TEATRO > WILLIAM PROCIUK
Como actor trabajó con directores como Javier Daulte o Mariana Chaud, pero desde hace varios años William Prociuk también viene creando una sólida y particular obra como director y dramaturgo. Ahora presenta Pequeños círculos, una pieza con elementos góticos y de intriga alrededor de un escritor y sus dos esposas suicidas; él intenta escribir un libro sobre ellas y de a poco se va alejando de los amores terribles para acercarse a una reflexión sobre el mismo proceso de la escritura.
› Por Agustina Muñoz
La dramaturgia, el amor y el suicidio. William Prociuk dice que su nueva obra gira en torno a esas tres obsesiones. Y luego de verla, uno entiende que no se trata de tópicos que el texto podría tocar, sino el entramado profundo que las obsesiones tienen en el acto creativo, en este caso el de Prociuk, que se une a la idea recurrente de la melancolía ligada al acto de escribir, a la necesidad del autor de calmar fantasmas, de la escritura como el acto que redime de lo que no se puede hacer en vida. Y así como Las Ideas, de Federico León, trata precisamente del proceso creativo que lleva a un puñado de ideas a desplegarse y convertirse en una obra, con el mismo artista en escena, Pequeños círculos, por el contrario, propone una ficción que muestra a un escritor tratando de escribir una obra de teatro. No es una obra performática en la que se discute el acto de creación sino una narración pura con un texto contundente y complejo, que rinde honor a una escritura teatral que sobrevive a lo postdramático y reclama el pathos de nuevo para sí.
William Prociuk tiene una larga y frondosa carrera como actor con directores como Javier Daulte, Mariana Chaud, Paula Marull y Matías Feldman, y desde hace varios años que viene creando una sólida y muy particular obra como director y dramaturgo. En sus obras se nota el trabajo preciso y minucioso que un actor tiene cuando dirige a otros actores, ese conocimiento profundo de lo que significa el trabajo emocional con un texto y el viaje sinuoso que puede significar cada función. Pero lo que sobresale es la presencia de un autor con un gran dominio sobre su obra.
En su nuevo trabajo, Albert (Alberto Suarez) es un escritor de best sellers que vive en la misma casa en la que dos de sus amantes (Margarita Molfino y Debora Zanolli) se suicidaron. Está intentando escribir una obra en la que aparecen ellas y él de joven (Valentino Alonso), tal como se sigue viendo a sí mismo en sus recuerdos. Esta obra, tal vez la que lo libere de su oscuridad, es quizás el texto imposible, aquel con el que sueña todo escritor. Esa batalla, la de los recuerdos, la escritura y el intento por entender es la que se libra en Pequeños Círculos. Prociuk, como un mago, nos envuelve en una atmósfera noir y hasta gótica para engañarnos con una historia de amor y muerte ajena, que esconde la verdadera razón de esta obra: su propia relación con la escritura. ‘Cuando yo escribo teatro me encuentro con gente adentro de mi casa. Siete u ocho meses conviviendo con esas voces. Esta obra es lo que a mí me pasa cuando escribo.’, dice Prociuk.
En el comienzo de la obra, ante la aparición de las mujeres muertas en la casa de Albert, nos da la sensación de estar ante una obra de género fantástico. Después, ante una serie de interrogantes que va desplegando hábilmente el texto, la obra gira hacia la intriga; para después, con la entrada de Agustín Mendilarzu como el editor, convertirse en una obra psicológica sobre una persona perturbada. Pareciera que Prociuk hace uso de los géneros para provocar algo, como en su obra anterior que coqueteaba con el melodrama en su más oscura estirpe y antes en Biónica y Mágica, que eran de ciencia ficción. “No son elecciones conscientes”, dice. “Supongo que los géneros me habilitan a desplegar cierta partitura emocional que necesito para la idea de la obra. Pero no creo que trabaje con géneros, más bien una atmósfera, o un tono de actuación que me ayuda. Mis primeras obras sí eran ciencia ficción. El proceso de escritura de Biónica- que empezaba con una persona que contrata a cuatro científicos para que la maten –justo coincidió con la muerte de mi papá. Y yo, de repente, llego al encuentro con Walter Jakob -quien me estaba ayudando con la dramaturgia- y le doy un material en el que revivía. Entonces, él me dice: ‘Escribir teatro es hacer vivir!’. Eso es algo que me quedó grabado y que tiene mucho que ver con este nuevo material. Las obras se escriben en momentos precisos de la vida, en el que tenías una pregunta para hacerte y la obra es la respuesta. Mis obras tienen que ver con mi propio estado de melancolía, mi relación con la muerte; escribir ciencia ficción para que nadie muera en la vida”.
Ese desdoblamiento que implica la escritura es un tópico en la obra de Prociuk tanto conceptualmente como procedimiento formal. En sus obras hay gemelas idénticas, dos mujeres que se matan de la misma manera, dos actores haciendo un mismo personaje. ‘Esta nueva obra está llena de dobles. Hay una obra dentro de otra obra, un escritor que escribe a otro escritor. Pero encima, éste es un escritor plagiador, es un escritor que no escribe. Ha publicado cinco libros y se convirtió en best seller con novelas escritas por sus amantes. Ellas eran las que escribían. Esta obra sobre su vida es la primera cosa que quiere escribir. Durante los ensayos, una de las actrices me dice: ‘¡Pero esta es la historia de Sylvia Plath, Ted Hughes y Assia Wevill!’ Yo no conocía esa historia y sin embargo, la escribí. El plagio está dentro de la ficción. El doble es el otro, es lo otro en mí, son las dos caras posibles de las cosas”.
Pero además de muerte, está también el amor. Algo contradictorio en un personaje que podría generar aversión y sin embargo, destila una profunda melancolía y soledad. “Es que es amor, amor puro y duro. Durante treinta y cinco años pensó en ellas, amándolas como las ama, recién ahora se pone a escribir sobre lo que pasó. Yo me pongo a pensar en este tipo, su soledad, incansables horas, años, pensando en ellas. Él las espera hasta que las encuentra, ésta es la previa a la obra de teatro que está escribiendo. ¿Se juzga a este tipo que estuvo con una y con otra, que era satélite de los materiales que luego publica? ¿Qué tuvo que ver él con los suicidios? ¿Cómo se explica que alguien se mate? ¡Imposible! Prefiero ir cada vez más hacia un lugar en el que no haya juicio, dar lugar a la complejidad y al misterio de las cosas. Una vez que perdió todo, a él le quedan los textos con los que busca el cariño de los otros. Ese es el fin de todo esto. No es reconocimiento la palabra, es cariño. Ese es para mí el porqué de este oficio’.
Pequeños círculos se puede ver en Espacio Callejón, Humahuaca 3759, los viernes a las 23.30. Reservas: 4862 1167
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