COMIC > ALIEN TRISTE
Pedro Mancini surgió como dibujante en el mundo del fanzine pero, hace un tiempo, a través de las redes sociales, dio a conocer a Alien Triste, un personaje que viene del espacio, vive en Ituzaingó y también es dibujante. Ahora el melancólico alienígena acaba de llegar al libro editado por Hotel de las Ideas, un resumen de las aventuras de este personaje fóbico y entrañable, autorreferencial y fatalmente humano.
› Por Andrea Guzmán
En la pared de la muestra cuelga un misterioso dibujo en blanco y negro que rompe todos los récords de cantidad de gente estancada curioseando a su alrededor, y por qué no decirlo, también el de caras desconcertadas y jovencitos que no entienden muy bien su intención. Es el dibujo de Pedro Mancini, el que imaginó cuando lo invitaron a participar de esta exposición cuya única temática era el humor gráfico. Una ilustración compleja, versión propia, inquietante y oscura de El pequeño Nemo en el país de los sueños, el clásico comic pesadillesco de Winsor McCay. Un cuadro único en medio de todas las viñetas a su alrededor. Sin color, sin diálogo, sin remate. “Me parece que no entendí bien la consigna” reflexiona Mancini parado taciturno frente a su obra con una cerveza en la mano. Es una instantánea para coleccionar, que también puede sintetizar algo del espíritu de su Alien Triste, el héroe de los corazones rotos que se difundió rápidamente por las redes sociales y que se acaba de editar en formato físico a través del siempre original sello Hotel de las Ideas. El libro reúne las aventuras de un fóbico personaje alienígena con ansiedades humanas, desagradable y querible en partes iguales, que parece interpelarnos a los que nunca entendimos bien cuál era la consigna de todo esto.
Luis es dibujante y la base de su alimentación es el arroz con lentejas. Vive en un monoambiente con sus ratones y sus orugas y le gusta el heavy metal. Aunque Luis es un alien y tiene una cabeza de tentáculo móvil y viscosa, su hábitat es el conurbano bonaerense y camina por Ituzaingó en traje y corbata como si nada. Gasta todo su dinero en psicoanalistas y en el bar, y se la pasa indeciso entre una verborrea quejumbrosa o sin decir ni una palabra en absoluto. Es cierto, no parece una reseña de colección, pero es que Alien se las arregla para ser un personaje graciosísimo, capaz de convertir el escenario más patético en un cuadro hilarante y empático o de simplemente quedarse sentado a contemplar la desgracia pasar. Así, sin color, sin remate, y a veces hasta sin diálogo. “Con Alien y también con esto de empezar a hacer humor, comenzaron a colarse ciertas vivencias personales. Creo que lo que trato de hacer es mezclar un componente fantástico con algo muy mundano. Me causaba gracia la idea de un tipo con cara de tentáculo caminando por zona Oeste” dice Mancini. También se lo puede ver al Alien con su cara inexpresiva de Buster Keaton espacial en todo tipo de situaciones: siendo rechazado en la revista Fierro, sentado sin hacer nada “para no tener gastos”, o vacacionando en la plaza Flores donde también vive Godzilla. Una tragedia de equivocaciones filtrada por recuerdos de infancia, referencias pop que van desde He-Man hasta William Burroughs, crítica musical especializada y momentos dulcísimos e inesperados que podrían identificar a cualquier lector con espíritu algo trizado pero suficiente cinismo para hacerle frente con humor.
“Acá tengo a uno que dice que mucho no le interesan los superhéroes” denuncia un guardia de festival de comics registrando al pobre Alien en busca de fanzines de contrabando. Es verdad que el corazón del autor está anclado decididamente en el mundo de la autoproducción y el fanzine y está claro que siempre mantiene un pie de ese lado cuando se le caen de la mochila un montón de pequeñas historietas de papel. Con sus amigos del colectivo Grupo Niños se hizo conocido en el circuito con la revista Ultramundo y forjó un estilo bien propio caracterizado por dibujos oscuros, introspectivos y crípticos. O lo que él mismo acuña como un tipo de dibujo “mal flashero”. Criaturas de pesadilla que te comen la cara, chicos a los que les sale masa negra por la boca, calaveras gigantes que persiguen a jovencitos a la parada de colectivo. “Era un tipo de dibujo muy hermético que a veces ni yo mismo entendía” dice el autor. Alien Triste es uno de los más divertidos y entrañables nuevos lanzamientos del año, pero nació como un divertimento personal y minimalista en el que Mancini subía a internet algunas de sus propias desventuras en un momento conflictivo de su vida. Una versión más accesible y cruzada por lo autobiográfico de sus personajes que no se demoró en recolectar varios fanáticos bastante fieles en Facebook. Tantos, que fue la editora francesa Claire Latxague, la que lo impulsó a llevar el proyecto afuera de lo digital, donde ya tuvo suficiente empatía con el público europeo para ser editado a final de año por la editorial Insula en Francia.
Pedro Mancini viene de una familia de artistas en distintos matices. Su padre tenía una tienda de instrumentos y por eso se pasó la adolescencia tocando la batería, el oficio al que quería dedicarse en un principio (al pobre Alien se lo pasan expulsándolo de bandas experimentales, menospreciando su instrumento, o mandándolo a tirar la basura cuando escucha música a oscuras). Su abuelo fue Ricardo Passano, un súper galán de cine argentino de los años 50. “El hilo conductor para mi siempre fue la idea de contar historias. Respiré eso desde muy chico viendo a mi abuelo ensayar en su cuarto lleno de fotos y de máscaras, muy teatral. Yo soy bastante tímido y fui directamente por el lado del dibujo”. La relación a la vez problemática y amorosa con su abuelo está enmarcada en “El niño oruga” un interesante y sensible comic que se puede encontrar digitalizado, que saldrá el próximo año en papel y que verdaderamente vale la pena leer. Mancini se encontraba dibujando esta historieta inquietante y silenciosa sobre la temporada de un niño desadaptado cuidando a su abuelo enfermo, cuando nació la idea de Alien Triste. Y deja la sensación de que hay algo de ese afecto y esa manera particular de percibir el mundo, que aunque parezca inaccesible y sombría, genera finalmente tanta recepción e identificación. Que en su cinismo y su patetismo exagerado, no deja de ser un personaje sensible y querible. Y aunque en sus palabras, el autor dice preferir las historias de perdedores, hay algo de heroísmo en este hombre que se siente alien en la Tierra, convirtiendo en un festejo las fisuras más profundas.
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