Dom 24.05.2015
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PERSONAJES. EL HECHIZO DE ELIZABETH OLSEN, LA HERMANA MENOR DE LAS GEMELAS MARY-KATE Y ASHLEY, EN AVENGERS 2

UNA ESPECIE DE MAGIA

› Por Mariano Kairuz

¿Qué razones quedan para ir a ver una película de superhéroes cuando ya empezaron a parecerse todas demasiado entre sí, cuando el vendaval de escenas de acción dibujadas digitalmente impide distinguir las gracias individuales de algunos grandes actores que sucumbieron a sus sueldos millonarios o a la posibilidad de una exposición masiva y global? Bueno, en principio hay al menos una razón para ir a ver Avengers 2: La era de Ultrón: ir a ver a Scarlett. Siempre hay que ir a ver a Scarlett al cine. Cuando no queda ninguna otra cosa para ver –cuando ya ni siquiera hay suficientes escenas graciosas entre Robert “Iron Man” Downey Jr. y Mark “Hulk” Ruffalo, que era lo que salvaba a la primera película de convertirse en un plomazo–, Scarlett Johansson, más conocida a estas alturas para los fans del universo Marvel como la pelirroja y letal Natalia Romanoff, alias la Viuda Negra, garantiza unos cuantos destellos de gracia y belleza. La sorpresa con La era de Ultrón fue encontrarnos con que otra vez había que ver a Scarlett, claro, pero fundamentalmente había que ver a Scarlet. La diferencia es sutil, apenas una “t”, pero no podría ser más significativa. Mientras que la encantadora Mrs. Johansson –que filmó sus escenas estando embarazada– queda reducida a un injusto rol decorativo, la que quedó a cargo de ponerle algo de female power a esta primera de por lo menos ¡tres secuelas!, es un personaje llamado Wanda Maximoff, alias Scarlet Witch: la Bruja Escarlata. Otra Scarlet. Y la que la pone el cuerpo es una chica de 26 años, que ya lleva tres o cuatro en Hollywood pero que acá hace su segundo papel en una película de estas dimensiones, y el primero relevante. Su nombre es Elizabeth Olsen, y es una de las it girls del año.

Y Scarlet Witch hace, como se espera de ella, brujerías, y antes de pasarse al bando de los freaks titulares se pasa un buen rato hechizando e invadiendo sus mentes; pero si hay un hecho de verdad sobrenatural y mágico en la carrera de Olsen es que apenas apareció ya se las había arreglado para distanciarse de la complicada fama de sus dos hermanas mayores, las mellizas Olsen, Mary-Kate y Ashley, protagonistas durante ocho años –desde que tenían nueve meses– de aquella sitcom malísima llamada Full House. Para cuando Full House terminó, las nenas se habían convertido en una marca, ídolos infantiles, rostros de un montón de merchandising, y protagonistas de varios especiales y telefilms francamente insufribles. Eventualmente, se hicieron ricas vendiendo sus propias marcas de ropa, y aunque se volvieron básicamente irrelevantes como actrices, son bastante recordadas por la prensa estadounidense.

Lejos de renegar de ellas, Elizabeth suele contar que admira la manera en que manejaron su popularidad (“la fama es una cosa muy rara y no es fácil evitar que te arruine”), y que se crió en los sets en los que ellas trabajaban –incluso hizo sus primeros pasos como actriz en algunos de aquellos especiales televisivos, acreditada como Lizzie Olsen–. Pero también reconoce que cuando decidió dedicarse a la actuación tuvo que tomar una serie de decisiones que la resguardaran del riesgo de convertirse en la “hermana de”, teniendo en cuenta que no contaba precisamente con los genes del talento o algún otro prejuicio bobo por el estilo que pudiera utilizar a su favor. Así que lo primero que hizo fue estudiar en varias escuelas diferentes (incluyendo una en Rusia) y luego dedicarse durante un tiempo largo al teatro. Pero en enero de 2011, como una fuerza inevitable que estaba esperando para abrirse al mundo, se convirtió en revelación y en el comentario de todos mediante dos protagónicos bastante arriesgados en sendas películas de bajo presupuesto que se estaban presentando en Sundance. Una era Martha Marcy May Marlene, en la que interpreta a una chica que vuelve a refugiarse en la casa de su hermana tras una larga temporada en una secta tipo Manson. Sus escenas incluían la de su entrega ritual y sexual al líder del grupo, primer desnudo en cámara y todo. La otra, Silent House (estrenada acá como La casa del miedo), era una remake experimental del film uruguayo La casa muda que, filmado en apenas un puñado de planos-secuencia, requería de un compromiso total de Olsen, cuyo rostro debía sostener la imagen durante casi toda su extensión. En el curso de ese festival fue objeto de todos los elogios posibles, de la crítica (“Dio la sensación de que había llegado alguien nuevo capaz de marcar una diferencia”, dijo un periodista del Boston Globe) y de colegas y directores.

En los tiempos siguientes filmó varias películas de producción pequeña, casi ninguna de las cuales se vio por acá en cine, pero todas fáciles de encontrar en Internet: Peace, Love & Misunderstanding (que le dio la oportunidad de trabajar con Catherine Keener y Jane Fonda, y con el director Bruce Beresford, quien la comparó con la joven Cate Blanchett); Liberal Arts o Very Good Girls (con otra hermana de estrella juvenil, Dakota Fanning). Además de dos que sí se estrenaron, Luces rojas (con Robert DeNiro) y la no muy recomendable remake de la coreana Oldboy a cargo de Spike Lee, y sin contar su primera superproducción, Godzilla, que el año pasado la reunió con Aaron Taylor-Johnson, que allá hacía de su marido y ahora, en La era de Ultrón, hace de su hermano mellizo también freak y con poderes.

Un listado casi exhaustivo para revisar la breve carrera de esta chica que dice haberse criado viendo (las repeticiones de la divertida serie de los ’70/’80) Laverne & Shirley, enamorada de Frank Sinatra en Guys & Dolls, y queriendo ser Michelle Pfeiffer, Faye Dunaway en Network, Parker Posey en Waiting for Guffman, o cualquiera en Lo que el viento se llevó, incluyendo esa otra Scarlett (O’Hara, “un personaje al que, como Martha Marcy, uno quiere odiar pero no puede evitar querer”), y que se identifica con una generación de estrellas que, como Shailene Woodley (Divergente) se definen sin ingenuidad como conservadoras y tranquilas, lejos de los escándalos y las sustancias tóxicas que validaban a las auténticas movie stars de otras épocas.

Una lista para ver qué fue lo que hizo antes, mientras se prepara para su prometedor próximo paso, como la mujer de Hank Williams en el biopic con Tom Hiddleston y una vez que, como los Avengers –mediante unos pases de energía con las manos, una luz y un destello rojizo– hayamos quedado hechizados letalmente y sin retorno por ella.

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