MÚSICA > DEVONTé HYNES ES BLOOD ORANGE, Y SU CONSAGRATORIO TERCER DISCO FREETOWN SOUND CONTIENE MULTITUDES.
› Por Micaela Ortelli
Ésta es la historia de un chico que ve los sonidos. La sinestesia es una condición neurológica extraña, y el mundo puede ser un lugar apabullante para quienes la experimentan, que en el peor caso la padecen en intimidad y en el mejor se convierten en artistas. Devonté Hynes abrió los ojos con los sentidos mezclados hace treinta años. Estudió piano y cello de niño, después aprendió por su cuenta tanto guitarra como batería. Hoy toca todas sus variantes y también el clarinete. Hacer música para él es algo tan vital como respirar, que contiene todo lo que de otro modo sería una vida de distracción, dolor de cabeza y episodios de ataques de pánico. La música es su oxígeno, la adrenalina se la dan los deportes, aunque su cuerpo estilizado es de bailarín. De adolescente practicaba tap y ballet; vestía con estilo y tenía amigos gays en un entorno dominado por musculosos: Essex, el condado donde vive la mayoría de los que trabajan en Londres. Cuenta que cruzaba la calle si afuera de un bar veía la bandera británica; cuenta de ataques muy violentos muchas veces, y que lo más confuso era que entre los hostigadores hubiera negros. Hynes es hijo de un africano y una guyanesa que emigraron de muy jóvenes e hicieron una vida como gerente de una tienda y enfermera. Es un cuento de desarraigo repetido, que a Dev nunca le fue indiferente. Su colegio de Ilford estaba lejos de enseñar historia negra, así que leía por su cuenta. Ahora desde Nueva York es uno de los músicos de su generación que más activamente denuncia la violencia contra la comunidad.
Cuando empezó a componer como Blood Orange, se propuso que la música formara las combinaciones de colores más atractivas y agradables a los ojos. Fue la primera vez que se dejó guiar por la sinestesia. Antes tuvo una banda post hardcore llamada Test Icles, que le dió el contrato que hoy mantiene con Domino Records y una gira por Estados Unidos. Hynes tenía idealizada a Nueva York por Paris Is Burning (1990), el documental sobre la escena ballroom de los ‘80, los desfiles de drag queens donde nació el voguing que popularizó Madonna. Lo conmueve la valentía de los negros que asumían su libertad de ser gays hace treinta años. Por eso Blood Orange –naranja roja o de sangre–, que celebra de distintos modos esa subcultura, es una expresión propia más íntegra de lo que fue Lightspeed Champion, alias con el que dio dos discos indie rock antes de hacerse conocido también como productor: trabajó con Solange Knowles, es autor de “Everything is Embarrasing” de Sky Ferreira, por ejemplo. Lightspeed Champion no se destaca y le lastimó la voz. En Blood Orange canta más lento y suave, y las voces invitadas tienen igual peso que la suya. Lightspeed Champion tenía estructura y definición; Blood Orange tiene groove y toda su fluidez. Sobre todo desde el segundo disco, Cupid Deluxe (2013), con la portada de la mujer en ropa interior y antifaz bajo una luz rosada. Ahí sumó vientos, desaceleró la guitarra, profundizó bajos y sintetizadores para un sonido más trasnochado. En el flamante Freetown Sound, incorporó samples y la música creció y se despersonalizó aún más.
El álbum abre con el piano de Charles Mingus en “Myself When I’m Real”. Hynes canta un verso emotivo –“tomaron mi nombre y lo desollaron” son las primeras palabras– y cede la voz a la campeona de slam Ashlee Haze con un fragmento de su poema para la rapera Missy Elliot que dejó muda a la audiencia, entendiendo lo que significa para un adolescente sentirse representado por un artista. Después viene “Augustine”, que combina un beat up tempo con pinceladas de guitarra y después piano, un verso hablado, otro cantado como el Michael Jackson más fino, el estribillo para el cura que extendió el cristianismo por África, un saludo en krio, recuerdos a sus padres inmigrantes y a Trayvon Martin, el chico de 17 años asesinado en 2012. Hynes canta otra vez a ritmo de pasarela en “E.V.P.”. “Lo más probable es que nunca te hayas dado cuenta de lo que te hizo quién sos”, dice, y el puente es un viaje inesperado porque canta Debbie Harry, aunque el estribillo por Hynes vuelve a ser mejor, y la batería gozosa antes del epílogo. “But You” es llevadera como golosina de boy band -”sos especial a tu manera”, canta- sólo que acá al final arranca la voz de la drag queen Venus Xtravaganza en Paris Is Burning, y “Desirée” con brillos de vedette. Después “Hands Up”, pop-soul estiloso que cierra con el audio de alguien pidiendo “no disparen”. Bellísimo el dúo con Nelly Furtado “Hadron Collider”, y las intervenciones angelicales de Ava Raiin en “Thank You”. Freetown Sound –Freetown, capital de Sierra Leona– tiene 17 canciones y el tramo final es smooth, hace pensar en Sade y Abel Tesfaye. Hynes nació un año después del debut donde apareció “Your Love Is King”, y le lleva cinco al chico detrás de The Weeknd. Blood Orange baila sobre las aguas del pasado que las nuevas generaciones transformaron en chillwave.
En la última canción, “Better Numb”, vuelve a aparecer a volumen más bajo la línea del estribillo de “E.V.P.”: “Nunca terminás haciendo aquello por lo que elegirías vivir”. El disco cierra a frecuencia vaporosa, con audios mezclados y fricciones, como si empujara de vuelta a la vida, la elegida, la que toca, la posible. Pero si se escucha en Spotify, a continuación empieza “Chamakay”, la preciosa apertura del disco anterior que lo llevó por primera vez a Guyana a filmar el video y conocer a su abuelo. La historia de Devonté Hynes está llena de momentos fénix. Poco después de lanzar Cupid Deluxe, a fin de año, el departamento de East Village que compartía con Samantha Urbani, la líder de Friends que canta en casi todo el álbum, se incendió y no quedó nada, ningún resto para llorar. Empezar de cero es preferible a hacerlo desde la mitad, cree él, un artista que salió de una ciudad alienada y llegó a hacerse amigo de la Blondie. Un chico que puede decir de qué color suena el Empire State.
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