Dom 12.06.2016
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MúSICA > LAS PIñAS

VACACIONES PERMANENTES

Sofía y Antonela forman el power dúo platense Las Piñas, que con temas de espíritu playero californiano y toques punk, más algo del indie de los 90, lograron la atención de un sello texano, que las editó allá. Autogestivas y movedizas, acaban de volver de una gira loca por el sur de Estados Unidos –una ciudad por día, manejaban ellas, hubo problemas– y se preparan para grabar otro EP de canciones veraniegas, con el espíritu surf intacto pero preocupadas, también, por complejizar su sonido.

› Por Andrea Guzmán

Un disco de Rosario Bléfari. Ese ítem solo fue suficiente para desatar el exabrupto. Durante una primera gira internacional que parecía apuntar para perfecta, el tono cálido y monocorde de Rosario, que ha influido ya un par de camadas de voces femeninas nacionales, puede resultar tan engañoso. No lo sugiere pero es verdad: nadie puede gritar como ella. Eso lo saben las chicas de Las Piñas, que apenas a tres días de terminar una gira heroica e imposible, y manejando por una ruta del sur de Estados Unidos, se animaron a poner un disco de Rosario, una de sus cantantes favoritas, para sentirse un poco más cerca de casa. Llevaban en la carretera más de un mes, enviando a sus familias fotos que tomaban por la ventanilla del auto, sin un día para hacer turismo, ni estirar las piernas. Y entonces, sin querer, con el pie en el acelerador incontrolable y cada vez más profundo empezaron a corear el disco íntegro entre las dos. “Bueno y esta sería la primicia: fui presa en el extranjero” dice Sofía Cardich, guitarra y voz de Las Piñas, ahora, por suerte, con buen humor. “Después de una persecución, como en las películas, el policía nos dijo que lo teníamos que acompañar a su oficina y cuando llegamos era directamente la cárcel”, aclara Antonela Périgo, la batería y letrista de la banda, y mientras lo cuenta, sentada detrás de su instrumento en su casa platense y recién llegada de vuelta al país, se desbarata de la risa. “Es más, estábamos festejando que de todo lo que podía haber salido mal en una primera gira, no había pasado nada. No habíamos ni pinchado una rueda”. Aunque todo esto no sea estrictamente cierto, las chicas se enfermaron, tuvieron fiebre, cólicos y cambios de temperatura, soportaron tormentas de nieve y de arena, no se emborracharon lo suficiente y se separaron de su bajista en el camino, volviendo a su formato primal: un power duo brutal. “Sí, en verdad pasaron un montón de cosas”, se retracta Sofía. “Los chicos del sello nos insistían en que teníamos que ir a tocar allá. Cuando lo decidimos, nos arreglaron una gira imposible, un tour suicida. Nos dio un poco de miedo, era una ciudad por día, por tierra y manejando nosotras mismas. Siendo que nosotras nunca lo hicimos, no teníamos experiencia en nada, y habíamos manejado como máximo a Mar del Plata”, cuenta. Pero volvieron más que vivas a La Plata, su hábitat natural. Más precisamente a ésta, su guarida y el lugar donde ensayan generalmente. Una base de operaciones en el segundo piso de la casa familiar de Antonela, a la vez su cuarto, placard a la intemperie, librería, discoteca y sala de ensayo. En proceso de un nuevo disco, su primera gira internacional al hombro y una agenda de nuevas fechas: son una de esas bandas famosas por tocar absolutamente todos los fines de semana.

¿Y qué van a hacer ahora Las Piñas? Ante la pregunta, Sofía se apura a decir: ¡llorar! Aunque sea solo un chiste. La vorágine fue grande, pero ya entraron en costumbre. Con el mismo ímpetu de sus canciones, movedizo, divertidamente desprolijo, a las chicas todo les pasó bastante rápido. Recién en enero del 2015, durante un verano eterno y sin nada que hacer, se empezaron a juntar en el garaje de Sofía. Con la batería de su hermano, Antonela aprendió a tocar y la banda creció tan rápido y tan espontáneamente que sin darse cuenta ya existía El Perro Beach, un EP de cinco canciones que grabaron en directo y apuradas. Las invitaban cada vez a más fechas y no tenían nada para mostrar lo que hacían. “No es que hayamos elegido las canciones, grabamos todo pero esas fueron las que mejor quedaron, no teníamos plata y lo hicimos de una vez sin poder repetir nada, así que de todas las que grabamos, esas son las más decentes que podíamos publicar” dice Antonela. Pero solo bastó eso, la desprolijidad indómita del espíritu garagero y apenas un mes de subido a bandcamp, para que las contactara el sello Texano con base en San Antonio, Yippee Ki Yay, las ficharan y editaran el EP. Luego, con la bajista Celina Ortale, quien se sumó a la banda durante un tiempo, el mini ensayo se convertiría en su larga duración y por ahora hijo único, Espanto Caribe. “En realidad solo nos juntábamos a tocar. Un día salió el tema Costa Este, sin tener banda ni nada, nos copó la onda de esa canción y decidimos hacer más cosas. Con algo de tiempo, nos dimos cuenta que podíamos hacer algo más serio”, dice Sofía. “Pero no nos acercamos intencionalmente a este tipo de música, tampoco somos conocedoras profundas del género. Tuvo que ver con bandas que estábamos escuchando ese verano que nos influenciaron indirectamente. Salió una canción medio playera y decidimos quedarnos en ese género intencionalmente. Hicimos un montón de otras canciones que descartamos porque eran nada que ver”, agrega Antonela. Y es verdad, digamos, es su propia versión del género californiano, filtro punk-indie noventero- ímpetu platense mediante. Pero la música surf, tan soleada y tan fiestera, donde las chicas generalmente hacen presencia con sus bikinis y sus pasos de baile, acá Las Piñas la pervierten con sus odas a las pizzas y a los tiburones. “Playa, surf, garaje y amigos”, dicen ellas. Y así responden, por ejemplo, con “Panteras”, su video estrella, en el que a la manera de una pesadilla mortífera de secundaria y con un toque de comedia deadpan, disparan sus acordes directos y le dan un sangriento y violento merecido a una pandilla de basquetbolistas abusivos.

En la banda existe un engranaje de lo que ellas reconocen como un mix entre los intereses de ambas. Antonela, que estudió guión cinematográfico, bien cerca del punk y del noise. Y Sofía, egresada en publicidad, del indie y del low fi. El resultado –además de ser un manifiesto de la autoproducción donde ellas se encargan de todo el concepto estético, los flyers, los videos, las fechas y las giras– son refrescantes y divertidas canciones veraniegas acotadas al espíritu surf, de letras con la complicidad dulce del indiepop, que entusiasman y que inquietan. Bien lejos del flash introspectivo, bien cerca de la energía vacacional con una pizca de ironía y oscuridad. Entre las bandas que les gustan, se apuran a decir que Los Punsetes, La Luz y Las Robertas. Que están por hacer un split con estas últimas y que el nuevo EP que preparan se va a inclinar decididamente al formato canción “Por ahí los temas son un poco más complejos, más cancioneros. Los otros eran mucho más directos, dos acordes. Volvimos motivadas, con muchas ganas de evolucionar”, se entusiasma Sofía.

De momento, las chicas están optimistas con sus proyectos y entre fecha y fecha se internan en la página del sistema penitenciario norteamericano, aseguran que existe un archivo con imágenes de criminales. “Esperamos que la foto de Sofía con su uniforme naranja sea la tapa de nuestro siguiente disco”, dice Antonela, divertida.

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