HISTORIETA > POWER PAOLA
Empezó a hacer historieta bastante “tarde”, hace menos de diez años –antes solamente dibujaba–. Y lo hizo inspirada en voces de la historieta autobiográfica como Julia Wertz y Julie Doucet, voces femeninas que, hasta entonces, Power Paola desconocía. Así editó Virus tropical, su primer libro basado en sus recuerdos de infancia en Colombia y Ecuador y ahora acaba de editar –después de publicarlo online en Historietas reales– QP (Eramos nosotros), un registro de los ocho años de vida en pareja con su ex, una novela gráfica que deja en claro su mayor don: saber capturar los instantes de la vida, momentos que después terminan siendo recuerdos o ni siquiera eso. Entre la enorme cantidad de historieta autobiográfica disponible, Power Paola es distinta por su falta de solemnidad y paradójicamente, de ombliguismo: parece más interesada en la vida de los demás que en la suya propia.
› Por Juan Manuel Domínguez
Alguna vez Jane Austen dijo que “las tonterías dejan de serlo cuando son realizadas de forma atrevida por gente con sensibilidad.” Power Paola, nombre de pluma de Paola Gaviria, y sus modos autobiográficos en las historietas no solo representan perfectamente esa frase, sino que un poco son alterativos de ellas. ¿Qué sería una tontería a la hora de registrar lo autobiográfico? ¿Ignorar instantes “importantes” y denegar, por ejemplo, la importancia de esas memorias XS, las más frecuentes? Power Paola posee, por suerte aunque no extrañamente, tres libros publicados en nuestro país y en todos ellos cuestiona qué podría llamarse tontería y qué no. El primero fue Virus tropical, que generó –por sincera, dibujos blanquinegros y género– una eterna comparación en todos los países donde ha sido editado con Marjane Satrapi, la autora de Persépolis. Sus sucesores son los bocetos del Diario de Power Paola y QP (Éramos nosotros).
Si hay una marca de agua en lo autobiográfico que es brújula y norte en Power Paola tiene que ver con su acercamiento, con la forma de reconstruir instantes que van desde sus primeros dieciocho años de vida en Ecuador y Colombia (Virus Tropical) hasta momentos de una relación de casi ocho años que fue determinante en el pasaje de ser una artista plástica a abrazar el, por ese entonces desconocido por ella, mundo de las historietas (QP). Hay mucha autobiografía en el mundo de las historietas. Demasiada, sobre todo en los últimos quince años. Las hay de todos los calibres y tamaños: de construcción orfebre, de modos desbarrancados, con más ánimo de levante de señoritas indies, con agenda furiosa, con sinceridad ñoña, con ñoñez de cámara, con real intriga por el día a día. En ese infinito salón de espejos que es la autobiografía, Power Paola es distinta. ¿Por qué? Porque no parece forzar ningún tipo de lectura, o incluso identificación. Su vida es excepcional, seguro, pero ella entiende que no lo es más que ninguna otra: su milagro radica en su fascinación con los demás, con el otro, y con bajar eso a una página. No hay bronce de la confesión, como la misma Power Paola dice: “En el momento en que veo dibujadas las situaciones que, antes, me habían hecho daño dejan de atormentarme, pierden de inmediato ese peso que tenían en mi cabeza. Incluso llegan al punto de sentirse banales.”
En esa calma, en ese registro puntilloso pero que entiende el medio y sus silencios y sus blancos como pocos autores, Power Paola captura instantes, entiende a la perfección (o una perfecta imperfección) cómo respiramos nuestros recuerdos, cómo van desgranándose infancias o amores en ese limbo que somos día a día. Y, aquí su milagro, sabe cómo crear un antídoto que no busca ser cura pero sí bálsamo. Power Paola cuenta que no siempre la historieta era una opción: “Cuando empecé a hacer historietas, las hacía sobre mi vida cotidiana. Muy inspirada en la autora norteamericana Julia Wertz. En ella y en Julie Doucet y sus trabajos también autobiográficos. Pero yo veía el trabajo de Wertz y pensaba que quería hacer algo así. Antes no leía cómics, empecé muy tarde, alrededor del 2006. Siempre había pintado y dibujado, pero nunca me había interesado en hacer historietas. Pero cuando las descubrí, cuando descubrí estas voces femeninas, que no estaba acostumbrada a leer y menos en historieta, me inspiré y empecé haciendo historias de mi pareja. Y con Quique nos conocemos hace ocho años y ya no somos pareja.”
El último trabajo de Power Paola publicado en Argentina (bajo el sello de Liniers, Editorial Común) es QP (Éramos nosotros) y es, también, el registro de sus primeros pasos en el mundo de los comics como autora. “En ese momento, una editorial chilena quería publicarme, y yo justo salía de esa relación. Pensé que sería genial tener una cosa material donde viva todo ese tiempo que estuvimos juntos. Todos sabemos que se va a acabar el amor, pero nos engañamos un poco. Si no sería muy aburrido. Lo que apareció también es mi recorrido en la historieta, como fue cambiando mi forma de dibujar. Tiene una continuidad: hice una novela gráfica sin planearlo.” QP apareció en la web, semana a semana, en Historietas Reales, un bastión online que ayudó a, primero, la unión y después la promoción de una nueva generación de historietistas argentinos y latinoamericanos. “Había que hacer una página semanal. Fue una suerte, ya que como recién comenzaba yo no podía hacer mas que eso”.
Más allá del impacto de las confesiones de Wertz y Doucet, ¿qué fue lo que detonó la autobiografía en Power Paola? “No puedo salirme a un mundo que no conozco. No me lo puedo inventar. Puedo, quizás, pero con cosas que conozco: ¿de dónde más voy a sacarlas si no? Apenas comencé pensaba que lo que hacía no era gracioso, que no pasaba nada. El mismo Quique fue alguien que me convenció, que me empujó. Muchas de las cosas que muestro, que cuento, son momentos que uno se olvida. La historieta era como capturar un poco esos instantes. En el caso de QP, esos momentos que uno convivió con alguien que lo sintió tan fuerte, instantes que después terminan siendo simplemente recuerdos. O a veces ni siquiera eso. Era bueno agarrarlos en el momento que sucedían e irlos transformando en una historia.”
En ese “recortar y pegar” de Power Paola hay algo distinto. Su filosa amabilidad. No hay momentos que fuercen lecturas, que busquen ser resignificados. Algunos son pesados (los instantes más violentos de familia en Virus tropical, con mandatos o con incertidumbres frente a la menstruación) pero otros, simples, vienen recubiertos no tanto de una melancolía (algo hay) sino de una física forma de poder traducir aquello que son los demás cuando ya no están con nosotros. Si la historieta es el tiempo espacial y la memoria recrea imágenes de forma caricaturesca, Power Paola comprende a la perfección y logra mezclar una sensación onírica, una realmente basada en la experiencia y cierta idea romántica, pero cotidiana, del vínculo con los demás y su siempre acechante fin. En QP no vemos primer beso, no vemos primera vez, ni siquiera discusiones terminales: es una radiografía de instantes varios, como los de cualquier pareja, pero que su autora, a la manera de un orfebre, aunque primero con el instinto, dota de valor. “La historieta me ayuda como espejo. Materializarla me ayuda, terapéuticamente hablando. La persona que era cuando hice QP era mucho más dramática. Todo lo sentía fuerte. Lo pasaba al papel y lo miraba y me ayudaba: no es tan grave, no era para tanto. Pero también es cierto que cuando generaba estas páginas, no lo pensé como libro. Lo cierto es que como tenía Historietas Reales, todos los viernes, lo que más me daba vueltas, lo que tenía a mano, era lo que dibujaba. Me gusta hacerle caso a mi intuición. Si estoy viendo mujeres embarazadas todo el tiempo, ¿por qué las estoy viendo yo? Seguramente algo me está hablando a mí de eso. Y justo sueño que estoy embrazada. Trato de estar consciente de lo que estoy sintiendo y que me está llamando la atención del exterior.”
Power Paola insiste con una máxima que guía tanto sus libros como sus trabajos en fanzines y revistas alrededor del mundo (y sus entrevistas dibujadas, una especie de quién-es-quién de la historieta para cualquier avezado o neófito en el género): “No solo yo estoy contando mi vida: hay cosas alrededor mío.” Entre esas cosas, por ejemplo, siempre están las ciudades: Buenos Aires, Quito, Medellín, Sidney, Cali, Viena, Barcelona, París, San Salvador. Y sin pecar de realismo, o detalles demasiado rígidos, PP siempre sabe cómo traducir también esa ciudad, algo que se extrapola a sus habitaciones (si está relajado el aire de la misma, si está flotando la tensión familiar, si hay una elasticidad perdida entre dos amantes): “Me parece que las mujeres son más detallistas. De Doucet me gustaba que podías ver los detalles: que hay una cerveza debajo de la mesa, que hay un ratoncito. Todas esas cosas me hablan de ese personaje. Las singularidades de cada ciudad, o habitación, me parecen eso mismo. Por ejemplo, una Colombia llena de indigentes. Eso hace que hable la historia.”
“Si hay una búsqueda particular, más que en la historieta en la vida misma, viene siendo que me interesa el diálogo. Lo que pasa con el otro. Que no es lo mismo para ti que para mí: si hablamos de una conversación con otro, tú tendrás una de una forma y yo de otra distinta. Por más que haya similitudes en sensibilidades o no, cada charla es única. En cada diálogo se arma un mundo”, dice Power Paola y lo ejemplifica con el final de la edición local de QP: “Algo que me pasó, en el final de la relación y la historieta, es que yo le ponía una voz a Quique, e hicimos una donde escribe él sus líneas y sus diálogos. La hicimos cuando nos separábamos. Es ficción en parte porque habla sobre una situación que nunca existió, que me muestra tocando música en vivo. La fuimos armando entre los dos y era nuestra despedida como pareja. Hicimos una ficción real. Necesitaba investigar esa cosa con la voz del otro, y no ser yo quien se la ponga. Aprendí a copiar el diálogo del otro, a ver cómo se expresa la gente como algo realmente valioso.”
Power Paola en varias de sus historietas se muestra en situaciones íntimas, que van desde el sexo explícito hasta la congoja por la muerte sorpresiva de un conocido o un familiar, o cómo aparece la distancia entre dos personas que tienen una relación excepcional. ¿Ve en algún lugar el límite de un género donde a veces en pos de mostrar se pierde en narración y se gana en explotación sentimental? “Juzgo el límite. A mí hay cosas que no me gustan para mí. Sí funcionan para la historia. Es como si fuera un pintor y pintara solamente frutas. Yo uso la autobiografía para narrar porque no tengo otra manera de sacar la información para contar las historias que quiero contar. Y hay cosas que me parece que si las cuento sería sensacionalismo y ayudan, o no, a la historia. Hay cosas como dibujarme desnuda que uno podría cuestionar. En el último libro hay una parte pornográfica, y está porque me interesa mostrar todas las cosas que pasa cualquier persona. Lo muestro sin malicia. Todos podemos identificarnos de alguna u otra manera leyendo eso, contando como sucede.”
En sus entrevistas a otros historietistas, donde cada cual se dibuja y escribe sus líneas, o en sus retratos (en diferentes festivales y bienales a retratado a centenares de desconocidos), la artista que es parte del colectivo Chick on Comics ha aprendido a dibujar al otro: “Hay una cosa muy íntima cuando el otro es dibujado. Yo dibujo en el subte, y la gente se siente a veces incómoda. Esa relación, del diálogo con el otro, me funciona mucho. No solo para el cuadro en la pared, sino en el qué pasa antes de eso.” Y sigue: “Ese diálogo me ayuda a pensar diferente. Me hace ir al afuera, anula un poco el trabajo con el yo, con lo egocéntrico. Me libera. Fui muy tímida. Siempre me costó hablarles a los demás y fue una decisión consciente dejar de serlo. Un 31 de diciembre en Medellín lo decidí: iba a pintar gente y a hacer mi tesis. Invitaba a personas todos los días para retratarlos y así conocí gente. Siempre uní las cosas que necesitaba para mí con una experiencia artística. Como para que no fuera tan terrible.”
Por contar una experiencia de vida desde una mirada femenina y al estar esa experiencia muy marcada por la cultura local Virus tropical fue de inmediato asociado a Persépolis, la obra autobiográfica disruptiva de Marjane Satrapi, devenida película, que narra su crecimiento en disconformidad en un Irán que transiciona del sha a la revolución. No ayuda a la comparación que en la actualidad, Power Paola está trabajando junto a un equipo más grande para convertir Virus tropical en una película. Es más, en el terreno de la creación femenina de relatos en cómic suele usarse el término femenino de una forma entre perezosa y hermética: “No puedo volverme otra voz. Y es femenina. Hay cosas que hacen los hombres que puede darle atributos femeninos a su creación, como Decur, o Lucía Brutta, que uno podría decir que posee una energía masculina. Siento que lo mío es energía masculina y femenina. No me siento encasillada. No me gusta encasillarme y no me siento encasillada. Antes me interesaba mucho que me entendieran, pero cada vez me preocupa menos. Hay disfrute en el no entendimiento, que las cosas se cuenten lentas y sin ninguna prisa.”
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