Dom 28.02.2016
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HISTORIETA > SAGA

POLVO DE ESTRELLAS

› Por Juan Manuel Domínguez

“¿Me estoy cagando? Siento como si me estuviera cagando.” El grito corresponde a Alana, una literalmente alada madre en parto, y es la primera viñeta de Saga, la historieta creada por el guionista Brian K. Vaughan y la dibujante Fiona Staples. Su beba, Hazel, es quien nos cuenta todo lo que sucede en esas primeras páginas (parto, persecución interplanetaria, amor entre padres fugitivos, sexo entre seres con cabeza de TV) y también en todas las que hacen a Saga, la historieta de ciencia ficción editada por Image que ha sido celebrada, en más de una ocasión, como “la mejor historieta del nuevo milenio” y que se consigue en Argentina gracias a Editorial Utopia y Deux Studio.

Más allá de la hipérbole, los éxitos de venta (vende más que The Walking Dead, el cómic que originó la serie zombie sensación de la TV) y todos los premios posibles del medio que ha ganado, Saga es algo decididamente distinto en el panorama no solo de los cómics, sino de la ciencia ficción y hasta de los relatos contemporáneos, donde podemos incluir la fiebre de las series. No por nada su guionista, Vaughan, la ha definido como “Star Wars para perversos”. Aunque, nobleza obliga, preguntó casi inmediatamente después de esa declaración: “¿Puedo anular esa definición?” Lo cierto es que esa definición, o “Star Wars cruzado con Game of Thrones” u otras como “El señor de los anillos no apto para menores de 18 años pero con naves espaciales y magia” no terminan de hacer justicia al espectáculo sentido, adictivo y único que viene siendo Saga desde su primer numero, publicado en 2012.

Todo comienza ahí, en ese parto que implica el nacimiento de Hazel, la voz en off del relato e hija de mamá Alana, ex soldado de Landfall, y papá Marko, alguna vez preso político por ser oriundo de Wrath (de hecho, mamá lo conoció dándole un culetazo en la cara). Landfall y Wrath están en permanente guerra intergaláctica, y Hazel es el fruto de un amor prohibido. Suena a Romeo y Julieta, pero de inmediato Vaughan destierra esa noción: “Está ese aspecto, seguro. Ambos son parte de un conflicto bélico sin fin entre dos facciones. Pero Romeo y Julieta eran dos adolescentes bobalicones que hacen algo increíblemente estúpido al final de su historia. Me parecía interesante lo contrario: comenzar nuestra historia con dos adultos y no adolescentes. En lugar de matarse, tienen muchísimo sexo. El resultado es un bebé. Es decir, justo donde las ficciones suelen terminar. Los libros o películas suelen dedicarse a narrar la creación de la pareja heterosexual y el bebé recién aparece al final, como una coda. Nunca es el comienzo de la historia. Y yo quería empezarla exactamente en ese lugar”.

¿De qué manera Saga, una historieta no apta para menores de 18 años, donde es común el sexo explícito, nociones absurdas de sci-fi (por ejemplo: Gato Mentira, un felino azul de tamaño de una pantera que al oír que alguien falta a la verdad lo denuncia en voz alta con una sola palabra: “Mentira”), los insultos, la violencia cruda, el asesinato, la ternura y criaturas espaciales imposibles (un gigante de tres ojos con testículos elefantiásicos que le llegan a los tobillos) puede convertirse en un relato sobre la paternidad? “Saga trata acerca del acto de la creación”, explica Vaughan. “Pero como posee como trasfondo una guerra intergaláctica puedo hablar de niños y sobre su crecimiento, sobre cómo alteran tu sentido de vida, tus sentidos, pero sin tener que hablar de viajes incómodos en transporte público, pañales que no son biodegradables y sí acerca de dinastías de androides con cabeza de TV, duelos de magia verbal usados contra terroristas separatistas y cíclopes negros que son escritores de novelas románticas y buscan dinamitar una guerra milenaria.”

UNA OPERA ESPACIAL

La magia de Saga implica el uso de espadas para cortar, literalmente, el espacio tiempo, el felino detecta mentiras ya mencionado, una niñera fantasma a la que le falta medio torso, un árbol que es una nave espacial orgánica, un dragón haciéndose a sí mismo una fellatio o un guerrero-pastor con rostro de foca y tamaño de hobbit, con igual cantidades de potencial peluche como de peleador. La historieta independiente americana vive su mejor momento de género, ya que sucede algo similar a la TV y sus series: no sólo el terreno está lleno de ideas potables sino que los creadores son más valientes que nunca. Y aún así Saga ha logrado un éxito que solo puede acercarse al de la historieta The Walking Dead, la fábula zombie creada por Robert Kirkman que expandió su éxito gracias a la famosa serie de TV. Como bien muestra el listado anterior, Saga ha generado en sus páginas una serie de imágenes prácticamente nuevas, casi surreales, y esas fantasías desbocadas encuentran su real sentido en la forma novedosa de encarar el género. Lo extraño es que esa novedad vive en Vaughan hace décadas, ya que basó su historia de amor y bebés en un universo imaginario que creó cuando niño: “Se llama Paracosmo. O se llamaba. Sentí que era más una enfermedad mía que algo que debía compartir con los demás. Quizás haber vivido tanto tiempo en mi cerebro ayuda a que mis palabras sean más genuinas.”

En Saga sobresale no solamente el diseño, gentileza de Fiona Staples y su trabajo, sino la forma en que Vaughan anula simplezas del género con que juega, la ópera espacial, generalmente reducido a aquello que George Lucas hizo en Star Wars con sus lados oscuros y luminosos, sus villanos y buenos expresionistas y “elegidos”. “La guerra aquí es tan importante como la Segunda Guerra Mundial lo es en Casablanca”, aclara el guionista. “Importa, mucho, pero no tanto como las vidas de la gente común que protagoniza la historia” A diferencia de Lucas, Vaughan no necesita la comodidad de un buenos vs. malos: “Siempre me interesó la noción de héroe, y cómo es una construcción imaginaria, algo que se le impone a la gente. Creo que la gente es capaz de hacer algo heroico, pero una vez que los definís a partir de eso, se sientan las bases para una decepción. Los superhéroes son una buena metáfora sobre la forma en que nos tratamos unos a otros, e incluso nos mejoramos mutuamente de maneras que quizás no son siempre saludables. Así se trate de un príncipe capaz de asesinar a sangre fría pero que al mismo tiempo quiere llegar a casa para ver nacer a su bebé, o de un caza-recompensas que abandona todo por salvar a una menor de edad de ser esclava sexual, lo que intento es escribir con la idea de que los héroes y los villanos son ficciones, son solo términos con los que categorizamos a otras personas, cuando en realidad nadie es bueno y nadie es malo. Todos pasamos por este mundo intentando sobrevivir el día a día y, en el caso de tener una familia, cuidar de ella. Es divertido ver cómo algunos de los personajes favoritos de la historieta son los que van detrás de nuestros protagonistas para asesinarlos.”

Ahí está uno de los valores más celebrados de Saga: la forma en que sus personajes se hacen cercanos, humanos, o al menos lejanos a los modos estereotipados de Hollywood. The Stalk, por ejemplo, es una mujer caza-recompensas. Rubia y con rasgos de femme fatale, que incluye un torso desnudo. ¿Cuál es la variante? De la cintura para abajo, The Stalk posee la fisonomía de una araña. No es solo un diseño cool, es la forma de multiprocesar el estereotipo de la mujer dura, a lo Angelina Jolie. Las mujeres en Saga, desde Alana hasta su suegra guerrera, son mujeres con variantes reconocibles, y no dueñas de un solo rasgo que las define. No son construcciones épicas de lo femenino, ya sea en la vertiente Lois Lane o Katniss Everdeen, ni damiselas en peligro ni amazonas que todo lo pueden. “Eso me impresiona. La forma en que me consultan sobre los personajes femeninos. Todos los personajes en Saga tienen esa característica: están vivos, por ende, hoy tienen más lujuria que sed de venganza, mañana se aman, pasado tienen un mal día. Estamos mostrando sus vidas y el paso del tiempo: es lógico que ellos no vivan como si los filmaran o los leyeran constantemente.”

LA REVOLUCION SERA PUBLICADA

Brian K. Vaughan ha dejado en claro que todo comienza, dentro y fuera del papel, con un bebé: “Saga comenzó apenas nació mi primer hijo. Sin mis hijos, definitivamente el libro no existiría. Esta historieta ha sido mi forma de procesar qué significa ser padre en el mundo hoy. Apenas iba a ser padre, varios me decían, en tono de broma: ‘¿Cómo podes traer a un niño a este mundo?’ Al mismo tiempo, les contaba que quería editar algo de forma independiente, lejos de editoriales donde trabajaba como Marvel o DC, y me decían que el mercado en ese momento era demasiado conservador. Ahí se me hizo obvio que debía mezclar ambas cosas. Pero nadie quiere escucharte hablar de tus hijos, o leer sobre ellos, entonces troyanamente disfracé mis sesiones de terapia paternal como una ópera espacial en permanente expansión.” Aunque hay otro comienzo, más lejano, pero igual de vital para entender esa pureza y lucidez para con el medio que se lee en las páginas de Saga.

Vaughan es autor de varios éxitos de culto en el cómic contemporáneo. Historietas como Y: The Last Man, donde con la excusa de que todos los mamíferos machos, excepto dos (el protagonista y su mono), mueren gracias a un virus termina explorando un mundo dominado por mujeres, o Ex Machina, donde un superhéroe mediocre que evita el atentado a las Torres Gemelas decide con éxito convertirse en alcalde de Nueva York. También puede leerse online de forma gratuita en el sitio del autor Panel Syndicate, Private Eye, una historieta que plantea un futuro donde, debido al excesos de redes sociales y a que cualquiera puede ser perseguido de la misma manera que los paparazzis siguen a las celebridades, la gente se pasea en público con máscaras para cuidar su identidad. Todos los cómics de Vaughan, sea en su paso por el mainstream, escribiendo Batman o X-Men, hasta sus trabajos más personales, como Runaways en Marvel, o las nuevas Paper Girls (chicas repartidoras de diarios en los años 80 y en su Cleveland natal que se encuentran con algo fuera de este mundo) o We Stand Together (una guerra en el futuro entre Canadá y Estados Unidos), son muestras de su amor por el medio. Y su catarsis permanente. La idea de We Stand Together, por ejemplo, nació porque su mujer y tres de sus colaboradores son canadienses y Vaughan comenzó a pensar en qué pasaría si se entrara en guerra con sus seres queridos.

Suena romántico eso del amor por los cómics como medio, pero en el caso de Vaughan es una elección pragmática y consciente: ha sido guionista en Holly-wood y fue parte del equipo de la mítica serie Lost (es responsable, por ejemplo, de la mayoría de los episodios que implican un viaje en el tiempo), que abandonó justo antes de su temporada final.

Es más, Vaughan, quien declaró que escribir guiones para series es casi tan tenso como escribir discursos para el Presidente, ha definido Saga a contramano de la manera en que actualmente se toma a las historietas, es decir, como buenas ideas para llevar al cine o la televisión: “Quería hacer algo que fuera tan caro y tan sucio y adulto que no pudiera devenir un blockbuster de Hollywood. Fiona, la dibujante de Saga, y yo nunca vimos esto como los planos pulidos para una serie o una película. Creemos que el mejor formato para Saga es la historieta, y mientras seamos sus dueños, así seguirá siendo. Es interesante cuando alguien posee una visión sobre tu obra y quiere llevarlo a otro medio. Eso es distinto. Me interesa, y por eso estamos trabajando con Y: The Last Man para que sea una serie en FX. Pero mi foco está en los cómics. Hoy por hoy, es el mejor lugar para hacer cosas nuevas. Es donde soy más feliz. Donde puedo escribir de lo que me hace feliz y me vuelve loco. ¿De qué otra cosa se podría escribir si no?”

LA MUERTE EN PANELES

TAPA DE LA EDICIÒN ARGENTINA DEL COMIC DE BRIAN K. VAUGHAN Y FIONA STAPLES.

Vaughan sostiene que el largo de Saga, que va por el número 33 en Estados Unidos, lo sabrá el día que Robert Kirkman termine The Walking Dead: “Voy a escribir un número más que Robert. Y sí, ya sé cuál será el final.” Pero hay otro nexo entre ambos éxitos de la editorial Image, que permite que sus creadores conserven la propiedad de sus derechos y sean responsables por sus obras. Y ese nexo también vincula a Saga con series famosas como The Walking Dead o Game of Thrones. Ese rasgo es “cualquiera puede morir en cualquier momento”, que en el mundo del cómic, malacostumbrado por los superhéroes, se lee casi como alterativo: “La ficción es controlada por corporaciones desde hace poco. Pero no estoy haciendo nada nuevo, ni por asomo: creo personajes que están en situaciones extremas, que pueden morir y eso no implica un retorno.” Y agrega: “Me tomo la muerte de mis personajes muy en serio. Así como Saga me ayuda con la paternidad como creador, creo que esta ficción, y cualquier otra, poseen como punto de llegada el prepararnos para nuestro fin y para aprender a perder a aquellos que amamos. Por eso creamos cosas y gente. Cuando tenés una idea, tal como le pasó a Alana cuando paría, no sabés si estas cagando o generando algo que podrías llamar tu bebé. Por suerte, Saga fue un bebé”.

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