquel país. Pero, por sobre todo, es posible intuir el proceso de construcción del demiurgo espiritual de este fotógrafo. La exhibición no abandona nunca la realidad, pero es hija natural de la actitud contemplativa de Szyd para comprender el mundo y expresarlo en imágenes, siempre presente en su trabajo. Basta con recordar la fotografía del cerro Rico de Potosí, de la serie América –en la que se confunden los brillos de las piedras con estrellas– para entender el estado espiritual de conciencia desde el cual Szyd lee el mundo, lo amasa y lo vuelve fotografías.
En esta nueva serie expuesta en la galería Meta!, el mundo real queda aún más sometido al dulce estrépito de lo intangible. Reaparece, a veces, sólo en parte. En el retrato de una vaca hindú, símbolo por antonomasia de la madre tierra y de la abundancia; en una pequeña ofrenda sin dueño que flota solitaria en el Ganges; en el gesto de un monje en Bodhgaya que parece no entender el misterio que le está transmitiendo su maestro; o en el movimiento de un pez fotografiado en el lago que rodea el Templo Dorado de la ciudad sagrada de Amritsar. Hay también un hombre que reza y dos mujeres: una que parece mirar el pasado y otra que lanza algo hacia el futuro a través del Ganges. Y un muro con ventanas ciegas, un camello envuelto en una pequeña bolsa plástica y un dibujo inmenso de Shiva hecho en el suelo. Estas y algunas otras fotografías cuelgan en la galería sólo con chinches, como queriendo subrayar lo inasible de este ensayo de Szyd y la fugacidad del presente.
Las fotografías de Ofrenda no se limitan a las expuestas. Gracias al apoyo editorial de Leandro Villaro, Szyd realizó hace un tiempo un peculiar libro objeto. Algunos ejemplares de esa edición superlimitada también se exhiben en esta muestra. En él, otra vaca sagrada durmiendo, la espalda peludísima de un hombre, una estatuilla decapitada y un dios-mono muerto en Varanasi, transmiten la misma calma que poseen las fotografías expuestas en Meta!, opuesta a la velocidad que posee Szyd para disparar la cámara cuando llega el momento.
En ambas plataformas está presente la misma idea de invisibilidad de Saraswati, diosa hinduista del conocimiento. En el libro, un lado de la larga y única hoja que lo compone, muestra una secuencia de imágenes concretas que oculta a su vez el otro lado de la hoja, donde sólo hay fotografías del Ganges retratado como si fuera el lago que precede al Paraíso. Quizá, gestada en la misma idea espiritual de lo invisible-visible, la muestra de Meta! exhibe, en una pared, un grupo compacto de quince fotografías del mismo tamaño, sugiriendo el concepto hinduista de la multiplicidad de miradas posibles sobre las cosas. Pero, inmediatamente, una única fotografía colgada en la pared opuesta contradice a esta idea y parece sostener la singularidad de lo múltiple. En fin, un juego de abalorios, propio de la utopía de Hesse, presente en los iantra hinduistas y camino para los chacanas del mundo andino. Pero también un mandala inherente a la obra de Sebastián Szyd.
El resultado emocional de las imágenes de Ofrenda y de la puesta que las acompaña es eficacísimo. Pero sería bueno que la espiritualidad con la cual Szyd fotografía no se le transforme un día en manierismo. Que la simplicidad extrema y el silencio de sus fotografías no se vuelva un retrato, sólo subjetivo, del mundo cada vez más concreto que nos toca. Por el momento, Ofrenda es un ensayo que parece haber encontrado en la galería Meta! el sitio justo para ser exhibido. Por el tamaño del espacio y por el coraje de su directora, Maria Bedoyan –joven artista plástica, iniciadora del espacio– que junto a Enrico Fantoni y Paula Juncadella fueron capaces de lanzarse al circuito de las galerías de arte de Buenos Aires con un arma realmente pequeña. El caso es que hoy el diminuto lugar es visitado asiduamente por el público local y extranjero que merodea diariamente Palermo. Gente que hasta el 5 de junio tendrá la ocasión de entrar a la galería más liliputiense de Buenos Aires, ver la muestra de Sebastián Szyd y salir con el alma agigantada.
La exposición Ofrenda, de Sebastián Szyd, se exhibe hasta el 5 de junio en la galería Meta!, Cabrera 4972, de jueves a viernes de 18 a 21 y los sábados de 16 a 21.
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