FAN > UNA COREóGRAFA ELIGE SU PELíCULA FAVORITA: ELEONORA COMELLI Y CARMEN DE CARLOS SAURA.
› Por Eleonora Comelli
Cuando vi Carmen de Carlos Saura me deslumbró. Lo que me es imposible recordar es dónde la vi, con quién estaba, a qué hora fue, qué hice antes y qué hice después. Supongo que fue en vhs porque es una película que se estrenó en 1983 y yo la vi iniciando mi adolescencia, en los años 90. No tengo capacidad de recrear en mi memoria una forma descriptiva en relación al contexto que rodea a esa película pero sí tengo muy presentes algunas escenas que al volver a verlas para escribir esta sección las recuerdo tal cual son. Ahí la memoria no me falla. Es algo que me sucede en general con mis recuerdos, son recuerdos más de sensaciones que descriptivos. Para eso recurro a mi hermana mayor que me lleva dos años y me ayuda a reconstruir ese pasado que se me nubla por completo. Hace poco me dijo: “¿No te acordás cuando fuimos a ver King Kong al cine? Nos llevó la tía Margarita. Nos tomamos el 78 hasta Chacarita, ahí el subte y fuimos al cine de Lavalle. Después pasamos por el obelisco y nos tomamos un chocolate en La Giralda”. Para mí eso es ficción pura, no me quedó ni una gota de ese hecho. Ni siquiera de la película.
Volviendo a Carmen y al pasado que sí preserva mi memoria: cuando la vi tenía alrededor de 14 años y les dije a mis papás que quería bailar flamenco. Yo quería hacer eso que había visto. Quería meterme en una historia pasional, carnal. Estaba muy enganchada con las escenas de los ensayos, donde pareciera que conviven por horas y horas músicos, cantantes y bailarines. Me acuerdo que me quedó muy grabado la forma en que dirigía a la bailarina, las repeticiones, la exigencia, las frustraciones, el cansancio, la técnica, la interpretación.
Lo primero que hice fue ir con mi papá al Centro Cultural Ricardo Rojas a anotarme en el curso de flamenco y cuando llegamos (un mundo de gente en los pasillos haciendo cola para anotarse a los cursos) ya no había vacantes y como tenía tanto embale entonces vi que había vacantes para un taller de teatro (no me acuerdo el nombre de la profesora) y me anoté. Era la más chica del grupo, me decían “Eleonorita” y yo iba tímidamente a las clases y volvía tarde sola hasta Villa del Parque, ¡me sentía independiente! Me gustaba más que nada la idea de sentirme más grande pero seguía con las ganas de hacer flamenco así que comencé por el Abasto a tomar clases privadas. Me gustaba y salía exhausta, era intenso. Al poco tiempo de seguir con mis clases empecé a notar que no me convencía la idea de que todo quedara en una sala de ensayo, yo quería sacarlo afuera. Para ese momento mi mamá estaba tomando unas clases de tango entonces me invitó para que fuera a probar y me gustó. Lo que me interesó es que no era un baile individual y que encima no solo quedaba en una sala de ensayo sino que bailarlo era sacarlo a la calle, estaban las milongas y era un estilo de vida, otro mundo desconocido para mí. Siempre buscaba conocer, la curiosidad me llevaba de un lado a otro. Años antes de ver Carmen, en la televisión había visto un documental de unos tobas en el Chaco y quería ser antropóloga. Buscando (no sé cómo porque en ese momento no había internet) llegué a una organización de intercambio cultural, OIC, que realizaba viajes a Anecón, una comunidad mapuche en el sur, y a Misión Chaqueña, una comunidad wichi en Salta. ¡Y allá fui! (también me llamaban “Eleonorita” porque era la más chica del grupo). Estuve hasta mis 19 años viajando con ellos y cuando terminé el secundario en vez de anotarme en Antropología comencé Letras mientras que paralelamente seguía bailando tango. Hasta que el tango y la danza tomaron más mis intereses, bailaba de día y de noche, entonces decidí dejar Letras por la Universidad Nacional de las Artes (UNA), en la carrera de Composición Coreográfica.
Carmen, teatro, mapuches, wichís, tango, ballet, técnica Graham, letras, licenciatura en Composición Coreográfica, dirección y puesta en escena de obras: seguidilla que comenzó a mis 14 años por una película.
Escribiendo esto me doy cuenta que también tiene total relación con el nombre de mi primer hijo, Antonio (como Gades. Su opción femenina era Carmen).
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