PERSONAJE > EL LIBRO DE PIEZAS REUNIDAS Y EL REESTRENO DE NIñOS DEL LIMBO DE ANDREA GARROTE.
› Por Mercedes Halfon
Andrea Garrote lidera hace ocho años unas veladas teatrales jóvenes llamadas Perfecta Anarquía. El nombre le calza justo: una bella aporía que arroja sinsentido como quien arroja una piedra, un gesto disruptivo de resultado incierto, no se sabe hasta donde irá a parar. Quién sino ella, que protagonizó como actriz, directora, escritora y docente la escena de los 90, justo cuando nacía la llamada nueva dramaturgia y también la nueva actuación o como se llame aquello que apareció con el Sportivo teatral, núcleo volcánico de actores, sensibilidades y textualidades de donde emergieron las figuras más potentes, quizás la luz de una generación que todavía ilumina nuestro campo.
Van a ser veinticinco años del nacimiento del grupo Patrón Vázquez –un nombre desconcertante– fundado por ella y Rafael Spregelburd, con el que dieron origen a mucho más que un “grupo de trabajo”. Un patrón: una matriz, un modo funcionamiento racional y estético. Juntos hicieron Dos personas diferentes dicen hace buen tiempo (1994) sobre textos del recién descubierto en Buenos Aires Raymond Carver, y otras piezas emblemáticas en la astucia de los textos y lo detonado de la actuación como La modestia (1999), La estupidez (2003) o la reciente Tres finales, en el teatro Tacec de La Plata. En todas estas piezas Andrea Garrote brilló como intérprete con unas características únicas: versátil, cortante, ridícula y elegante, pero sobre todo, una actriz de una pavorosa inteligencia que le permite rodearse siempre de un aura de extrañeza, una incertidumbre: divertida pero nunca del todo paródica, compleja pero nunca del todo solemne, la distancia justa.
Pero, como decíamos, además de actriz Andrea Garrote es una dramaturga singular. Es justamente esta faceta la que puede conocerse en profundidad con la reciente edición de sus piezas dramáticas más conocidas, junto a una serie de estudios críticos que ponen en relieve su trayectoria y su poética, en un volumen de Colihue. Desde La ropa (1997) pieza en que el diálogo delirado de dos mujeres en un patio de aire luz torcía el brazo al clásico living del teatro realista, o La dama o el tigre en los días humillantes (2002) que mostraba el raro devenir de un grupo de chicas de clase media que viraban de promotoras en minifalda a vendedoras de droga en carritos de bebé, la ambiciosa y coral Siempre tenemos retorno (2007) y por último Niños del limbo (2009) tan lúdica y compleja como las anteriores, como puede apreciarse ya en otro formato, en la puesta propiamente dicha con dirección de Garrote que reestrena el 6 de agosto. Ese limbo del que habla es un pequeño taller literario barrial liderado por Martina, una profesora algo distraída y excéntrica, un epítome de todas las coordinadoras de talleres literarios que podamos imaginar. ¿Y quién sino iba a ponerse en la piel de la maestra histriónica y a la vez sensible escritora que termina envuelta en una serie de eventos tan enigmáticos como disparatados? Claro que la respuesta es Andrea Garrote.
Aprender teatro y enseñarlo para ella fue casi natural. Estudió actuación con distintos docentes y estilos –teatro participativo, clown– hasta terminar con Ricardo Bartis; inició la carrera de Letras para luego terminar estudiando y recibiéndose de dramaturga en la EMAD. A los veintitrés años todo eso había concluido y ella estaba a cargo de varios cursos de actuación en el Centro Cultural Rojas. Rápida y furiosa.
Desde el comienzo está anudada en su figura la escritura y la actuación. Garrote cuenta que hay dos tipos de obras en su haber. Las que llama “de escritorio” –como La ropa– y las “de taller” como Siempre tenemos retorno, escrita para un grupo de actores/alumnos en un ida y vuelta con el escena: de lo escrito a lo corporal y viceversa. Un proceso de retroalimentación entre la dirección y la escritura, de puesta a prueba de lo escrito en el cuerpo. “Hay algo de la palabra y el cuerpo que es conmovedor. El actor se vincula con la palabra. Por lo menos en mi tribu nos interesa eso. Y la inscripción de la palabra en el cuerpo es patente. Es maravilloso ver cómo, si vos cambiás la forma de respiración, o la parada, cambian las palabras del campo imaginario que elegís. Esto que hablan de la respiración de un escritor, que consiste en cierto ritmo o cierta puntuación, realmente cuando uno está sentado o parado o proyectando la vista, cambia. Después viene la parte de la estructuración de la escritura que exige otro trabajo y que generalmente es en el escritorio.”
Todos estos procesos encuentran un campo de maniobras y exploración que son precisamente las clases que dicta hace casi veinte años. Andrea Garrote es una maestra de actuación, pero también una propulsora de este método de dramaturgia para actores. De sus clases se sale produciendo porque ella incentiva la producción de materiales propios. Es así como buena parte de los actores, directores y dramaturgos de las generaciones más jóvenes han pasado por su taller: Ignacio Bartolone, María Laura Santos, Alfredo Staffolani, Manuel Attwell, Mariano Saavedra entre muchos otros. Y todo este material se hizo conocer en el ciclo Perfecta Anarquía que hasta hace poquísimo hacían en La casona iluminada. “La docencia pareciera estar subestimada, cuando para mi es un lugar de mucho placer y creatividad. Hay cosas que jamás podrían aparecer en ensayos de una obra predeterminada que sí aparecen en procedimientos más abiertos, de búsquedas más amplias como en un taller. Suceden más milagros que en un ensayo. Hay acontecimientos de descubrimiento de actores o de una persona que descubrió en la actuación algo que lo modificó para siempre”.
No es casual entonces que esta actriz, directora, maestra de actores y dramaturgos haya hecho una obra, un policial de taller literario, como Niños del limbo. ¿Cuál es el poder de la ficción? Además de actuar o escribir, ¿qué se aprende en un taller de actuación o literario? “La profesora del taller literario dice en un momento ‘la construcción de otras realidades nos revela la propia realidad como una construcción y eso nos da opciones para elegir en la vida’, pero los demás están preocupados por otra cosa y ella queda como una ilusa. Hay una pelea entre el mundo del taller literario y la realidad. En Niños del limbo la ficción da ideas y modifica la realidad… pero no para bien. Nosotros somos consumidores de ficciones, que son casi todas apocalípticas. De una línea paranoica. Y no hay ficciones epifánicas, de construcción de otras realidades posibles, porque ¿quién la vería?”, se ríe Andrea y dice que esos son los temas que la obsesionan hoy. Y termina diciendo: “Yo creo que por ahí deberíamos empezar a pensar cómo construir esas ficciones epifánicas. Porque ¿cuánto tiene lo que nosotros podemos imaginar como colectivo de incidencia en la realidad?”.
Niños del limbo reestrena en Espacio Callejón, Humahuaca 3759, el 6 de agosto, los sábados a las 20.30.
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