Dom 13.12.2015
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ICONOS > KURT COBAIN

MI MUNDO PRIVADO

En mayo pasado, HBO estrenó Montage of Heck, el extraordinario, revelador y profundamente melancólico documental sobre Kurt Cobain dirigido por Brett Morgen con decenas de filmaciones en súper 8, centenares de videos en VHS, más de 4 mil páginas de sus diarios y unas 200 horas de grabaciones caseras que le cedió Courtney Love; de la producción se hizo cargo Frances Bean, la única hija de Cobain. Y ahora llegó la banda de sonido, Montage of Heck: The Home Recordings, básicamente las grabaciones caseras, un puñado de maquetas de canciones a medio terminar, borradores que se alternan con juegos vocales e instrumentales, chistes y monólogos tenebrosos. El material es perturbador y para muchos demasiado crudo, una excursión por la intimidad del artista que resulta intrusiva.

› Por Juan Andrade

Kurt Cobain tenía alrededor de 19 años, todavía no había logrado convencer al bajista Krist Novoselic de formar una banda y rondaba por las calles de Aberdeen como bola sin manija. En medio de ese cuadro personal con pronóstico reservado, el flaquito de rostro angelical y mente atormentada registró con un grabador de cuatro pistas una colección bizarra e indescifrable de ruidos, efectos de sonido, voces de la tele y la radio y fragmentos de canciones como “ABC” de los Jackson Five y “Hot Pants” de James Brown, entre otras de los Beatles, Simon & Garfunkel, Frank Zappa y Led Zeppelin. Un cóctel demencial de gustos y aversiones propios metidos en una batidora sónica y envasados en un cassette de entrecasa que el artista cachorro tituló Montage of Heck, algo así como Collage de demonios.

Los 36 minutos del audio en cuestión comenzaron a circular vía Internet a fines del año pasado, junto con la noticia de que Brett Morgen, el director de documentales como The Kid Stays In The Picture (sobre el legendario productor Robert Evans) y Crossfire Hurricane (sobre los Rolling Stones) estaba terminando de darle forma a una biografía fílmica del líder de Nirvana. Y la carnada, claro, funcionó. Kurt Cobain: Montage of Heck fue estrenado en mayo pasado en la pantalla de HBO, después de pasar por Sundance, Berlinale y otros festivales de cine. Para construir su relato, Morgen utilizó decenas de filmaciones en súper 8, centenares de videos en VHS, más de 4 mil páginas de sus diarios y unas 200 horas de grabaciones caseras, almacenadas en unos 108 cassettes, entre los que se encontraba el que dio título al proyecto.

El tesoro audiovisual que sirvió de materia prima para el relato fue confiado a Morgen por Courtney Love, la viuda del compositor, cantante y guitarrista, que lo mantenía guardado bajo siete llaves. Frances Bean Cobain, la única hija de la pareja de músicos, se puso al hombro la película como productora ejecutiva. Pero contra lo que podría desprender del rótulo de “autorizado por la familia”, el documental pinta de cuerpo entero, con sus virtudes y defectos a cuestas, al autor de “Smells Like Teen Spirit”, “Come As You Are” y otros tantos himnos de ese movimiento que marcó a fuego los 90 y se dio en llamar grunge. Montage of Heck fue celebrado acá, allá y en todas partes. Después de intentos varios que incluyeron a la errática y por momentos insulsa Last days de Gus Van Sant, la vida proteica y turbulenta de Cobain por fin encontraba una aproximación completa y definitiva.

En el plan trazado por Morgen, el círculo debía cerrarse con la edición de la banda de sonido. Y así fue como Montage of Heck: The Home Recordings llegó a las disquerías físicas y virtuales a mediados de noviembre. “Hay un enorme interés de parte del público en explorar cómo se crea el gran arte. Revisamos manuscritos, averiguamos cómo fue que Leonardo Da Vinci llegó a sus creaciones finales. Yo pienso que Kurt es un artista profundo e increíblemente importante”, se justificó Morgen en una entrevista publicada por el New York Times. “Si te encontrás con un borrador del Guernica de Picasso, ¿alguien va decirte que no lo mires?”, planteó, forzando aún más la analogía. Lo cierto es que, así como el documental había cosechado una aprobación casi unánime de la crítica y el público, el disco generó una reacción no menos generalizada de la prensa, aunque por las razones opuestas.

IMAGEN Y SONIDO

Una de las principales virtudes del documental de Morgen es el equilibrio que establece, en sus propios términos, entre “un 50% de imagen y un 50% de sonido”. Lo que aparece en pantalla y brota de los parlantes es el derrotero emocional y artístico del músico, desde su llegada al mundo en 1967 hasta los instantes previos a aquel escopetazo que le puso punto final en 1994. Su infancia, adolescencia y juventud se erigen como puntos medulares del relato. Desde las filmaciones caseras que lo muestran como un niño algo retraído que dibuja garabatos alegres y no se separa de su guitarra de juguete, hasta la narración en primera persona de su traumático debut sexual con una compañera de escuela a la que los demás describen como “retardada”, una vivencia que lo sometió a la humillación de sus compañeros y lo empujó a las vías del tren para un temprano intento de suicidio.

La voz del protagonista sirve de motor narrativo para este y otros episodios, incluyendo sus primeros ensayos musicales, que aparecen a lo largo de las 2 horas y 25 minutos de la película. Pero se apoyan en animaciones que le aportan una dinámica de videoclip y una estética de comic animado a todo el asunto. Son piezas que hacen sistema con las entrevistas a sus padres, su hermana, su madrastra, su ex novia Tracy Marander, su viuda Courtney Love, su eterno compinche Krist Novoselic (Dave Grohl no fue de la partida por un problema de agenda). Desprovista del soporte visual y del contexto más amplio que le daba sustento, ubicada en la secuencia de un soundtrack compuesto mayoritariamente por experimentos sonoros y vocales, la misma narración del debut sexual, titulada “Aberdeen”, pierde consistencia. Por más que se trate de un Cobain con timbre de veinteañero en la inusual situación de evocar una aventura tortuosa del pasado reciente.

Cuando se encontró con el enorme archivo personal del músico, lo que Morgen se propuso fue poner en cuestión la imagen cristalizada que el público en general y los fans en particular, podían tener sobre la estrella mayor del grunge. “Al revisar todo el material, encontré dos tipos: el personaje público y la persona. Y a mí solo me interesaba conocer la experiencia de la vida de la persona”, explicó Morgen entrevistado por El País de Madrid. “Como en Boyhood, acompañamos a Kurt Cobain en su viaje vital”, decía en otra nota. A través del testimonio de sus familiares y seres queridos, no siempre condescendientes con el ídolo de masas, el objetivo de bajar el mito a tierra y mostrar su dimensión humana fue cumplido con creces. Lo paradójico es que el epílogo de la historia pergeñada por el director sea un disco que sólo se mantiene en pie por el calor que irradia la mitología del fundador de Nirvana.

Montage of Heck: The Home Recordings salió al mercado en múltiples formatos, desde la edición en MP3 hasta un doble vinilo, pasando por el compacto, en su versión especial de 31 pistas o en la más acotada de 13. Se trata de un puñado de maquetas de canciones a medio terminar, grabadas con despreocupado espíritu lo-fi, que se alternan con juegos vocales e instrumentales, viñetas de intención humorística y monólogos tenebrosos como el mencionado “Aberdeen”. Un combo que responde más al sentido de la oportunidad comercial de los productores que a algún criterio artístico o musical. Publicada en el diario inglés The Guardian, la conclusión del periodista Alexis Petridis al respecto es lapidaria: “En 21 años, la industria póstuma de Nirvana pasó de lanzar el extraordinario MTV Unplugged en Nueva York de la banda, a sacar grabaciones de Kurt Cobain haciendo ruidos de pedos, literalmente. Ya es hora de parar esto”.

APUNTES MUSICALES

Si después avanzar a través de las páginas de los Diarios de Cobain un seguidor de su música podía experimentar cierta fatiga y, a la vez, la sensación de que se estaba alejando de lo que podía haber de verdaderamente interesante en el artista, la misma experiencia se multiplica exponencialmente en los 71 minutos y 5 segundos de la edición deluxe del disco o en los 33:41 de la estándar. ¿Qué diría un obsesivo del sonido, capaz de buscar y rebuscar el punto exacto para calibrar la distorsión de un riff en la sala de ensayo o el estudio de grabación, si alguien pudiera escucharlo rasgar una guitarra desafinada y aullar como un maniático en un registro de baja calidad extraído en la intimidad de su lugar de trabajo? La pregunta es hipotética, pero hay al menos cierta falta de tacto en la decisión de abrir las puertas de la cocina del músico y exponer su natural desorden a la mirada ajena y, también, al ridículo.

“Kurt odiaba ser humillado. Lo odiaba”, subraya Novoselic en un tramo de la película. Sólo un fanático acérrimo de Nirvana podría pasar por alto que, en Montage of Heck: The Home Recordings, la capa que lo protege de la vergüenza ajena se afina hasta quedar casi disuelta. Al revisar el conjunto, la idea de “álbum” con la que creció el ícono de los 90 brilla por su ausencia. Su genio, su talento y su sensibilidad emergen solo de a ratos y, cuando ya parecía una causa perdida, reclaman atención. Sucede cuando se hunde en las profundidades de “And I Love Her” de los Beatles, por ejemplo, en busca de su corazón pop. Una relectura acústica que logra emocionar y que hubiera encajado perfectamente en el Unplugged del trío. Algo similar pasa con “Sappy”, que lo muestra desnudo frente a la canción: susurra con voz grave una letra que cobraría su carácter definitivo cuando se la apropiara Nirvana.

Algunos demos, como “Beans” y “Clean Up Before She Comes”, ya habían aparecido en With the Lights Out, en tomas alternativas. En definitiva, por contraste, hasta el material más precario incluido en el boxset de Nirvana sale mejor parado. En el que abre la lista de Montage of Heck: The Home Recordings, “The Yodel Song”, se lo escucha a Cobain “desperezando” sus cuerdas vocales con una especie de canto tirolés antes de emprenderla con el tema, aunque su convicción se va desinflando a medida que avanza y, ya hacia el final, boludea con unos acordes y bromea sobre lo desafinado que suena todo. “The Happy Guitar”, ubicado en el quinto lugar, suena como un ejercicio de digitación con la acústica en clave blusera. Y en el décimo, “Reverb experiment”, enchufa la viola eléctrica y se dedica a probar el pedal en cuestión, algo que resulta tan monótono como aburrido. Las tres piezas, equidistantes, ofrecen un catálogo en degradé del sinsentido.

El popurrí integrado por “You Can´t Change Me /Burn My Bitches /Something in The Way”, lo muestra en un intento de alternar los rugidos del heavy metal con las melodías cantadas de la tradición pop, esa clase de transiciones que conmovían en sus días de Nirvana pero que en este caso no se diferencian de los ensayos (gallos incluidos) de un amateur. Los fragmentos musicales deshilachados y la exploración de los efectos que se pueden obtener con su instrumento, se complementan con un grupo de piezas en las que juega con su voz, acelerando o ralentizando la velocidad del grabador/ reproductor para obtener un registro más agudo o más grave. Son sketches que pretenden ser graciosos, suenan como parodias de Mickey Mouse o el Pato Donald y quedan a kilómetros de distancia de ese sentido del humor oscuro y retorcido que se adivinaba detrás de la furia electrificada de Nirvana.

Morgen asegura que Montage of Heck: The Home Recordings no es una mera compilación, sino “un álbum conceptual, un viaje, una experiencia”. Los temas incluidos “no son sobras y material descartado insignificantes”, agrega el director en la misma entrevista. Pero la suma de canciones a medio terminar, apuntes para posibles arreglos, pruebas de laboratorio, chistes y piezas habladas no da como resultado un disco solista de Cobain. En la mayoría de los casos, son borradores de borradores que se estacionan a kilómetros de distancia de las gemas pulidas que relucen en trabajos como Nevermind o In Utero. “Do Re MI”, el tema que cierra la lista de la edición deluxe –una de las últimas composiciones de Cobain, también incluida en With the Lights Out pero con otra versión– se puede escuchar como un testimonio audible de lo que pudo haber sido y, lamentablemente, no fue.

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