Dom 01.02.2004
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HISTORIETA

El superhéroe que faltaba

La verdad salió a la luz: la primera historieta que exaltó a Fidel Castro y la revolución cubana no nació en la isla ni en América latina sino en el corazón del capitalismo. Con guión de Stan Lee (el padre del Hombre Araña), El hombre de barba se publicó en Estados Unidos seis meses después de la entrada triunfal de los guerrilleros en La Habana. Después de pasar medio siglo encerrada en los arcones de la Marvel Comics, hoy recorre el mundo por la autopista informática.

Por Fernando Ariel García

Primer día del Año Nuevo de 1959. “Los barbudos”, como se conocía a los soldados revolucionarios que bajaron de las montañas cubanas para derrocar al dictador Fulgencio Batista, entran victoriosos en La Habana. Los acompañan campesinos sin tierra, trabajadores urbanos y unos pocos empresarios. Al mando iba un joven abogado absuelto por la Historia: Fidel Castro.
5 de junio de 1959. Aparece la historieta The man with the beard! (El hombre de barba), corto relato de cuatro páginas que vuelve a narrar la campaña libertadora de Castro. Por primera vez, con los acontecimientos aún frescos en la memoria popular, el noveno arte se ocupa de la gesta de un pueblo empeñado en recuperar su dignidad, ganar el futuro de grandeza que le pertenece y ejercer la capacidad soberana de la autodeterminación. Queda claro, muy claro para el lector, que el héroe de la jornada, sin cuya presencia y tesón nada hubiera sido posible, es el mismo insurrecto que había caído preso tras liderar el fracasado alzamiento de 1953: Fidel Castro.
Hasta aquí, nada fuera de lo normal. La revolución cubana fue un acontecimiento que partió al medio el discurso histórico, y por lo tanto era lógico que su influencia se viera reflejada en todas las artes populares del momento. Lo llamativo es que The man with the beard! no se publicó en Cuba. Ni siquiera apareció en una revista de territorio latinoamericano. Más aún: la más importante apología castrista apareció en pleno corazón del capitalismo, en los Estados Unidos, de la mano de la editorial Atlas Comics, la misma que con el tiempo cambiaría su nombre por el de Marvel Comics, propietaria de licencias multimillonarias como Spider-Man, X-Men, Daredevil y Hulk (por nombrar sólo cuatro de los últimos tanques de Hollywood), hoy embanderada en la cruzada patriótica y globalizada de George W. Bush.
El caso es desconcertante, sí. Pero hay una explicación.
Bajo el gobierno de Batista, los intereses estadounidenses llegaron a manejar cerca del 40 por ciento de la industria azucarera, el 10 por ciento de los recursos minerales y más del 80 por ciento de las empresas de servicios públicos, controlando también el petróleo, el turismo y la banca. Los seis millones de habitantes que tenía la isla podían repartirse, a gusto y placer, la nada que les quedaba.
Para diciembre de 1958, tras dos años de guerra de guerrillas, llegó a Cuba William D. Pawley, emisario de la administración Eisenhower, con la misión de convencer a Batista de renunciar a su cargo y emprender un cómodo exilio en algún lugar de la Florida. A cambio, una junta aprobada por los Estados Unidos se haría cargo del Gobierno. Batista no aceptó, y tres semanas después tuvo que abandonar el país para refugiarse en República Dominicana. Así, el 1º de enero de 1959, el escenario más temido por los norteamericanos comenzaba a tomar forma.
Entre enero y abril, la Casa Blanca examinó la realidad cubana y operó al mismo tiempo para que sus privilegios no fueran tocados. La asunción de Manuel Urrutia como presidente dejaba abierta la posibilidad de que Castro no se involucrara abiertamente en el Poder Ejecutivo, razón por la cual Washington reconoció al nuevo gobierno aunque ya estuviera trabajando para derrocarlo. Fue en ese período de transición cuando Atlas se lanzó a producir el comic sobre la revolución cubana.
Gracias a la guerra de Corea, el género bélico se popularizó en las revistas de historietas, ocupando parte del filón que los superhéroes (en franca retirada) habían explotado comercialmente. Con un enfoque seudo psicológico sobre los efectos de la guerra en el ser humano, breves relatos poblaron los distintos números de War Comics, Combat, War Action, Battlefront, War Adventures y Battle. Para este último título, el guionista Stan Lee (futuro creador del Hombre-Araña) y el dibujante Joe Sinnott realizaron The man with the beard! “Éste es Fidel Castro”, explica el texto introductorio de la primera viñeta: “el hombre con barba, líder de ‘Los Barbudos’ [en castellano en el original], el barbado ejército rebelde que ha tomado Cuba tras una guerra muy comentada en la prensa. ¡Éste es el hombre al que Cuba saluda como héroe y libertador! Éste es el hombre... ésta fue su guerra... y ambas son inseparables!” Las páginas que siguen se preguntan: “¿Qué tipo de hombre es este barbudo que ahora controla Cuba?” La respuesta que articula el comic es: un ser noble, defensor de la libertad y la justicia; un poco individualista y algo mesiánico –rasgo común, por otro lado, a todos los superhéroes–, pero de proceder recto e intachable; un tanto sanguíneo, pero mesurado a la hora de tomar decisiones trascendentales. En resumen: alguien a quien los Estados Unidos apoyarían en el difícil trance de la reconstrucción institucional de Cuba. “¿Podrá [Castro] alcanzar la madurez y la sabiduría para superar el vértigo de la victoria y el poder?”, se pregunta sobre el final el épico narrador, a esta altura un asumido seguidor de Fidel. “Ha ganado la guerra, ¡pero es sólo la mitad de la batalla! ¿Podrá Fidel Castro, el hombre con barba, ganar lo más importante: la paz? ¡Sólo el futuro y la historia podrán responderlo!”
A cuarenta y cinco años de distancia, Sinnott rememora la gestación del comic: “En esa época hacíamos cualquier tipo de historietas. Un montón de westerns y policiales, aventuras del FBI, románticas y de guerra. Las bélicas llegaron a ser muy populares, y con Stan (Lee) firmamos cientos de páginas. El de Castro es uno de mis trabajos favoritos: era un buen guión, y creo que logré capturar bien sus rasgos físicos. Ésa fue una de las pocas historietas de las que guardé copias fotográficas (en esos años, los originales eran propiedad de la editorial y no se devolvían al dibujante). Por supuesto, la historieta fue hecha cuando Castro era el chico bueno, cuando los hechos históricos todavía eran divertidos”.
Para los norteamericanos, la fiesta empezó a arruinarse el 3 de marzo de 1959, cuando el gobierno cubano nacionalizó la Compañía Telefónica, una empresa de la ITT, bajando al mismo tiempo las tarifas del servicio. Después vendrían la reforma agraria e industrial, la expropiación de más de mil millones de dólares en bienes estadounidenses (incluyendo las tierras de la United Fruit, las refinerías de petróleo de Texaco y Esso, el Citibank, el banco de Boston y el Chase Manhattan Bank), el bloqueo norteamericano, el acercamiento cada vez más fuerte de Cuba al comunismo soviético, la crisis de los misiles y...
Para ese entonces, Atlas ya se había transformado en Marvel Comics, las historietas bélicas retrocedían ante los nuevos superhéroes ideados por Stan Lee (4 Fantásticos y Hombre-Araña a la cabeza) y Fidel Castro ya era definitivamente el malo de la película. The man with the beard! ni siquiera ocupó la portada del número 66 de Battle, y no tardó en caer en el desván de los recuerdos negros. A pesar de ser un mojón histórico de la historieta mundial, Marvel la obvió durante cuatro décadas y media, prácticamente borrándola de su catálogo. Ni siquiera la menciona el libro biográfico de la compañía, Marvel: Five fabulous decades of the world’s greatest comics, publicado en 1991; algo lógico, teniendo en cuenta que desde 1954 la editorial se había declarado públicamente anticomunista y había llegado a bautizar a su máximo superhéroe patrio, el Capitán América, como “el aplastacomunistas”.
Si The man with the beard! vivió tanto tiempo en el ostracismo, ¿cómo fue que salió a la luz justo ahora, cuando se conmemoran cuarenta y cinco años de la revolución cubana? En un amplio reportaje a Joe Sinnott, la revista especializada norteamericana Alter Ego reprodujo cuatro cuadros de esos fotostatos malditos que el dibujante tenía guardados desde 1959. El resto, una vez más, fue culpa de Internet, que se encargó de difundir el hallazgo a los cuatro vientos. Marvel, que años atrás ridiculizó a Castro en una sátira del caso Elián serializada en X-Force (un título secundariode la familia de revistas de los X-Men), se abstuvo de salir al cruce de los comentarios virtuales.

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