FOTOGRAFíA > WERNER BISCHOF
Fue uno de los primeros miembros de la agencia Mágnum y amigo personal de Robert Capa. Para celebrar los cien años de su nacimiento, el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco montó una exhibición con 50 fotografías del suizo Werner Bischof. Curada por Leila Makarius, la muestra Fotografías de América reúne los trabajos que el autor llevó a cabo en los años 50 en México, Panamá, Chile y Perú, poco antes de su muerte prematura en un accidente, a los 37 años. Las exquisitas imágenes demuestran su excelencia estética pero también su mirada humanística, una rara combinación de belleza y compromiso.
› Por Marcos Zimmermann
Susques, Jujuy. Sur del Tahuantisuyo. 3.986 metros sobre el nivel del mar. La poca gente que camina por las calles de tierra se mueve despacio. Con la cabeza gacha. Como si, con ese gesto, despidieran el día que da su última señal de vida. El sol se esconde detrás de los montes más lejanos de occidente y dibuja una franja de luz color salmón en la cima de los cerros sobre los que se recuesta el pueblo hacia el oriente. La calle principal, cuyas sombras se azularon desde hace rato por el reflejo del cielo cobalto, se vuelve ahora dorada y, por un momento, todo parece revivir. Pero el efecto dura poco. Lentamente, las paredes de adobe se tornan magenta, luego cian y finalmente grises. Enseguida, todo se pone opaco. Por una de las cinco transversales a la calle principal sale la luna, detrás de una pequeña central eléctrica situada justo antes de la nada. Unos metros más acá, hay un negocio, diminuto y oscuro. Entro y tengo que hacer un esfuerzo para descubrir que hay un hombre sentado en un banco pequeñísimo. Está en silencio. Disimulado por la sombra de una cortina que le ataja la luz de la única bombita que cuelga del techo. Parece mimetizado con las estanterías de madera viejísimas que desbordan de paquetes de arroz, verduras, zapatillas, tientos de cuero, ositos de peluche, rollos de tela, medicamentos, cigarrillos, botellas de vino, máquinas de afeitar, pilas, perfumes y herramientas. El hombre me mira desde su rostro oscuro. Y, casi como si hubiera encontrado la manera de definir al pueblo y a su negocio en una sola palabra, me dice: “Así como nos ve, estamos. Los que gobiernan no les importa nada de lugares como este. Nadie se ocupa de los rincones”.
El sitio es similar al de tantos pueblos latinoamericanos que atravesó Werner Bischof con su cámara fotográfica en 1954, en busca de lo que ya había registrado en sus primeros ensayos en Italia y Gran Bretaña en 1950, y en India, Japón, Corea, Hong Kong e Indochina, entre 1951 y 1952: el hambre y la desolación de los pobres. Esa búsqueda lo empujó a México, Panamá, Chile y Perú, para tratar de reflejar la cultura y las costumbres de sus habitantes y exponerlos al mundo. Y fue allí donde Werner Bischof fue capaz de darle un sello propio a la mirada humanista que mostró desde el principio en sus reportajes.
Para celebrar los 100 años de su nacimiento,el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, a través de su director Jorge Cometti, convocó a la Embajada de Suiza en la República Argentina, al Werner Bischof Estate y a Prohelvetia para que auspiciaran una monumental exhibición de 50 fotografías de este autor. La excelente muestra, con copias delicadísimas realizadas por el hijo del fotógrafo, Marco Bischof, fue curada por Leila Makarius. Titulada Werner Bischof, fotografías de América, la exposición se enmarca en los XIX Encuentros Abiertos Festival de le Luz y puede verse en dicho Museo, poco antes de que comience a itinerar por otras capitales sudamericanas.
Bischof había nacido en Zurich, en 1916 y pronto se destacó en dibujo y en pintura. En 1932 ingresó en la Escuela de Artes Aplicadas de Zurich donde, incentivado por el fotógrafo Hans Finsler, se centró en la fotografía. Allí se formó técnicamente y comenzó a dejar fluir su enorme potencial creativo. Poco después abrió su propio estudio y, entre 1940 y 1945 realizó un detallado registro de la destrucción de Europa durante la guerra. En 1947 Robert Capa ve su portfolio y le propone integrar la agencia Magnum, recientemente creada por él, Henri Cartier Bresson, David Seymour, George Rodger y Bill Vandivert. Es en ese período cuando Bischof realiza varios reportajes excepcionales, bajo la mirada asombrada de Capa, su mentor, quien rápidamente se transforma en uno de sus grandes amigos. Desde entonces, el fotógrafo seguirá recorriendo lugares de la Europa devastada, retratando las consecuencias de la guerra y el sufrimiento humano que implicaba la reconstrucción. Siempre con arte y, a la vez, con enorme compromiso con quienes fotografiaba. Exhibiendo el acontecer con imágenes poderosas, llenas de dolor. En ese período, Werner Bischof publicó sus ensayos en las revistas más prestigiosas de la época: Life, Paris Match, Picture Post, Illustrated y Época. Pero, en 1953, Bischof decide apartarse por un tiempo de Europa y viaja a Estados Unidos junto a su mujer Roselina. Pero el país no le gusta y cruza pronto la frontera conMéxico. Es en ese borde, en la ciudad de MacAllen, Tejas, donde a principios de 1954 Bischof descubre Latinoamérica. Un mundo que lo subyuga y que será la materia de su trabajo póstumo y de su legado. Fotografías de una delicadeza y sensibilidad extraordinarias. Tomas sencillas, directas y sin artificio, que dejan su marca indeleble en la historia de este arte. El niño con la quena de Camino a Cuzco, la calle soleada de la Cuesta San Blas, los retratos de Frida Kahlo o los niños jugando en la calle de México constituyen imágenes que combinan belleza y preocupación por la sociedad, una mezcla poco habitual para un fotógrafo.
Bischof mismo expresa ese interés combinado en su diario, cuando dice que el Río Grande divide en la frontera dos mundos diferentes y habla del contraste entre la forma de vida de los norteamericanos y de los latinos en términos estéticos. “Aquí el sistema de mercado con su riqueza, su uniformidad y esterilidad. Allí las plazas con sus celebraciones populares, donde se destacan puestos con pequeñas montañitas de fruta artísticamente presentadas o un carro donde una mujer de cabello renegrido prepara unas tortillas.” O cuando, más adelante, expresa directamente pensamientos políticos en una carta a su amigo Ernst Scheidegger: “De la revolución quedó poco, los generales se construyeron casas señoriales, los revolucionarios volvieron del extranjero y sería bueno que despierte un nuevo Zapata.”
Allí, en Ciudad de México, Werner Bischof y Rosellina deciden el regreso de ella a Zurich para dar a luz a su segundo hijo, mientras él prepara su auto con el que viajará a Panamá, Chile y Perú. Su idea era llegar luego hasta Tierra del Fuego y de allí embarcarse para África a través del Cabo de Hornos. Pero el plan es abortado por la tragedia. Ese mismo año de 1954 decide sumarse a un viaje del geólogo suizo Ali de Szpessy a Trujillo. Pero tienen un accidente en los Andes amazónicos en el cual Bischof pierde la vida. Tenía sólo 37 años.
Nos quedan sus fotografías y algunas frases clave, escritas en su diario durante sus días en Machu Picchu. Pensamientos que traslucen la sensibilidad estética y artística en la que se apoyan sus fotografías. Pero también sus ideas acerca de la sociedad. Bischof detesta la civilización que devasta todo lo natural, que detenta contra la libertad del espíritu, que somete a los hombres con sistemas opresivos. Se maravilla por el juego de luces sobre las piedras de la ciudad y dice haber visto “a Paul Klee, a Georges Braque y, aquí y allá, algún Bischof” o se deslumbra al fotografiar bajo la lluvia “las piedras grises se tornaban de un negro-violáceo, mientras los helechos expresaban un profundo verde”. Y poco después reflexiona en una carta a su mujer: “En la casa de piedra de Machu Picchu, nos recibió un mozo vestido de blanco y moño negro. ¡Sagrada civilización Te odio!”
Es mirando algunos momentos sublimes fijados en las fotografías de Bischof, cuando uno tiene la sensación de estar frente a una realidad cruda, expuesta con enorme refinamiento de espíritu. Delante de imágenes donde el dolor del mundo es expresado con crudeza y en las que ningún disparo parece esquivar la esencia realista de la fotografía, aunque Werner Bischof les sume una cuota de sensibilidad estética y humana exquisita.
Fue gracias a esa combinación que Werner Bischof dejó impreso su nombre en el movimiento fotográfico que Eugene Smith denominaba Concerní Photography o Fotografía Comprometida. Una manera de hacer fotografía que da entidad a la belleza,espacio a la realidad y voz a quienes la habitan, en silencio, en sitios como los que fotografió Bischof en Latinoamérica. Esos que aquél tendero de Susques denominó “los rincones”.
Werner Bischof, fotografías de América se puede visitar en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, Suipacha 1422, hasta el 15 de octubre. De martes a viernes de 13 a 19. Sábados, domingos y feriados de 11 a 19. Entrada general: $10. Miércoles gratis
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