Dom 03.07.2016
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ARTE > NICOLáS Y LEONARDO TROMBETTA

HERMANOS Y ALQUIMISTAS

En la muestra La fuerza que lo atraviesa, los hermanos Nicolás y Leonardo Trombetta comparten espacio para exhibir sus diferentes búsquedas, Nicolás en la fotografía y Leonardo en la escultura. Además de la crianza común y de una infancia que transcurrió frente al mar, los Trombetta encuentran relación entre sus imaginarios, que tienen en común el uso de técnicas muy específicas –la cerámica raku del siglo XVI para uno; la exposición larga y la inclusión de un personaje fantasmal en las imágenes para el otro– y cierta relación romántica con la naturaleza y lo primitivo.

Leonardo y Nicolás se criaron junto al mar. Corriendo por la arena, de día, de noche, o en el medio, cuando las cosas se ponían más interesantes. Era entonces cuando los turistas se iban y bajo una luz mortecina los niños encontraban misterios en la playa: animales de mar desconocidos para ellos, pozos que alguien había hecho, colores o formas que emergían de las rocas. Algo así debe haberles pasado a Nicolás y Leonardo Trombetta, hermanos y artistas que pasaron buena parte de su vida en el hotel que su abuelo construyó en Mar de Ajó. Es inevitable asociar esas imágenes posibles de la infancia, con la obra que cada uno desarrolla en solitario y que hoy puede verse junta en La fuerza que lo atraviesa, la muestra que comparten en la galería Praxis. Hay sin duda una fuerza natural que los viene arrastrando y cobra distintas formas, siguiendo los recorridos individuales que cada uno tomó.

Se trata de dos pisos donde sutilmente se cruzan las esculturas de Leonardo y las fotografías de Nicolás. El trabajo del primero está compuesto por piezas de tamaño mediano que oscilan entre ciertas figuraciones y la absoluta abstracción. Figuras negras, estalladas, que parecen hechas de piedra volcánica y pequeños seres de bronce que aparecen como habitantes de estas estructuras. Las fotos de Nicolás, sobre las paredes y a una distancia prudencial, forman su propia serie. Son parte del trabajo que viene realizando en los últimos años, en impactantes escenarios naturales donde surge inesperadamente una presencia fantasmática que no logra a vislumbrarse del todo pero que genera una inquietud y una tensión con el paisaje, haciéndolo abandonar un poco su realismo y ponerse más cerca de la imaginación.

Son muchas las cuestiones que unen a los hermanos. No solo la sangre, la crianza, hay también un imaginario que se forma de una cantera común. Esta es la tercera vez que comparten galería en una muestra que es la de mayores dimensiones hasta el momento. Hace algunos años hicieron una en el hotel Boquitas pintadas cuando ya estaba cerrado. Luego cada uno siguió desarrollando su trabajo, hasta el año pasado cuando en la casa de un amigo en París hicieron un proyecto pequeño con fotos y esculturas parecidas a estas. Fue ahí que se dieron cuenta de que el conjunto de lo que estaban trabajando podía funcionar desde la adición, generar un nuevo sentido en común. La idea fue entonces llevarlo a una galería donde las posibilidades se ampliaran a través del uso de una iluminación, la amplitud de las paredes, el pulcro blanco reinante.

DOS ASTRONAUTAS

Así llegamos a esta muestra. Con técnicas completamente distintas las obras entran en un diálogo, susurran, arman recorridos en el espacio de una pieza escultórica a una foto y viceversa. Es un camino que comenzó antes de que las obras estuvieran acá, en el proceso de construcción. La aventura que cada uno inicia para hacer su trabajo también guarda similitudes y puntos de comunicación.

Leonardo trabaja con una técnica que se llama cerámica raku: “La técnica que uso es del siglo XVI. Cuando saco la pieza del horno, que sale a mil grados temperatura ambiente y se pone en viruta, se prende fuego. En ese proceso se rompen en algunas partes, no puedo prever cómo va a quedar el color. Las piezas que están esmaltadas quedan más plateadas, porque uso plata en los esmaltes. Es bastante incontrolable lo que va a pasar. Y lleva un esfuerzo. Para que no me entre nada de calor me tengo que vestir como un astronauta. Cuando hago esto es una especie de ritual. Una alquimia.” En la galería las piezas están apoyadas sobre unos piletones de agua negra, como si todavía hubiera que apaciguar el calor con que fueron hechas y siguen emitiendo: parecen ruinas semihundidas, restos de una civilización antigua, o de un mundo posnuclear. La regia cabeza de un mono descansa junto a un toro enroscado que intenta beber; unas cabezas humanas mirando hacia arriba, y unos amasijos que parecen explosiones detenidas.

En el caso de Nicolás también hay algo un poco inesperado en el proceso por el cual hace sus fotografías. Imágenes que ciertamente se preparan, pero luego la exposición larga hace que el resultado final sea en parte una sorpresa. “Empecé a realizar este tipo de foto en el 2014 en la Antártida, en una residencia de artistas en la que estuve becado, en la base Carlini. Trabajé con la intención de que la fotografía pudiera crear una especie de habitante autóctono, algo que no existía: llevé un traje blanco de piel y para hacerlo más verosímil empecé a moverlo, para que no se viera claramente. De alguna manera en ese movimiento se fusionaba con el paisaje antártico y eso permitía que desde la fotografía, a la que tenemos más como una especie de trasmisora de la verdad, de algo que sucedió, cobrara vida este personaje como posibilidad. Era lindo hacerlo desde la fotografía, pensar como puede operar desde la psiquis. O desde la imagen inmanente que podemos tener en nuestra cabeza y traerla.”

Ese personaje incierto hecho con trajes que el mismo Trombetta prepara, llegó hasta esta muestra. Desde la homogeneidad cromática de Antártida, hasta playas y bosquecitos. En algunas de las imágenes el extraño e indeterminado personaje central está en una orilla, otras apenas sumergido y otras totalmente abajo del agua. Él dice: “Hay un mareo. Las fotos proponen una relación con el agua donde los sonidos son diferentes, donde el tiempo parece transcurrir de otra manera. Es casi como acercarse a algo sin gravedad, algo que puede vivir un astronauta.”

FUERA DEL TIEMPO

La fuerza que lo atraviesa: un título con muchísima resonancia romántica, lo humano enfrentado con lo innombrable, lo absoluto y a la vez parte constitutiva de su esencia. Escenas incompletas, insinuación de formas orgánicas, naturales, escapes hacia la abstracción, un relato que queda iniciado en forma de pregunta, de posibilidad y que cada espectador puede completar con su visión. Si bien el imaginario en Leonardo y Nicolás no es necesariamente similar, comparte una búsqueda por la construcción de otros mundos, escenarios naturales que se abren a lo incierto y la imaginación. Luego las técnicas de cada uno acotan este imaginario: en el caso de Leonardo, el horno y el fuego hace un trabajo de destrucción sobre las piezas que él modeló. Concreta, compacta, sella. La fotografía de Nicolás plantea un mecanismo inverso: largas exposiciones donde lo que hay se libera de su forma, se expande.

“La muestra tiene algo serio, atemporal, anacrónico.” reflexionan “Tampoco es algo primitivo, pero sí plantea cierto lugar para salirse de lo doméstico y mirarnos desde un afuera, expandirnos en ese acto creativo, ese lugar que inventa, que transforma”.

Hablando a medias, completando uno la frase del otro, los hermanos tratan de poner en palabras la fuerza que atraviesa sus trabajos. Crear a partir de la destrucción, preguntarse por el cuerpo a partir de borrar su identidad social, fusionarlo con la naturaleza, hacer que una técnica artística revele algo que no se podía saber de antes que interviniera fugazmente el azar. Resonancias románticas en las que ambos se reconocen, incluso en la devoción por Caspar David Friederich que de diferentes maneras ambos invocan. Como si ciertas preguntas que aquel pintor alemán se hizo siguieran en el aire pero encontraran respuestas diferentes.

“La fuerza que lo atraviesa es lo que nos mueve”, concluyen. “Nos trasciende y no sabemos qué es. Nos crea en estos movimientos. Y parece que no se puede destruir. Es como un reducto presente que no toca la tecnología, por más que la usemos para crear. Yo tengo una fe en eso.”

La fuerza que lo atraviesa se puede ver en Praxis, Arenales 1311, de lunes a viernes de 10.30 a 19.30, y sábados de 10.30 a 14. Hasta el 16 de julio.

ESCULTURAS DE LEONARDO TROMBETTA

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