MUSICA Entre 1997 y 1999, con Internet en pañales y la world music todavía como un terreno de exquisitos, Ry Cooder primero y Wim Wenders después gestaron y popularizaron una reunión cumbre casi por accidente de glorias de la música cubana prerrevolucionaria, y así nació un fenómeno: Buena Vista Social Club. Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Rubén González y Orlando “Cachaíto” López, que eran ancianos cuando fueron redescubiertos, ya murieron. De aquellos integrantes originales quedan la cantante Omara Portuondo, el trompetista Manuel “Guajiro” Mirabal, el laudista Barbarito Torres y el trombonista y director musical Jesús “Aguaje” Ramos: ellos llegan a Buenos Aires en el marco de la gira mundial Adiós Tour, una despedida agridulce pero por todo lo alto que se acompaña de un disco, Lost and Found, con grabaciones encontradas e inéditos en vivo.
› Por Juan Andrade
Las compuertas de ese torrente musical que se dio en llamar Buena Vista Social Club se abrieron de par en par con el ritmo cansino de “Chan Chan”. Como si se tratara de un amor a primera vista, basta con escuchar los rasgueos iniciales del armónico de Compay Segundo y el timbre agudo de Elíades Ochoa describiendo el trayecto inicial de Alto Cerro a Marcané, para ser transportados al minuto cero de ese viaje al corazón del bolero, el son, la guajira, el danzón. El flechazo no fue simultáneo, ni simétrico. Internet todavía estaba en pañales y la denominada “world music” no tenía estatura masiva, pero entre 1997 y 1999, primero con la salida del disco y después con el estreno del documental de Wim Wenders, el mundo entero cayó rendido frente al encanto de esas melodías dulces y melancólicas, al tono inocente y picarón de algunas letras. Un soplo de aire fresco que llegaba desde la era prerrevolucionaria para hacer saltar por los aires la imagen cristalizada de la música cubana que, fuera de la isla, se había erigido alrededor de la Nueva Trova.
En términos tangueros, la que hace “chan chan” ahora es la historia que se puso en marcha allá por 1996, cuando Ry Cooder voló rumbo a La Habana enviado por el productor Nick Gold. Los detalles son conocidos: el disco que le había encomendado el sello World Circuit (una fusión de músicos locales y otros provenientes de Mali) nunca se llegó a materializar y lo que terminó gestándose fue una reunión cumbre de viejas glorias de los años ‘40 y ‘50. Así, casi por azar, surgió Buena Vista Social Club. El combo que fue sumando adhesiones acá, allá y en todas partes, para finalmente convertirse en un tanque todoterreno de ventas multimillonarias. Wenders trazó en las pantallas de los cines la parábola de esos ancianos que abandonaban una especie de limbo para convertirse, a puro talento, en héroes de película. Algunos de sus protagonistas más destacados, como Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Rubén González y Orlando “Cachaíto” López, ya partieron de esta tierra: son leyenda.
El fin de la aventura está a punto de tocar suelo porteño con el Adiós Tour que encabezan la cantante Omara Portuondo, el trompetista Manuel “Guajiro” Mirabal, el laudista Barbarito Torres y el trombonista y director musical Jesús “Aguaje” Ramos. ¿Qué sabor tiene la despedida? “Le seré sincera, yo prefiero pensar que es un hasta pronto”, confiesa Portuondo en un correo electrónico que llega desde Austria, en medio del tramo europeo de la gira. “Es un sabor agridulce, ya que nos despedimos de nuestro tan querido público, pero lo hacemos de una forma muy especial. Una gira mundial para agradecer a cada uno que nos ha acompañado, que se completa con un nuevo disco y un libro, el Pasaporte Orquesta Buena Vista Social Club, donde compartimos muchos recuerdos, anécdotas y fotografías exclusivas”, describe. “Nos emociona mucho ver la recepción del público y, en especial a mí, me pone nervioso antes de entrar”, cuenta Mirabal, a su turno. “Es un sabor muy positivo, de alegría, fiesta y mucho agradecimiento de nuestra parte”, agrega.
Grabaciones encontradas y tomas en vivo sostienen el andamiaje de Lost and Found, el álbum que funciona como epílogo discográfico. “Nick Gold guardaba muchas sesiones y temas de las grabaciones, tanto del disco de Buena Vista como de la serie que vino después. Temas que en su día no se incluyeron en el disco por varios motivos y que ahora por fin ven la luz”, explica Mirabal. “A través de los años, cada tanto nos preguntaban qué material inédito había quedado en la caja fuerte”, dice el propio Gold en el sitio web oficial. “Sabíamos que había algunas gemas, que estaban entre las favoritas de los músicos, pero siempre estábamos muy ocupados trabajando en el próximo proyecto, como para volver y ver qué más había ahí. Cuando tuvimos tiempo para hacerlo, encontramos una cantidad asombrosa de música maravillosa”, describe. “Creo que cualquier amante de Buena Vista debería escuchar al menos una vez el disco”, sigue Mirabal. “Son joyas inéditas, de grabaciones y también temas en directo de nuestras giras. Hay muchas sorpresas para que disfruten.”
Como una buena parte del material que vendría a continuación, el trabajo inaugural de la saga se registró en los Estudios Egrem (Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales) de La Habana, con un equipamiento analógico que data de la década del 40. Juan de Marcos González, el fundador de los Afro Cuban All Stars, por fin podía cumplir un viejo sueño: reunir a las figuras de los “años dorados” de la música cubana para darle forma a un trabajo colectivo. “Hay el nexo conector de Juan de Marcos en ambos proyectos, los Afro Cuban y Buena Vista. Y eso de alguna manera se ve: la relación es directa, entre los productores y los artistas que participamos en ambos”, dice Mirabal. “Juan de Marcos fue el encargado de juntarnos, de reunir a viejos conocidos más bien. Todo fue muy natural y fluía el buen ambiente. Fue un reencuentro de viejos amigos, plagado de risas y buenos momentos”, completa Portuondo. “La música siempre trae buenas cosas. Para nosotros, en aquel momento, el simple hecho de participar ya era algo especial.”
Cuando salió el disco en 1997, ¿imaginaban que podía suceder al menos una parte de lo que terminó sucediendo? “Ni en sueños”, responde la cantante. “Le aseguro que ninguno de los que estábamos en los Estudios Egrem en aquellos momentos podíamos imaginarnos ni la mitad de lo que sucedió y, afortunadamente, sigue sucediendo al día de hoy. Oiga, esto daría para un buen guión de película”, bromea la cantante vía mail. “No pensaba que esto se convertiría en lo que fue y es. Todas las personas envueltas nos sorprendimos muy gratamente”, coincide el trompetista. La presencia de figuras reconocidas como Cooder (primero) y Wenders (después) terminó actuando como agente catalizador para que ese caldo cubanísimo pudiera ser saboreado en todos los rincones del planeta. “Sin la película y sin el disco no creo que hubiéramos tenido una oportunidad tan buena de mostrarnos. No creo que se hiciera de una forma consciente, todo fue espontáneo. Y por supuesto que hay que agradecerlo, pues nuestra música se ha hecho internacional”, reconoce Mirabal.
“El lanzamiento, la repercusión en prensa y público, las giras y los premios. Todo fue sucediendo de manera muy rápida”, evoca Omara. ¿Cuáles eran los resortes internos de ese artefacto cultural que avanzaba sin reconocer fronteras ni barreras de ningún tipo? “Nuestra música tiene influencias de varias culturas: cantamos en castellano, tenemos algo del danzón de Francia y España, sonidos de la percusión africana, elementos del jazz y la música clásica, además de ritmos de Latinoamérica. Todo este batido se ha ido fusionando con los años y conformado nuestro sonido, el del cha cha cha, son, guajira, montuno”, detalla. Para Mirabal, en tanto, la “música tradicional cubana es rica en tantos estilos, como la música de los años ‘40, la de los grandes compositores y maestros. Nuestra música es bellísima y era conocida, pero nunca se había difundido de una forma tan grande. Me sorprendí muchísimo y todavía me sigo sorprendiendo por la pasión que despierta. Se hizo un trabajo muy respetuoso.”
Según Portuondo, lo mejor de la experiencia que vino a continuación fue “poder llevar a todos los rincones del mundo nuestra música, conocer tantos artistas que admiramos y actuar en emblemáticos teatros y salas. La contrapartida es estar lejos de los tuyos, como mi hijo y mi nieta Rossio”. Para la cantante, “las giras han sido largas e intensas. Son muchos viajes y países que recuerdo, experiencias hay para rato... Debería escribir un libro”, vuelve a bromear. A partir del éxito y de los múltiples desprendimientos del proyecto, llegaron a aparecer grupos de dudosa procedencia que se adjudicaban alguna vinculación con la etiqueta original. “Sí, es cierto. Buena Vista es mundialmente conocido y alguna vez se ha usado el nombre con diferentes intenciones”, coincide Mirabal. Y cierra: “Creo que los que conocen nuestro sonido y nuestra música no pueden confundirse”.
Antes del estallido popular, la impresión que se podía tener desde el exterior sobre la entidad conocida como “música cubana” –de la poesía comprometida de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés a la impronta bailable de los Van Van– posiblemente excluía mucho de lo que pasaba en el interior de la isla. “La música de los años dorados siempre ha estado muy presente en nuestra cultura”, dice Mirabal, en alusión a la corriente variopinta que alimenta el viaje de Buena Vista. “Este proyecto lo que hizo fue poner ese sonido y esos ritmos fuera de nuestras fronteras”, amplía. De la misma manera, cada uno de los músicos contaba con una extensa trayectoria previa en su haber. En el caso de Portuondo, se sabe, era conocida como “la novia del feeling”. “Empecé muy joven, junto a mi hermana, como bailarina en el Tropicana”, recuerda. “Luego pasé a formar parte del Cuarteto las d’Aida. Y posteriormente me propusieron grabar un disco en solitario, el primero de mi carrera, Magia negra, que reedité el año pasado. Ya para entonces tuve la oportunidad de girar por el mundo.”
“Mi padre fue director de la Banda Municipal de Melena del Sur, en mi casa siempre se estudió música. Comencé a tocar con 18 años”, cuenta, por su parte, Mirabal. “Durante muchos años trabajé en el Conjunto Universal, además de participar en agrupaciones de jazz como Swing Casino, el Conjunto Rumbavana, la Orquesta Cubana de Música Moderna, Estrellas de Areito, etc. ¡La verdad es que nunca he dejado de tocar!” Su estilo como trompetista, dice, “es un sonido muy cubano, auténtico. Suave y con swing”. Ese sello, que se destacó desde el disco inicial, lo llevó a registrar su trabajo solista. “Fue muy bonito poder grabarlo y formar parte de la serie Buena Vista. Todos los temas que interpreto son de Arsenio Rodríguez, todos ellos con descarga de trompeta: es un artista que admiro, al que conocí personalmente, pero nunca tuve la suerte de tocar con él.” ¿Qué importancia tuvo esta experiencia en su carrera? “Mucha –responde–. Algunas veces me he preguntado qué hubiera sido de mí. Lo seguro es que estaría tocando, como lo hago cada día.”
La escudería de la orquesta está integrada por una quincena de compactos que, además de los que involucran a la formación principal, llevan en su portada a figuras como Ibrahim Ferrer, Rubén González, “Cachaíto” Lopez y, claro, Mirabal y Portuondo. Los cruces entre los músicos se multiplican y se potencian en ese campo abierto bajo la mirada estratégica de Nick Gold, de World Circuit. El trompetista, por ejemplo, colaboró con Portuondo y con Ferrer. “Son dos artistas que admiro y son buenos amigos. Son iconos de la música cubana y me sentí muy halagado de que contaran conmigo para sus trabajos en solitario”, dice. La cantante registró BVSC presents Omara Portuondo y Flor de amor. “Ya tenía desde antes mi carrera en solitario, pero formar parte del proyecto como única voz femenina, así como de la serie Buena Vista presents, fue todo un honor. Un honor doble, porque podía desarrollar mi carrera y trabajar temas que tanto adoro como ‘La Sitiera’ o ‘Tabú’.”
La colección se acaba de completar con el recopilatorio Lost and Found, que por momentos alcanza los niveles de magia del debut, además de recuperar versiones notables que habían sido descartadas y el aporte musical de los ausentes. “El disco coincide con la gira despedida, es una bella forma de agradecer a todos por estos años, sacando a la luz joyas inéditas de anteriores grabaciones. Es un gesto de homenaje a los que no están, así como un hermoso regalo a todos los amantes de la música tradicional cubana”, define Omara. “Hay hermosos temas como ‘Mami me gustó’ de Arsenio Rodríguez, o ‘Lágrimas negras’, magistralmente interpretado por Omara”, destaca Mirabal. ¿Por qué no había sido incluido en el álbum inaugural? “En aquel momento, el productor decidió no incluir a ‘Lágrimas negras’ porque era un tema demasiado conocido fuera de nuestro país”, observa la cantante. “Tiene sabor” es otro clásico que corrió la misma suerte. “Es de las sesiones de mi disco Flor de amor. El tema lo tienes que hacer tuyo, pero a la vez interpretarlo con cariño y respeto”, explica.
Presentes en el disco, Compay Segundo, Ferrer y González también dejan su huella en el marco de esta despedida de los escenarios. “En el Adiós Tour hay una cabida especial para cada uno de ellos: es nuestro humilde homenaje a grandes artistas y amigos”, dice Mirabal. “Todos ellos eran enormes artistas, pero sobre todo eran hermosas personas. Con cada uno de ellos compartí momentos muy especiales, tanto en el escenario como fuera. Somos como una gran familia y los tres, así como Manuel Galbán o Cachaíto Lopez, están muy presentes”, completa Portuondo. Más allá de los momentos de emoción, anticipa el trompetista, los shows “son muy divertidos: todo el mundo acaba de pie y bailando. Lo que está asegurado en nuestro Adiós Tour es la fiesta, buena música y muchas sorpresas”. Cierra Portuondo: “Tengo muy buenos recuerdos de Argentina, de la última vez que estuvimos con la orquesta. El tango es una hermosa expresión: arte, sentimiento, sensualidad. También me gusta mucho la comida argentina. Será muy especial reencontrarnos con gente tan querida como los argentinos”.
La orquesta Buena Vista Social Club presenta su Adiós Tour el martes 26 y el jueves 28 de mayo, a las 21.30, en el Teatro Gran Rex, Corrientes 857.
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