Dom 11.04.2004
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MúSICA

Sasturain y Feinmann homenajean a Chico Novarro

De “Cordón” y “El último round” a “Cuenta conmigo” y “El Orangután”, el lugar de lujo que Chico Novarro ocupa en la música en castellano es innegable. Medio mundo conoce sus canciones y el otro medio las conoce, pero no sabe que son de él. Ahora, las versiones de “Algo contigo” que grabaron Andrés Calamaro y Vicentico en sus discos solistas vuelven a hacerlo sonar en la FM. Aprovechando la ocasión, Juan Sasturain y José Pablo Feinmann le rinden homenaje: a él y a esa canción tan perfecta como inolvidable.

Grande, chico
Por José Pablo Feinmann
Es el año maldito de 1977 y nadie piensa en el amor, y yo estoy como una lechuga hervida mirando la tele porque sí, porque no tengo nada que hacer, salvo boludear y seguir vivo, y de pronto anuncian algo así como el Festival Internacional OTI de la Canción y surgen hombres y mujeres que cantan, cantan boleros, baladas, y más boleros y ninguno me gusta mucho ni reclama mi atención hasta que un tipo, un tipo que aparece en el escenario, un tipo que es un cantante, un tipo que, anuncian, se llama Daniel Riolobos, se dispone cantar un bolero de Chico Novarro, y el tipo camina displicente hacia el micrófono y el tipo (y esto me resulta increíble) viene fumando, tranquilo y fumándose un pucho, a lo Bogart o a lo Riolobos, dado que el tipo es muy pintón y tiene un aplomo deslumbrante, y se planta frente al micrófono, tira el pucho, lo pisa, larga una bocanada neblinosa como una visión, como un fantasma o una cortina que se agita en la madrugada y empieza a cantar, y tiene una voz fantástica y así, tal como acabo de narrarlo, escuché por primera vez en mi vida al gran Daniel Riolobos cantar uno de los más elegantes, inteligentes y –cómo no– apasionados boleros que en mi abolerada vida había escuchado. Daniel tuvo –dos meses más tarde– un infarto y luego murió joven, de un infarto. El cigarrillo, en suma, no parecía jugar en favor de su salud, pero esa noche, la noche del Festival OTI de la Canción, el cigarrillo, lejos de matarlo a él, mató a todos los otros, al jurado, a los espectadores, a los rivales. A mí, me deslumbró. Qué clase hay que tener para acercarse a cantar un bolero en un Festival Internacional y llegar al micrófono con un pucho, sin pensar en alguna irritación de garganta o de cuerdas vocales como cualquier otro –un otario del orden común– habría pensado. Daniel no. Largó el pucho y empezó con la canción. No la tengo a mano, de modo que la cito de memoria. Pero es lo de menos. Novarro (Chico Novarro, señores) escribió esa canción que esa noche nacía para la eternidad. Un tipo le dice a una mujer que cuente con él. Que él está. Que él espera. Que no tiene apuro. Que si ella quiere algunas cosas espesas y valiosas de la vida las va a encontrar con él; si no, no. “Cuenta conmigo”, le dice. ¿Para qué? “Por si necesitas encontrar algún motivo”. Si necesitas “algo más que conformarte”. Y aquí viene el gran toque de Chico: “Si necesitas, por ejemplo, enamorarte”. Es por estos momentos que una canción llega a ser grande. Novarro usa el giro ensayístico “por ejemplo”. Convengamos: “por ejemplo” no es una frase del léxico del amor. Se utiliza en las cadenas de razonamientos. Siempre se llega a un punto en que el expositor o el ensayista o el matemático tiene que “clavar” su idea en “algo” y ese “algo” es lo que llamamos “un ejemplo”. También “por ejemplo” es remitir a ciertas ideas o a ciertas historias. A ver, ya manoteo un libro, lo abro y leo: “En la tradición de la filosofía occidental, por ejemplo, el hombre aparece como ‘mortal’ y, a la vez, como ‘hablante’” (Giorgio Agamben, El lenguaje y la muerte, p. 8). Bien, Novarro tiene la osadía, la originalidad de mezclar estos resortes del razonamiento abstracto con el amor. “Si necesitas, por ejemplo, enamorarte”. Riolobos dijo –esa noche– “por ejemplo” como al descuido, como si luego de eso fuera a decir cualquier liviandad: “tomarte unas vacaciones”, “ver una buena película”, “ir a un restaurante elegante y caro”. No dijo una liviandad. Dijo: “enamorarte”. Y después (ofreciéndose) dijo: “Aquí me tienes, siempre dispuesto”. Luego Novarro insiste con esta asimetría de lenguajes: “Y si resulta que no resulta mi sistema de quererte”. Y al final, si pasa eso, el tipo dice que se quedará en una esquina o en un rincón, esperando, porque si ella quiere algo más, y (sabe) alguna vez lo va a querer, algo más que conformarse, en esa esquina lo encontrará. “Me encontraráaáaaaaaaaaaaaas”. Dijo Riolobos y se fue y se ganaron el primer premio y la canción la grabó medio mundo, pero nadie como Riolobos, pero ni él mismo (lo juro) volvió a cantarla como la cantó esa noche. A mí siempre me gustó Novarro. Esto significa decir, caballeros, algo importante: que a mí me gustaron “El orangután” y “El camaleón”, canciones de cuando Chico era chiquito y estaba en el Club del Clan. Siempre que escuché que el orangután le decía a la orangutana “te invito a pasear en liana” tuve deseos de ser orangután. Y hasta creo que a alguna novia de aquellos años tempranos en vez de decirle, como acaso uno debiera decir ahora: “querés curtir”, dulcemente la invite a pasear en liana, como proponía Chico. De “El camaleón” ni hablemos. Sirvió para describir la condición moral de la clase política argentina, de los comunicólogos tipo Neustadt y la de todo tipo que te dice una cosa y mañana otra. “El camaleón, mama, el camaleón, cambia de colores según la ocasión”. En Humor, durante los primeros años de la democracia, cuando Neustadt se unió al disenso y a la pluralidad y el estado de derecho, se leía: “Bernardo Corcho, siempre a flote. El camaleón argentino”.
¿Y ahora qué pasa? Ahora te llaman por teléfono y te dicen que Calamaro grabó temas de Chico. Y Vicentico también. Y te preguntan, con cautela, si te escribirías algo sobre “Chico Novarro”, ¿lo ubicás, no? Y uno dice que va a ser un honor escribir sobre Chico Novarro (y el que te pidió la nota, cálido y amigo, dice: “Yo sabía”) y que es un honor para Calamaro grabar “Algo contigo” y felicitaciones para Andrés, que es un tipo bárbaro, un Chico de estos tiempos y un día dijo, en un recital, con mucha gente, tranquilito dijo: “Qué linda noche para fumarse un porrito”. Y tenía razón.
Es difícil elegir entre “Cuenta conmigo” y “Algo contigo”, pero también por completo innecesario. Jorge D’Urbano (que era un musicólogo muy petulante, pero sabía, sabía en serio) dijo cierta vez que en el tercer movimiento de la novena “Beethoven toca el Cielo con las manos”. Espero no resultar exagerado ni ofender a la cultura universal si digo que Novarro, en “Algo contigo”, también. El tipo de la canción le pregunta a la chica, asombrándose, si hace falta que le diga que quiere tener “algo” con ella. La chica, según parece, todavía no se dio cuenta. Él, entonces, dice: “¿Es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo?”. No sabemos si ella se dio o no se dio (cuenta). Él sigue avanzando. Habla de su boca, se la desea “de una manera loca”. Aquí entra incontenible la relación amor-locura fundamental en los boleros. Luego el tipo empieza a sugerir ciertas aristas patológicas, que ella debiera contemplar: “Necesito controlar tu vida/ saber quién te besa y quién te abriga”. ¿Cómo sabe que alguien la besa? ¿Lo sabe, lo sospecha, lo imagina, lo alucina? ¿Qué entiende claramente por “abrigar”? ¿Qué le sugiere a la chica al decirle que alguien la está abrigando? Uno se abriga con una frazada. Las frazadas están en las camas, sobre las sábanas. En suma, ese señor que la está abrigando se ha metido con ella en la cama. ¿Para qué? La paranoia controladora del tipo (típico amante-celoso-paranoico-posesivo-obsesivocompulsivo) avanza: “ya no puedo continuar espiando día y noche tu llegar, adivinando”. Y, ahí nomás, de pronto, Novarro lanza la más hermosa, ingenua y tierna de sus líneas: “Ya no sé con qué inocente excusa pasar por tu casa”. Es tan de niños esto. De pibe (pongamos: nueve años) me había enamorado de una chica que vivía en Avenida Forest y Pampa: todo el día andaba por ahí. Sólo caminar hacia esa casa me desbocaba el corazón. “Ella” vivía en ese lugar mágico, secreto. ¿A qué iba yo? A verla o para que me viera o para sentir, exaltado y loco, enamorado por supuesto, su cercanía. Lo mismo le pasa a Novarro en esta canción (que él escribió y compuso) y que es hermosísima. Quiere tener “algo” con esa chica. Besarla (desea “locamente” su boca) y “abrigarla” no sólo con sábanas y frazadas sino con su cuerpo ardoroso, que estallará en llamaradas de goce no bien la tenga entre sus brazos, pronto, cuanto antes, sin esperar más porque la vida es corta, porque nos morimos y porque Chico –aunque acepta la muerte– no aceptará morirse sin tener antes algo con “ella”, con esamujer que espía, que controla, que ama del modo que se ama en los boleros: “de una manera loca”.
Acaso importe decir que no conozco a Chico Novarro. Que jamás lo vi en mi vida. Como tampoco otros. Como tantos que saben que van a morirse, que la vida termina, que el final llega, pero se tolera mejor porque tuvimos una suerte inesperada, una alegría limpia que nos ayudó a vivir y nos hará menos doloroso, menos triste el último acto. Tuvimos algo con Chico Novarro.

Todo contigo
Por Juan Sasturain
En el bolero, canción de amor, en términos gramaticales siempre hay un yo que le habla a un tú: declara, pide, se queja, reprocha o evoca. “Algo contigo” es, dentro de lo clásico, un hermoso bolero innovador de los de segunda persona explícita, si cabe. Saliendo del repertorio más transitado, me gusta casi tanto como “Vete de mí”, la obrita maestra que compusieron los hermanos Expósito en los cincuenta, cuando el tango no les garantizaba el puchero y el whisky, y comenzaron a cultivar ramos generales. Y me gusta un poco más que el “No sé tú” que Manzanero le regaló a Luis Miguel para que valiera la pena escucharlo alguna vez. Pero el de Chico Novarro es un fenómeno –tiene un gancho– diferente.
Porque es claro que a “Vete de mí”, tras las sutilezas de Lucho Gatica y el entonado y olvidadísimo Roberto Yanés, lo reinventó la versión desaforada de Bola de Nieve. Nadie como el negro cubano para subrayar los “tú” los “yo” y concluir con aquello de “porque es mejor el verso aquel / que no podemos recordar” para derramarse después sobre el piano, prolongación de su tecleada dentadura. Además, Homero es un poeta que sobra largamente la simple efusión sentimental común a tantos boleros y no cae en la diatriba sino insinúa una vena masoca muy tanguera.
Y en el caso del tema del petiso que desde que vio llover una tarde siguió rimando con infinitivos hasta el infinito, el sólido arreglo de la versión de Luismi fue determinante para convencer con la historia de una duda más retórica que metódica. Sin embargo, los arranques con negación parecen ser efectivos en las canciones de amor –”No puedo verte triste, porque me mata...”, “No, no concibo que todo acabó...”– y Manzanero tiene un oficio fenomenal con el que suele compensar su caída en las consonancias más caprichosas. En este caso no incurre en ellas, además.
Con “Algo contigo” las cosas son diferentes. Es probable que las virtudes del maduro bolero de Chico Novarro –es del 77– que acaban de popularizar para la joven gilada primero Vicentico y después el generoso Calamaro, tengan un linaje y una resonancia que no sean rastreables ni dentro del repertorio romántico ni en las características de los muchos que antes le pusieron la voz. Será cuestión de parar la oreja, escuchar la historia y contar sílabas, porque creo que su encanto viene de otras latitudes.
El secreto está en el arranque. El pareado con que se inicia el bolero son dos líneas de nada menos que veinte sílabas: “No hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo. / ¿Es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo?”. Qué bárbaro. Porque si bien cada uno de los versos se puede partir en dos (ocho más doce) la unidad de sentido sólo se completa una vez terminado el suave galopito que proponen los cinco acentos diseminados regularmente y cerrados por la rima en -ígo.
¿A qué se parece esto? En principio, a otro hermoso bolero de Novarro no tan conocido, pero también de arranque con frase larga, aunque no tanto: “Usted me dice que nosotros dos fuimos amantes, / que hubo alguna vez entre los dos algo importante” son los pareados de quince sílabas que inician “Amnesia”, de la misma época y a medias con Dino Ramos.
Pero hay algo más. Creo que la resonancia de estos versos es estrictamente poética –sin establecer valoraciones– y tiene que ver con comienzos famosos como el celebérrimo alejandrino “Puedo escribir los versos más tristes esta noche” al que sigue famosamente el segundo verso, interminable: “Escribir por ejemplo: La noche está estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos”. Y no sólo Neruda. Enrique Molina no escribió muchas cosas mejores que el comienzo de “Alta marea”: “Cuando un hombre y una mujer que se han amado se separan / se yergue como una cobra de oro el canto ardiente del orgullo...” Se te caen las medias ante semejante eficacia. Y el soslayado Bernárdez en sus prolijas definiciones de qué es estar enamorado o en las dilatadas asonancias de “La ciudad sin Laura” también apostó al tiro largo. Pero los poetas líricos pueden de salida contar “sintigo”, darse tiempo y versos para traerla a ella al poema. El letrista de boleros, no: siempre se tratará de “algo contigo”. La originalidad del texto de Novarro pasa, probablemente, además de la cosa bien dicha y medida, por los términos de la confesión –la ruptura de un equívoco–, por la prosodia coloquial de su lenguaje y los detalles narrativos (“Ya no sé con qué pretexto inútil / pasar por tu casa”). Capacidad de sugestión y síntesis, que le dicen.
Más allá de la Guillot, de Tito Rodríguez, de tantos capos, el intérprete ideal de los mejores boleros de Chico Novarro debe haber sido -además de él mismo, que lo hace bien– el sensible Daniel Riolobos, un raro de muy buen gusto. Su versión ganadora de “Cuenta conmigo”, ese bolerazo de la misma época y la misma frecuencia –del 79, con música de Parentella– es una joya: “Cuenta conmigo / ... si se te ocurre alguna vez enamorarte / aquí me tienes / siempre dispuesto / a ver el mundo como tú te lo imaginas...” dice el mendocino afecto a las disonancias. Una joya.
En las canciones de Novarro, a diferencia del discurso del otro Iglesias –no del Julio– no se concibe un lugar sinmigo ni sintigo. Siempre hay un yo que se regala, se promete o se resiente, comparte incluso el desencuentro. Es el bolero destilado.


Chico Novarro está dando, durante todos los viernes de abril a las 21 hs., un espectáculo llamado Algo contigo en el Teatro N/D Ateneo (Paraguay 918).


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