Dom 17.01.2016
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DÍAS DE RADIO

› Por Angel Berlanga

Los venenosos levantamientos de los programas de radio y de televisión de Víctor Hugo Morales agigantan su ya de por sí enorme figura. Llevaba treinta años en Continental con Competencia, su ciclo deportivo, y otros diez con La mañana, que tampoco precisa mayor contextualización, cuando un escribano amarillo le pidió el documento a poco de salir al aire. VHM olfateó que ni siquiera iban a dejarlo despedirse de su audiencia, así que encaró para el estudio y alcanzó a decir ante el estupefacto Paulino Rodrigues, que conducía en ese momento: “Me están echando de la radio”. Lo cortaron de cuajo con uno de esos audios institucionales, el remate de una escena para la historia de la censura y la radiofonía: “No te muevas de Continental”, invitaba el locutor, al tiempo que los gerentes del momento estaban a punto de removerlo. Víctor Hugo se quedó sentado hasta que, al final, le abrieron cuatro minutos el micrófono para contar qué estaba pasando.

El registro en video de la escena fue visto, sólo en el canal oficial de VHM en YouTube, cerca de 1.400.000 veces. Al acto de repudio al despido y de apoyo ante la encrucijada convocó unas 40 o 50.000 personas en Plaza de Mayo, bastante más gente que cuando Mauricio Macri asumió la presidencia, en la que fue la manifestación popular más nutrida desde la despedida de Cristina Fernández de Kirchner. A Víctor Hugo lo echaron por razones políticas, ideológicas, simbólicas: se trata de borrar de una plataforma de amplio alcance a un comunicador fenomenal en un contexto de razzia y demolición de un estado amparador e inclusivo en pos de transformarlo, a fuerza de podarlo sin asco y de chuparle la sangre, en una administración que parece dedicada casi en exclusiva a multiplicar las ganancias y comodidades de banqueros, empresarios, agrogarcas, medios concentrados de comunicación, CIA. De cada detalle de ese contexto venía contando Víctor Hugo, dándoles voz a los despedidos, informando sobre la represión y el estropicio de los derechos, identificando con nombre y apellido a los beneficiados, desmenuzando las mecánicas de las maniobras: demasiado inconveniente. Tanto como para instrumentar este empujón alevoso, que repercutió en Europa y en varios países de Latinoamérica y convocó la solidaridad de Camila Vallejo y de Iñigo Errejón, por citar apenas a un par de personalidades relevantes. ¿Nosotros? Nada que ver, han dicho Mauricio Macri y Hernán Lombardi. Lombardi perfeccionó su mueca al garantizar la continuidad de dos programas de música clásica que Víctor Hugo viene haciendo en Radio Nacional. El detalle es que VHM los hacía gratis. “¿Cómo puede garantizar la continuidad sin ni siquiera hablar conmigo?”, se preguntó en un tuit al que tituló “hipocresía”.

Pensaba en escribir sobre VHM desde hace unas semanas, algo que rondara el “Queremos tanto a Víctor Hugo”, un texto que fuera por ahí. Es el mejor relator de fútbol que he escuchado: lleva medio siglo haciendo estas crónicas en vivo y ha hecho de eso un arte, aunque a esta altura se lo nota mucho más apasionado por la música, el teatro y la política que por un deporte contaminadísimo de materiales ajenos al juego, un mundo al que le conoce todos los resortes. Lo que hizo al dejar de fondo la televisación entre Boca y Real Madrid por la Intercontinental, mientras conducía su programa en ATC y el partido era pasado en exclusiva para abonados al cable, fue de una elegancia robinhoodesca; le costó una persecución implacable del Grupo Clarín y un juicio millonario que perdió, entre otros detalles debido a un formalismo de la Corte Suprema (lo cuenta en El rebenque del diablo, su último libro, escrito en tándem con Diego Tomasi). “Es algo que volvería a hacer”, ha dicho Víctor Hugo. En los últimos programas de La mañana les dio voz a los periodistas de 6, 7, 8 raleados de Canal 7, y entrevistó a delegados del Grupo Veintitrés que vienen denunciando el vaciamiento de sus medios periodísticos. Infinidad de gestos suyos conectan con lo justo, lo solidario y lo poético, una sensibilidad y una energía desplegadas en todos estos años: eso explica, en gran parte, los miles de personas que fueron a apoyarlo el martes pasado en Plaza de Mayo.

“Macri es Magnetto”, asevera Víctor Hugo. No tiene dudas de que su desplazamiento es político. Con su despido el Gobierno ha puesto en juego una ficha de triple amarillo: el condicionamiento de la pauta, la búsqueda de silenciar una voz molesta para los planes que se están ejecutando y la muestra de que pueden desplazar a alguien de su espalda y estatura. Para darle un significado más espeso, en el mismo movimiento Continental echó también a los periodistas Matías Canillán y Cynthia García, al humorista Adrián Stoppelman y a los productores Fabiana Segovia y Julián Capasso, muy allegados todos a este periodista uruguayo y argentino nacido en 1947, 35 años de vida ya en Buenos Aires. Un personaje único, Víctor Hugo: nada que ver con los CEO obedientes de las grandes radios, gerentes que se cuidan de sacar los pies del plato. La mañana solía ser el programa de más audiencia de la emisora, y eso explica también su larga permanencia. En estos días dio decenas de entrevistas y, para despuntar el vicio, entrevistó en su canal de YouTube a Martín Sabbatella: VHM ha sido un promotor y defensor férreo de la ley de medios. “Yo soy un enamorado de la radio”, dice. ¿Silenciarlo? Suena absurdo. ¿Alguien puede pensar en serio, a esta altura, que pueden hacer callar a Víctor Hugo?

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