DANZA > PARAJE DAS UNHELMICH
Dos bailarinas, o quizás una y su sombra, o fantasmas que recorren el escenario y hasta se diseminan por los pasillos y la platea del espacio de un teatro. De eso trata Paraje Das Unhelmich, de Josefina Gorostiza y Jimena Pérez Salerno, una obra que apuesta con fuerza a la sugestión y el misterio, desplazándose por esa tenue línea que separa lo familiar de lo siniestro.
› Por Mercedes Halfon
La figura de la chica con el pelo hachado en el medio y llovido sobre la cara es ya un icono del cine de terror: simetría absoluta, algo central que se oculta y en esa ausencia, las más horribles proyecciones de nuestra imaginación. Algo de ese mundo de horror japonés, femenino y sobrenatural, trae el comienzo de Paraje Das Unhelmich. Cuando las luces del teatro se encienden, una chica pequeña –cuerpo de niña, pelo hasta la cintura– aparece en un lugar inesperado para el espectador. No está sobre el escenario, ni en el centro, ni adelante, ni atrás. Está arriba, en un balcón que se asoma sobre la escena, espacio que probablemente solo sea usado habitualmente por técnicos o el iluminador. ¿Quién es? ¿Qué hace en ese lugar? ¿Por qué nos mira de ese modo lejano y ladino? Luego, con movimientos tan veloces que parecen animados por una fuerza no humana, corre por un pasillo metálico hacia una escalera que está detrás de la platea. Cuando se vuelvan a apagar las luces ya no sabremos dónde está y una sensación como de respiración en la nuca va a embargarnos, aunque sea solo una fantasía, una proyección de nuestra imaginación desquiciada.
Así arranca Paraje Das Unhelmich, la obra de Josefina Gorostiza y Jimena Pérez Salerno, que con tutoría de Gustavo Lesgart se estrenó en el festival de la Bienal de Arte Joven –junto con un conjunto de otras obras de artistas que la Bienal seleccionó y financió, dentro de lo más prometedor de las nuevas camadas– y ahora empezó su temporada oficial en el Espacio Callejón. Josefina y Jimena son bailarinas que vienen de poner el cuerpo en dos de las piezas más elogiadas de la danza local: Gorostiza en la bella y extrema La Wagner de Pablo Rotemberg, y ambas en la festiva y festejada Villa Argüello de Celia Argüello Rena. Así que ahora los ojos están puestos en ellas. Esta es la primera obra que dirigen e interpretan en dúo, un desafío importante, del que viendo la obra no tenemos por qué enterarnos. Más bien parece que jugaron ese juego a la perfección.
El proceso de la pieza, cuentan, comenzó hace dos años como su trabajo de graduación de la Licenciatura en Composición Coreográfica del UNA. Como quedaron muy entusiasmadas, decidieron seguirlo y aprovechar la convocatoria para desarrollo de obras que realizaba la Bienal. Gracias a la producción que brinda esa plataforma, Josefina y Jimena pudieron dedicarse un año a investigar, ensayar y rodearse de un equipo artístico de lujo en todos los rubros. Algo que también suma a que la obra que vemos sea de tal impacto visual.
El espacio está ocupado por una columna y un banco del mismo material –una madera muy lustrada– que conforman una T invertida. La columna es un eje, como el palito del tocadiscos sobre el que ellas van a orbitar una y otra y otra vez. Las chicas están vestidas en tonos carmesí y exactamente iguales. Solo quien las conozca mucho podrá notar alguna diferencia entre ellas. Una sale de atrás de la columna, camina dibujando un círculo en el espacio y vuelve a desaparecer. Sale otra y hace el mismo recorrido hasta desaparecer. Sale la primera y mientras camina comienza a girar levemente la cabeza hacia atrás, como si quisiera corroborar si alguien la está siguiendo. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Son dos chicas o una sola? ¿Una es la sombra de la otra? ¿El Doppelgänger ataca?
Quizás esta figura fantástica proveniente del imaginario germano nos acerque a algo del extrañamiento que producen las chicas de Paraje Das Unhelmich. Recordemos que el Doppelgänger es el doble fantasmagórico de una persona viva. Literalmente significa el doble-andante, o como se decía antiguamente, “el que camina al lado”. Este extraño personaje fue usado en literatura de ciencia ficción y en la fantástica; se utiliza también de forma extendida para designar a cualquier doble de alguien vivo, que toma la forma de gemelo malvado. ¿Cómo es esto en la danza? Dos personajes que aparecen de un lado u otro de una columna, adelante y atrás de un banco, generando formas duales siempre cambiantes, como un test de Rorschach en vivo, manchas hechas por cuerpos en movimiento.
La obra se desarrolla sobre un inquietante colchón sonoro compuesto por Fernando Tur, al que se suman fragmentos musicales de Bernard Herrmann de films como Psicosis y Vértigo de Alfred Hitchcock. Y algo en esa mezcla de músicas que apelan a nuestro acervo cultural del miedo –consciente o inconsciente– nos va conduciendo al clima en que estos pequeños personajes femeninos bailan. La idea de la duplicación rápidamente va a avanzar hacia otros rumbos que rompen esa perfecta simetría de cuerpos. Se aceleran los movimientos, las búsquedas y los recorridos del espacio se enloquecen, llegan por momentos a rozar el humor, a veces a un misterio insondable. La búsqueda siempre está atenta a generar inesperados efectos sobre la percepción del que mira, sorpresas, golpes de efecto. Se desvanecen los límites entre fantasía y realidad, y el borde entre lo conocido y lo extraño se vuelve difuso. A veces un dibujito animado, un manga, un cuento infantil, una película de miedo, o la mezcla de todas esas cosas. Caperucita bailando con el lobo.
No es casual que Josefina Gorostiza y Jimena Pérez Salerno hayan bautizado su obra como Paraje Das Unhelmich, es decir, la calle de lo siniestro. Las zonas que transitan estas féminas, espíritus del bosque, las acercan a ese paraje: lo que es cercano, familiar, pero puede volverse desconocido, y por eso mismo, ominoso, siniestro.
Paraje Das Unhelmich se puede ver los jueves 21 horas en Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Entradas: $120/ $80.
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