Dom 28.08.2016
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SERIES > LA HISTORIA DEL HIP HOP SEGúN BAZ LURHMANN EN THE GET DOWN, POR NETFLIX

CALLES DE FUEGO

› Por Micaela Ortelli

El hip hop, un mundo de música y colores, se presta al tratamiento de Baz Luhrmann, el director de Moulin Rouge y El Gran Gatsby. Netflix destinó su mayor presupuesto hasta ahora –arriba de 120 millones de dólares– para mostrar a través suyo los orígenes de la cultura que surgió del área más devastada de Nueva York en los ‘70 y se convirtió en una de las industrias más lucrativas de Estados Unidos. Donde hay ruina hay esperanza para un tesoro. La frase del poeta Rumi aparece graffiteada en un tren en el primer capítulo de The Get Down, el único que dirigió el hombre al mando de este proyecto que empezó a producirse hace tres años. El set se mudó de Los Ángeles a Nueva York, dos guionistas renunciaron y hubo forcejeo con Sony –productora– por el presupuesto excedido. Pero Netflix actuó para que todo se hiciera bajo los términos de Luhrmann, que incursionó en el formato por primera vez. Por eso hay que tener paciencia con el primer capítulo: son 90 minutos de todos los estímulos del autor australiano que adaptó Romeo y Julieta al cine en 1996. Al principio la serie será abrumadora, como el hip hop a primera vista. Las escenas vuelan y pocos diálogos transcurren en silencio. Parece una película de karatecas, un melodrama, una comedia musical, un documental, un tráiler interminable. Todas las imágenes son poderosas, y las de archivo son tan extremas que terminan haciendo juego con la estética fantasía que se eligió para contar esta historia.

Antes de que en 1982 Afrika Bambaataa popularizara el término hip hop como la cultura de los cuatro elementos (MC, graffiti, breakdance, DJ), el “get down” era una de las formas de llamar a la técnica de los DJs de usar sólo las instrumentales rítmicas de los temas y prolongarlas. Ganaba prestigio el que más hacía bailar en esas fiestas caseras que sucedían al tiempo que los varones mayores de edad y las chicas bien arregladas iban a los clubs a bailar disco. La serie arranca en un momento preciso para la cultura, julio de 1977, mientras Nueva York vivía una ola de calor histórica y la tasa de desempleo más alta del país, un año de elecciones. El chart estaba dominado por el hit “Undercover Angel”, Bob Dylan era una estrella mundial por volverse cristiano renacido, es el año de Low y Heroes de David Bowie y de Leave Home y Rocket to Russia de los Ramones. En Manhattan funcionaban el hotel de los artistas Chelsea y el estudio de Andy Warhol The Factory; en el CBGB del East Village tocaban Blondie, Television o Talking Heads. Cruzando el río Harlem, en el Bronx, los incendios intencionales en los complejos de viviendas donde estaban relegadas las comunidades negra y latina eran una constante porque a los dueños les convenía cobrar el seguro antes que alquilar. Al atardecer del día trece hubo un apagón en la ciudad que duró todo un día. Durante la noche se produjeron decenas de incendios y saqueos. Así muchos aspirantes a DJ lograron armarse de las dos bandejas y la mezcladora necesarias para pasar música con el método descubierto por el jamaiquino Kool Herc.

Es muy importante lograr atravesar la apertura. Los capítulos que siguen –sólo cinco: Netflix también accedió a estrenar la mitad de la temporada; la otra está en posproducción para 2017–, duran la mitad y la recarga es más asimilable. Se sabe desde el principio que el protagonista triunfa porque la primera escena fue un flashforward a 1996 de un show en el Madison Square Garden (la voz y los raps de la serie son de Nas). Ezekiel es un adolescente que sufrió la muerte violenta de los padres, tiene talento natural para la escritura y se revelará como un gran improvisador. Es amigo de los hermanos Kipling –uno de ellos el graffitero que firma como Rumi, interpretado por el hijo de Will Smith, Jaden– y está

enamorado de su amiga Mylene, la hija del pastor de la iglesia. Mylene canta en el coro y le gustaría ser una estrella disco. Es amiga de la mayor de los Kipling y la desenfadada Regina. Tiene muy claro que quiere salir del Bronx y su determinación contrasta con la personalidad aparentemente más vacilante de Ezekiel, que encuentra un foco cuando conoce a una persona espectacular y descubre el mundo del get down. Shaolin Fantastic lo apoda Books por su inteligencia, porque Ezekiel es el que se da cuenta para qué sirve el crayón que les dio el DJ que domina el área como clave de su teoría de la mezcla rápida (a los 58 años, el pionero Grandmaster Flash fue uno de los asesores de Luhrmann). Fantastic es mayor que los cuatro amigos y se sostiene vendiendo cocaína en el club Les Inferno, donde es el protegido de la toda ilegal Fat Annie. Es un graffitero reputado, un b-boy experto, pero su mayor tesoro es su colección de vinilos y su intención es convertirse en DJ como Flash. Ezekiel y el resto serán sus MCs: formarán los Fantastic Four Plus One (los actores se entrenaron en todas las disciplinas en una casa comprada especialmente).

Cuando Mylene llega a la fiesta en la peluquería de los Kipling no entiende por qué los temas no tienen la parte cantada ni la forma de bailar. Y por el momento no le interesa la nueva moda del barrio: Mylene quiere entrar en el circuito comercial del disco, firmar un contrato, grabar en un estudio profesional. Su tío tiene debilidad por ella y le promete que así será. Papa Fuerte, el hermano del pastor –que interpreta Gus, el de los Pollos Hermanos de Breaking Bad–, es un líder político que quiere sacar adelante al Bronx, y también un personaje turbio al que un productor musical le debe dinero. Así arma el vínculo que hará cumplir el sueño a la sobrina. Jackie Moreno es un yonqui acabado hasta que escucha cantar a Mylene y sus amigas en el tren lleno de tags. En otro, los graffiteros Rumi y Thor intercambian cuadernos y empiezan una amistad que llegará a un ballroom (un detalle de calidad incluir a la comunidad LGBT en la línea de tiempo de un movimiento que derivó tan machista). Una imagen así –dos chicos en un tren graffiteado– despertó el interés de Luhrmann por la cultura hace alrededor de una década. “Estos chicos no pensaban en hacerse ricos o que sus graffitis entrarían en los museos. Lo hacían porque el mundo les estaba diciendo ‘no existen’ y ellos decían ‘existimos’”, dijo en conferencia de prensa. The Get Down quiere mostrar la parte mágica de esa realidad terrible. La de Luhrmann es una mirada fascinada, desentendida de purismos, que sabe ponerse en contexto. A través de un outsider como él, un hombre que en los incendios ve fuegos artificiales, los orígenes del hip hop es una historia de superhéroes para todo el mundo, no sólo para raperos.

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