MUSICA Las canciones duran tres minutos, el juego es uno de los objetivos principales y las influencias van desde grupos y solistas contemporáneos al uruguayo Eduardo Mateo: los platenses Tototomás, liderados por Tomás Agustín Casado, vienen de telonear a Tinariwen y de editar un fresco y breve primer disco, Jau Jau, que amenaza con ponerlos en el centro de la escena por su desprejuicio y la rara belleza de sus canciones.
› Por Juan Ignacio Babino
Sacarle primero y comprarle luego aquellos compilados de música brasilera y de los años ’50 a su abuelo, despertarse con su hermana ensayando música clásica en la viola y escuchar en el walkman y el discman –y ver en vivo– a Nerdkids, El Otro Yo, Boom Boom Kid, entre otros. Son esos algunos puntos vitales en la formación de Tomás Agustín Casado, compositor y creador de Tototomás, proyecto musical que empezó en 2011 y que en un año pasó de casi acabarse a editar un disco irrespetuosamente bello, breve y fresco.
Tototomás en su comienzo no fue más que la guitarra y la voz del propio Tomás. A medida que avanzaba –no hubo, casi, centro o casa cultural de La Plata en la que no tocaran– iba agrandando y completándose. Entre idas y vueltas se sumaron guitarras, coros, banjos, algunas percusiones. Hoy en día son seis los miembros estables y en vivo pueden llegar a doce. Ese grado de informalidad terminaba generando que las presentaciones se volvieran, por momentos, un tanto caóticas. “Surgimos hace unos años”, cuenta Tomás, “y sí, nos fuimos armando medio a los tumbos, con la gente que se iba copando con el proyecto”. Y agrega: “La idea era ensayar y generar un compromiso tocando mucho. El proyecto a veces en vivo resultaba un poco caótico porque había un montón de información en las canciones, que son cortas pero cargadas de información y en algunas oportunidades no estaban bien presentadas. Entonces, era un plato difícil para verlo. Estábamos aprendiendo a sabiendas de que no sonaba lo ideal. Ensayábamos tocando y a nivel de sonido no teníamos mucha prolijidad en el vivo, no iba por ahí. Y siempre conservando cierta actitud punk”.
Los dos EPs que editaron en esa época –Tototomás (2012) y Multifacético (2013)– son un reflejo de esos años: un sonido casero y casi completamente acústico. No faltaba tanto, entonces, para que esas canciones dieran su salto definitivo. A la distancia, ambos pueden considerarse como el estado germinal y anticipatorio de lo que vendría.
Jau Jau (2014) tuvo un proceso un tanto largo: desde sus primeras canciones maquetadas hasta que se editó y presentó –a sala llena en el Auditorio de Bellas Artes de La Plata en noviembre del año pasado– pasaron casi dos años. “En los primeros ensayos, después de casi acabarse el proyecto, redescubrimos las canciones, le reencontramos algo a la banda. Y de alguna manera convoqué a quienes más creía que aportaban al proyecto y sentían a la música desde el lado del juego también, porque es una propuesta que tiene mucho que ver con el juego.” Y vaya si es así: uno de los rasgos distintivos de estas canciones es su indómito espíritu lúdico. El juego, aquí, es motor y esencia: “Para mí la música representa un poco eso. No empecé tocando temas de otros, sino cosas propias, ideas que se me iban ocurriendo. Lo lúdico de encontrar goce y placer en eso. El juego nos permite ser un poco más flexibles de lo que, por ejemplo, me permitiría yo en mis roles socialmente aceptados. Permite romper un montón de barreras. Y además está lo de las sonoridades, la mayoría de las canciones las hago sin letras y después empiezo a buscar qué me quiere decir la actitud y la intencionalidad de la voz y la melodía. Y las letras van por ahí. Yo estudié sociología, soy docente y la música siempre lo hice desde otro lado”. Las canciones de Jau Jau, entonces: arrebatos breves de alegría y de angustia –el disco no llega a la media hora, hay momentos folks y eléctricos–; sus letras son tan largas –y austeras y profundas– como una microficción y muchas palabras aparecen, por ejemplo, deformadas o raramente acentuadas: “verdé”, “desencajadá”, “micró”, “ahorá”. Y también balbuceos que en su transcripción podrían decir “elejeló, belí beló” o cualquier otra cosa.
Y hay un puente que va desde estas canciones hacia la música de Eduardo Mateo, a pesar de que Tomás diga que lo ha escuchado menos que más y que, en esta casa donde vive, uno de los primeros discos que se ve sea, justamente, Cuerpo y alma. Y no tanto por la complejidad melódica y armónica sino, más aún, por otras cuestiones. Por ejemplo, esas canciones y palabras en una especie de proto lenguaje: “El Tungue le”, “Kin Tin Tan” o “Yulelé” (Mateo) rayan en paralelo con “Gan gan guen gon” (Tototomás) título de la canción que no hace otra cosa que repetir eso; la sintaxis alterada en sus letras: “Horizontes María yo vi de tus ojos mirando feliz” en Mateo, “Máquinas van inundando la ciudad, torres de sal el cielo nos quitarán, acechándote, todo lo verán, ojos de ciudad” en “Avioncito de Papel” de Tototomás. Toda la dulzura que cabe en una canción breve y acústica que sólo dice “Amigo lindo del alma, tersura de mi candil, encuentros en las llamadas y en una te quiero a ti” (Mateo), “Entiendo a las aves, su triste cantar, al viento pampero volteando el nogal, entiendo tus manos amasando el pan, mas nada comprendo por qué tú callas” en Tototomás; y las sonoridades rioplatenses y brasileñas en ambos. Pero Tomás no detiene allí sus influencias: “Eze Borra, El Botis y La Manzana Cromática Protoplasmática son quizá referencias más fuertes, que he escuchado más y que sin dudas me marcaron”. El influjo no siempre está atrás, a veces también a los costados.
En algunos bares, por mails, entre algunas charlas. Los meses previos a la edición de Jau Jau se colaba allí un rumor en común: el disco de Tototomás iba a ser realmente bueno. Juanito el Cantor (productor del disco) cuenta: “Es una gran banda de un gran compositor, gran cantante y gran guitarrista. La poesía y la lírica de Toto es poderosa. Sensible, genuina. Incluso cuando habla de algún dolor es austero, no se victimiza. El disco es melódicamente fresco y contagioso. Mi aporte como productor del disco fue sobre todo ordenar algunas ideas para que tengan más relieve, reversionar e incluir dos canciones de su primer EP (‘Suponías’ y ‘Fugaz’) y haber cuidado que el disco contagie la misma energía vital que tienen en vivo. La magia estaba a la vista, era un discazo sí o sí”.
Por lo excitante y por lo calmo, por lo eléctrico y por lo acústico, por lo que grita y por lo que susurra, por su arte de tapa, por su espíritu lúdico, por la variedad instrumental, por su genuidad, por el baile y el juego que propone (lo bailan los niños y las niñas –eso pasa en sus recitales–, lo bailan los abuelos y las abuelas –eso también pasa–), por lo que sube y crece, por lo que baja y nace. Por todo eso es que Jau Jau es un disco enorme. Y claro, también, por sus canciones, esas que en menos de tres minutos pueden poner a bailar y a llorar a todo el mundo.
Tototomás se presenta el 5 de junio en el Club Cultural Matienzo, Pringles 1249.
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