HALLAZGOS: LA ESTATUA QUE ESPERó CINCO SIGLOS PARA
SER DESCUBIERTA
Quinientos años de soledad
Quieta, dura como una estatua, los esperó. Y tras dos décadas de investigación –disparadas por un poema romano hallado en los archivos del Vaticano–, los expertos finalmente concluyeron que la escultura que buscaban y que creyeron que jamás encontrarían había estado allí, sin hacerse notar, en un pueblito del sur de Italia. Al menos eso es lo que se asegura en un flamante libro publicado por Clara Gelao, directora de una galería de arte en Bari, que atribuye esta estatua al artista renacentista Andrea Mantegna, cuyas pinturas demostrarían “un genio especial para la creación de obras tridimensionales”.
Hasta hace poco se creía que ninguna de las esculturas de Mantegna había logrado sobrevivir. David Landau, curador de una muestra de la obra de Mantegna presentada en 1992, dijo que aún no ha tenido oportunidad de estudiar el tallado de la piedra personalmente, pero comentó que “en cuanto vi las fotos pensé que era algo digno de ser tomado en serio”.
La estatua de Santa Eufemia se encuentra detrás de un polvoriento panel de vidrio en la catedral de Irsina, un pequeño pueblo a 75 kilómetros de Bari. Eufemia, santa patrona de Irsina, fue una joven aristócrata de Turquía que murió al ser arrojada a las bestias hacia el año 307, tras rehusarse a llevar a cabo un sacrificio pagano. La expresiva escultura la muestra con una mano en las fauces de un león, tal y como aparece en una pintura de Mantegna de 1454, exhibida en el Museo di Capodimonte, en Nápoles.
Gelao dice haber advertido la estatua y haberse sorprendido por su calidad en 1978, pero que luego la olvidó hasta hace nueve años, cuando supo de un poema latino hallado en el Vaticano, una composición en verso escrita en 1592 por el archidiácono de Irsina, en la que se enumeran las donaciones que el rector de una iglesia de Padua, Roberto De Mabilia, había hecho precisamente 150 años antes. Entre ellas se contaba un hueso perteneciente al cuerpo de Santa Eufemia –lo cual persuadió a Irsina de adoptarla como patrona local en 1452–, un retrato de la santa realizado “por la excelente mano de Andrea, a quien se la ha dado el nombre honorario de Mantegna”, y dos estatuas.
“Hasta entonces se desconocía la procedencia de la escultura”, dice Gelao. Nadie se había dado cuenta de que la pintura alguna vez estuvo colgada en la catedral de Irsina. “Comencé a verla con nuevos ojos”, insiste Gelao, quien viajó a Padua para encontrarse con que De Mabilia, nativo de Irsina, había estudiado y residido allí tras graduarse. La escultura presenta muchos rasgos técnicos y estilísticos de la obra conocida de Mantegna, y se parece notablemente a una figura que el mismo artista pintó en Padua hacia 1453. “Es –dice la Gelao, emocionada–, como si la figura se hubiera bajado del cuadro para convertirse en una escultura.”