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La semana que viene se estrena Cazafantasmas, la nueva versión –no es una secuela: se trata de un reinicio– de la inolvidable comedia de 1984 dirigida por Ivan Reitman. Ahora, con la dirección de Paul Feig, el de Freaks and Geeks y Damas en guerra, los cazadores de espíritus son cuatro mujeres: Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones, quizá las comediantes más importantes de Estados Unidos. Sin embargo, desde meses antes de su estreno, la película se vio atacada desde todos los ángulos: su trailer es el que más pulgares abajo tiene en YouTube, hay fans horrorizados porque se toca una obra canónica y vuelve la pregunta sobre la necesidad de las remakes. Pero, sobre todo, se ha transformado en un campo de batalla donde se cruzan la corrección política y las luchas por la igualdad de género.
“¿A quién vas a llamar?”, repetían como un mantra la canción de Ray Parker, Jr., los posters y los avances publicitarios de Los Cazafantasmas en aquel 1984 pre-digital, en el cual los espíritus solían ser de gomaespuma y los rayos de protones de matriz óptica. La película, claro está, se transformó primero en un batacazo comercial y luego en un universo auto contenido de gran poder iconográfico, generó una secuela oficial cinco años más tarde (e incluso una serie de animación para la televisión), puso en un nuevo sendero de consagración a las ya establecidas carreras de Bill Murray y Dan Aykroyd y selló la relación del realizador Ivan Reitman con la industria de Hollywood, con la cual venía coqueteando desde el vecino país del norte. La carrera de Reitman merece un breve paréntesis: nacido en Checoslovaquia en 1946, se exilió en Canadá y dio allí sus primeros pasos como director (las olvidadas Foxy Lady y Cannibal Girls), además de producir varios largometrajes de otros realizadores, como algunos de los primeros títulos de David Cronenberg (Shivers y Rabia) y la entrada siberiana de la saga exploitation de la sádica Ilsa. Su filiación con la comedia se sella en 1978 cuando produce la película de John Landis Colegio de animales en los Estados Unidos y, un año más tarde, dirige en Canadá Albóndigas, llevándose al otro lado de la frontera a un jovencísimo Bill Murray para que la protagonice. En El pelotón chiflado (1981) repetiría estrella e incluiría en el reparto a otra joven promesa, el actor y realizador Harold Ramis, futuro director de Hechizo del tiempo, esa obra maestra de la comedia protagonizada por... Bill Murray. Este enjambre enmarañado de nombres y títulos viene al caso: la nueva edición de los Cazafantasmas fue dirigida por Paul Feig y la relación de éste con los orígenes de la Nueva comedia americana y con varios de sus comediantes más destacados es equiparable, extrapolación mediante, a la de Reitman y sus contemporáneos.
El trío integrado por Bill Murray (el doctor Peter Venkman), Dan Aykroyd (Dr. Raymond Stantz) y Harold Ramis (Dr. Egon Spengler), a quienes se les suma (¿corrección política mediante?) el actor de raza negra Ernie Hudson –es decir, los Cazafantasmas originales– tuvo que enfrentar hace más de treinta años a toda clase de pegajosos ectoplasmas neoyorkinos, incluido el de Gozer –una poderosísima entidad, casi un semidiós–, y salvar las vidas de Dana Barrett y Louis Tully, los personajes interpretados por Sigourney Weaver y Rick Moranis, transformados momentáneamente en perros guardianes del maligno espíritu. El guión de Aykroyd y Ramis mezcla referencias a la literatura de H. P. Lovecraft con parodias a El exorcista y revive temporariamente algo del toque de las comedias de Ernst Lubitsch (la puerta del departamento de Tully que siempre se cierra dejándolo fuera), echando mano a la fascinación por los gadgets a lo James Bond (ahí están las mochilas con paquetes de protones y la ambulancia transformada en Ecto-1) y potenciando al máximo el tono humorístico en una década donde el terror mutó en franco humor con extrema asiduidad. En varias entrevistas realizadas a lo largo de todos estos años, Aykroyd –quien tuvo la idea original de la historia– no se ha cansado de afirmar que la escritura del primer tratamiento del guión junto a Ramis fue un trabajo arduo, un encierro de tres semanas en el sótano de su casa de veraneo que guardaba la esperanza de que el estudio Columbia Pictures encendiera la luz verde para la financiación del proyecto. Dos años atrás, cuando el film original cumplió tres décadas de existencia y tuvo un reestreno limitado en los Estados Unidos, Reitman le confesó a un periodista de TimeOut que la idea seminal era que la historia transcurriera en el futuro. “Había muchos grupos de cazafantasmas. En realidad, era un concepto mucho más cercano a la ciencia ficción. Fue entonces que Dan Aykroyd apareció con una idea brillante: los fantasmas existen y tenés a estos tipos que actúan como si fueran bomberos; tienen el equipo para atraparlos y llevar a cabo ese oficio que es, de alguna manera, un trabajo de operario”. El rodaje en las calles y locaciones de Nueva York terminó aportando cierto aire de realismo que la película mantiene hasta el día de hoy, a pesar de los hechos ciertamente irreales que le dan curso y sostén.
¿Era necesario hacer una remake? Es una pregunta que surge una y otra y otra vez ante cada nueva versión de una película estimada, querida o adorada por el público, en una era plagada de nuevas versiones de clásicos cinematográficos o televisivos (sea cual sea la acepción de “clásico” que se esté utilizando). Pero es bueno recordar que en la historia del cine –la de Hollywood en particular– todas las épocas fueron épocas de remakes: ya en los años 20 se volvían a realizar nuevas adaptaciones o reversiones de films producidos con anterioridad y la situación no haría más que potenciarse a partir de la llegada del sonido, en los albores de la década del 30. No hay nada extraordinario, entonces, en la noticia de una nueva versión de Ghostbusters (para el estreno en la Argentina se eliminó el “Los” de la película de 1984, limitándose a un sencillo Cazafantasmas), por más que los fans más dogmáticos de ambos films de Ivan Reitman hayan puesto el grito en el cielo, por razones de lo más variopintas. Por supuesto, no hay nada realmente polémico en el hecho de que los productores y guionistas hayan decidido darle un giro esencial a la historia, cambiando el sexo de los protagonistas; en última instancia, y sin caer en cinismos, podría imaginarse como una inteligente estrategia de marketing, diseñada en parte para alamar a los fanáticos más acérrimos y generar esa clase de “polémica” que siempre termina potenciando la promoción (Por cierto que polémico, realmente polémico, hubiese sido cambiar el género de los protagonistas de otras dos remakes de incipiente estreno: las nuevas versiones de Ben Hur y Tarzán). Por otro lado, la muerte reciente de Harold Ramis y la negativa temprana de Murray de sumarse a una posible secuela eliminaron de cuajo la posibilidad de continuar la historia allí donde había sido abandonada en Los cazafantasmas II. Reitman, uno de los productores de esta nueva versión, ha declarado recientemente en una entrevista para la revista Entertainment Weekly que “por la misma razón que los Cazafantasmas originales no podían ser las estrellas de esta nueva película, era tiempo de traer sangre nueva. Creo que la idea de Paul Feig del cambio de sexo es una manera muy fresca e inteligente de tener a todo el mundo mirando de otra manera este universo”.
Lo cierto es que la “cola” de Cazafantasmas según Paul Feig se transformó en algo así como un record y es, a la fecha, uno de los videos con más pulgares abajo en la historia de Youtube. Un usuario del sitio web Imdb (la Biblia filmográfica online) sentencia que la nueva versión no mantiene ni una pizca de la magia del original. Claro que ese crítico feroz y precoz no ha visto la película. Casi nadie la ha visto, excepción hecha de aquellos que estuvieron involucrados en su realización y algunos pocos afortunados: Ghostbusters 2016 tendrá su premiere en Londres el lunes 11 de julio, y recién a partir de ese momento podrá mostrarse a la prensa especializada, antes de su estreno casi simultáneo en todo el mundo (en la Argentina el lanzamiento comercial se producirá este jueves 14). En el fondo, más allá de los aires de misoginia que pueden olerse en muchos de esos comentarios usualmente anónimos, tan típicos de la era digital, asoma la idea de la afrenta: ¿Cómo tuvieron la osadía de reemplazar a los cuatro protagonistas originales por chicas, aunque algunas de ellas sean, indudablemente, algunas de las más talentosas comediantes del cine y la televisión contemporáneas? ¿Cómo osaron manipular y travestir el bronce de la película original de semejante manera? Las chicas son, como todo aquel lector medianamente informado sabe, Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones, protagonistas de una película que desconoce la existencia de las dos anteriores; lo que los angloparlantes llaman un reboot, esto es, una vuelta a foja cero, un reinicio de la historia, una narración paralela respecto de la original. Algo similar a lo que hacía la última Star Wars, aunque sin admitirlo oficialmente, so pena de que los fans salieran a quemar salas de cine a lo largo y ancho del mundo. Habrá, eso sí, cameos de Aykroyd, Murray, Hudson y Weaver (confirmados por la producción ante las presiones populares), pero que nada tienen que ver con sus personajes en las películas de los 80.
Por su parte, Paul Feig, una de los nombres fundacionales de la Nueva Comedia norteamericana –gracias a, entre otras creaciones, la serie de televisión Freaks and Geeks, pergeñada junto a Judd Apatow en 1999–, viene recientemente bañando en aguas femeninas algunos géneros usualmente asociados con atributos masculinos. En esencia, Damas en guerra –protagonizada por Kristen Wiig, Maya Rudolph y Melissa McCarthy, entre otras actrices– no es otra cosa que una comedia de enredos plagada de pedos y vómitos, aunque protagonizada por mujeres en lugar de los usuales muchachos quilomberos. Algo similar puede decirse respecto de Armadas y peligrosas –nuevamente con McCarthy, además de Sandra Bullock–, film que redirige esa apología de la testosterona llamada buddy cop movie hacia terrenos menos varoniles, pero igualmente cargados de acción cómica. En la breve, pero jugosa entrevista que le ofreció a la revista Wired, Feig admite que, en un principio, no quería saber nada con dirigir una secuela de Los Cazafantasmas (ese era originalmente el concepto: continuar la historia original con una tercera parte): “Es una película canónica. Aunque, por supuesto, si pudiera incluir en el reparto a todas las mujeres cómicas que conozco, sería una buena manera de evitar las comparaciones con el reparto original, de manera que nadie pueda decir ‘Oh, ¿se supone que ese personaje es Venkman?’”. Respecto de los comentarios en las redes sociales, que van del miedo a que una película amada haya sido destrozada al odio violento y visceral, el realizador tiene ideas claras: “Hubo dos olas: la primera fue directamente misoginia sin tapujos. Y eso para mí no es un punto de partida de nada: resuelvan sus problemas, muchachos. Pero hubo otra ola de gente que estaba nerviosa por el hecho de que estuviera manipulando un clásico y no estaba nada contenta con la idea de un reboot. Yo también tendría esas mismas preocupaciones, de no estar a cargo de la película”.
El diario The New York Times reunió al reparto y al director para una entrevista conjunta en la cual –broma va, broma viene– pueden leerse algunos comentarios sobre el estado de las cosas respecto de las películas protagonizadas y dirigidas por chicas. McCarthy: “Hay un extraño fenómeno de reemplazo, un cierto miedo a que si ubicás a una mujer, entonces dos hombres tienen que irse. No entiendo cómo eso puede afectar visceralmente a alguna gente. No es la manera en la que yo pienso. Si veo a cuatro hombres, no pienso ‘bueno, esos son cuatro puestos de trabajo que no consiguieron las mujeres’. ¡Bien por ellos! Hay lugar para todos”. Jones: “Muchachos: ¿están listos para una mujer? ¿Están listos para un unicornio? ¿Por qué es tan sorprendente el hecho de ser una mujer? Existen dos sexos: hombre y mujer. Por lo tanto, si no es un hombre el que aparece en una película, ¿qué otra cosa puede ser?”. Es más que interesante (¿una ironía?), desde el punto de vista cultural, que una producción de 150 millones de dólares que pretende reimpulsar una franquicia comercialmente probada para las nuevas generaciones termine transformándose en un campo de batalla donde se cruzan la corrección política, el fanatismo de diversas índoles y las luchas por la igualdad de género. Un informe reciente de la publicación especializada Variety confirma las sospechas de que cerca del 70 por ciento de las películas de Hollywood están protagonizadas por estrellas masculinas. Ese guarismo se eleva mucho más cuando señala el porcentaje de mujeres realizadoras que logran pisar los sets de Los Angeles. Feig: “Lo que he hallado es que no se trata de una conspiración, es simple falta de imaginación. En general, miran a cierta gente de la cual conocen su trabajo. Escogen de un grupo y, como no ha habido muchas mujeres a las cuales le hayan dado la oportunidad de dirigir películas a este nivel, hay muchas menos oportunidades de que el estudio diga ‘Me gusta esa película, traigamos a la mujer que la dirigió’. Ese grupo es muy pequeño, pero también es la banalidad de la gente, que no piensa más allá de su configuración de fábrica”.
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