CINE - SE ESTRENA LOS INCREíBLES, LA PELíCULA DE SUPERHéROES RETIRADOS
Y ahora, ¿quién podrá defendernos?
Fueron ídolos. Luego acusados de fascistas. Después se los transformó en freaks. Se los obligó a permanecer en el closet. Y, con el encierro, se convirtieron en desocupados, mutantes, sociópatas y marginales. Pero ahora llega Los Increíbles, la punta de lanza de una andanada de películas que se dispone a sacar a los superhéroes del retiro y responder a un público que pide a gritos auxilio.
Por Mariano Kairuz
Un interrogante acosa a la humanidad desde tiempos inmemoriales: ¿cuál es la materia de la que están hechos los héroes? Los Increíbles, la nueva película de Pixar (la compañía responsable de Toy Story 1 y 2, Bichos, Monsters Inc. y Buscando a Nemo) está centrada en las aventuras y desventuras de una familia de paladines justicieros con superpoderes y ofrece, a su manera, algunas respuestas posibles. Todo comienza con una certeza oscura e ineludible: los superhéroes ya no son una fuerza vital en la cultura pop norteamericana, como lo fueron décadas atrás. ¿Qué fue de aquellos personajes mesiánicos provistos de destrezas tan sorprendentes y tan seguros de sí mismos que hasta se permitían pavonearse por el mundo en calzas de colores y capas flameantes?
Se sabe que los miembros del Salón de la Justicia y gremios afines vivieron su apogeo a finales del período de entreguerra y durante el segundo conflicto mundial (que les permitió desplegar su vocación aliadófila y fundamentalmente norteamericana), pero se sabe también que, entrados los años ‘60, estos personajes ya habían perdido credibilidad, tal como lo puso en evidencia el divertidísimo Batman de Adam West. En los años posteriores no les fue mucho mejor: a excepción de la serie de películas de Superman con Christopher Reeve (iniciada a fines de los ‘70 por un par de productores rusos independientes que habían trabajado con Orson Welles), dispuesta a tomarse el asunto más o menos en serio, la nueva épica superheroica parecía haber quedado confinada a las simpatías del público infantil o, en el mejor de los casos, reformulada en formato paródico para sus padres. A principios de los años ‘80 tuvo cierta repercusión El Gran Héroe (The Greatest American Hero), una serie televisiva con un protagonista incapaz de controlar sus propios superpoderes; pero puede que ninguna obra se haya hecho cargo de la larga decadencia de los titanes del mundo libre como lo hizo en 1986 The Watchmen, la celebradísima “novela gráfica” de Alan Moore, con sus superhéroes jubilados, devenidos supervillanos y sociópatas y cruzados por complejos de todo tipo. La historieta anticipó un ciclo de “caballeros oscuros” que daría impulso a la resurrección de Batman a manos de Tim Burton en 1989 como ese tipo un poco loco, atormentado, pero desprovisto de superpoderes y humano al fin, que no alcanza a estar convencido de que los freaks sean precisamente los demás. La serie se fue tornando más y más deforme con cada episodio y para fines de los ‘90, la posta era tomada por una película enteramente dedicada a los superhéroes freaks y mutantes: con los X-Men y un poco más tarde El Hombre Araña –todos ellos personajes sufridísimos y contradictorios, definidos por su condición de marginales– el cine reformuló las paranoias de la guerra nuclear para el público de la era del genoma. El superhéroe colorido, confiado y confiable de los años ‘50 permaneció enterrado bajo la descomunal carga dramática por la que pelotones de guionistas se pelaban el cráneo, buscando dotar a sus personajes de humanidad y tragedia. Todo lo cual alimentó devastadoras contrapartes paródicas, como los Mystery Men, con sus superhéroes de clase trabajadora. Lo que todavía está por verse es en qué medida el 11 de septiembre obligó a reformular, si no la producción del género, al menos su lectura: si en los ‘40 los superhéroes eran personajes claramente norteamericanos y en los ‘90 se volvieron renegados y marginales de la sociedad; ahora (que estamos todos paranoicos de nuevo), ¿qué pasa?
En este contexto es que se estrena Los Increíbles, una película que funciona a la vez como tributo y parodia, como film de aventuras clásico y comedia, haciéndose cargo hábilmente de la parábola del apogeo, el ocaso y las confusas resurrecciones del superhéroe. La historia arranca en lo que parecen ser los años ‘50, justo antes de la crisis y desprestigio de los paladines: tras una de sus habituales hazañas, Mr. Incredible es demandado y llevado a tribunales por un ciudadano que “no quiere ser salvado”, un suicida que tan solo reclama su derecho a matarse en paz. El caso sientaprecedente y desencadena un bombardeo de acciones legales sobre los superhéroes del mundo. Como resultado de la embestida judicial, personajes antes consagrados a la lucha “por la justicia y el bien común”, como Mr. Incredible, su flamante esposa Elastigirl y Frozono –titán super-cool que en la versión original tiene la voz de Samuel Jackson y en su doblaje criollo habla con la de Rubén Rada–, quedan virtualmente prohibidos y se ven obligados a retirarse de la vida pública. Así las cosas, el Sr. y la Sra. Incredible se mudan a los suburbios y forman familia; él echa panza y ella caderas, él vende pólizas de seguro y ella asume las rutinas del hogar. Y sus hijos, superhéroes genéticos, son educados para reprimir la urgencia casi hormonal con que sus superpoderes pugnan por salir a la luz. Ahí, en el retiro forzoso, en la censura oficial de las habilidades que elevan a los superhéroes por encima del común de los mortales, la película encuentra su verdadero conflicto, tal y como queda planteado en un breve diálogo entre mamá Increíble y el pequeño Dash: “Todas las personas somos especiales”, propone ella como consuelo pero sin convicción; “Si todos somos especiales, entonces nadie lo es”, concluye él, resignado.
Así formulada, Los Increíbles debía ingresar, tarde o temprano, en el terreno de la incorrección política y bajar línea: sea lo que sea aquello de lo que están hechos los héroes, no es algo que todo el mundo lleve dentro de sí. Los Increíbles no podría estar más lejos de la reivindicación de los “héroes de la vida real”, tópico tan sensible en la Norteamérica post 11-S: esa otra película se hizo esperar (si obviamos a SWAT, que fue concebida como un híbrido absurdo y muy confuso y olvidada rápidamente) pero finalmente llegó y se estrena también el próximo jueves: su título es Brigada 49 y trata, claro, sobre un escuadrón de bomberos. Hollywood reclama héroes, sí, pero pide a los gritos súper-héroes y en los próximos dos años van a llegar en manada y una vez que lleguen se hará inevitable repolitizar su lectura, aunque no haya en sus films referencias concretas ni directas al nuevo estado de las cosas.
Por su parte, Brad Bird, el director y guionista de Los Increíbles, aprovechó el llamado del deber para plasmar un proyecto personal largamente acariciado con el que finalmente recorre ascenso, caída y transformación del superhéroe norteamericano. El ingreso de Bird en Pixar, proveniente de la vieja escuela de animación (con una larga trayectoria en Los Simpson y un largometraje previo, una pequeña obra maestra, casi secreta, llamada El gigante de hierro, basada en el cuento del “Poeta Laureado” Ted Hughes), vino a aportar, según él mismo dice, un poco de caos en el ambiente hipercontrolado de la compañía, pero habrá que esperar un tiempo para entender qué espacio ocupa su opus digital en el cine post 11-S y en el universo contemporáneo de héroes más “humanos”, conflictuados, oscuros y contradictorios y a veces incluso más ridículos. No es necesario caer en la sobreinterpretación: Los Increíbles refleja antes que nada los intereses y las pasiones de un tipo que se crió disfrutando en el cine y los comics de personajes forjados décadas atrás y que terminaron como mano de obra desocupada; que fueron ídolos, luego freaks obligados a permanecer en el closet y ahora vuelven ante el grito de auxilio. Presentados en clave nostálgica y revisionista, el primer gran desafío de Los Increíbles como superhéroes, entonces, no consiste en salvar al mundo de monstruos mutantes ni de superengendros criminales ni mucho menos del terrorismo, sino en rescatarse a sí mismos del olvido.
El Salón de la Justicia
Las películas de superhéroes que se vienen, tras el batacazo de El Hombre Araña 2 y los fracasos de El castigador, Gatúbela y Hulk.
Batman Begins
Borrón y cuenta nueva: la historia del encapuchado empieza de cero. Atrás quedó el proyecto de Darren Aronofsky (el director de Pi, en cuyo guión Alfred era negro y Bruno Díaz un homeless); en la película que podremos ver en junio del año que viene, protagonizada por Christian Bale (American Psycho) y dirigida por Christopher Nolan (Memento), el millonario con más vida nocturna de Ciudad Gótica emprende un largo viaje en busca de su oscuridad interior, o algo así. Y que se sepa: el mayordomo es Michael Caine.
Los Cuatro Fantásticos
Así está la situación en el mundo de los mutantes cósmicos: el Hombre Elástico y La Cosa serán interpretados por virtuales desconocidos mientras que el no mucho más famoso Chris Evans (Celular) será La Antorcha Humana y la relativamente reconocible Jessica Alba (de la serie Dark Angel) encarnará, por así decirlo, a La Mujer Invisible. El guión es de Mark Frost (el autor de Twin Peaks) y acá se la anuncia, tras muchas demoras, para julio próximo.
Elektra
La chica de la horrenda Daredevil con Ben Affleck (el superhéroe ciego de la Marvel) tiene su propia película. Una vez más, ella es Jennifer Garner, la bonita protagonista de la serie Alias; por ahí está también Terence Stamp y, lo más importante de todo, no hay Affleck a la vista. Va en febrero.
Superman Returns
Este fue un año raro para el último descendiente del planeta Kriptón: primero murió Jor-El (Marlon Brando); luego su hijo Kal-El (Christopher Reeve) y finalmente le encontraron su primer sucesor cinematográfico en un cuarto de siglo, después de muchas vueltas (iba a ser Nicolas Cage dirigido por Tim Burton; y ésa fue la más sensata de las propuestas que circularon). El elegido es el ignoto Brandon Routh. El director es Brian Synger (X-Men; Los sospechosos de siempre); se habló que Scarlett Johansson podría ser Luisa Lane y de Johnny Depp como Lex Luthor pero ambos son improbables. La Warner lleva gastados 50 millones en el intento de resurrección y ni un metro de película filmada, pero supuestamente ya está: se rueda el año que viene y se estrena el siguiente.
El Avispón Verde
Fue homenajeado por Tarantino en Kill Bill, pero vuelve de la mano de Kevin Smith (el director de Dogma y de La otra cara del amor), que estaría reescribiendo el guión desde hace mucho. Los rumores que circulan en la red de redes hablan de enmascarar a George Clooney y postulan a cuanto chino haya pasado por Hollywood para hacer de Kato, pero todo el asunto sigue muy verde.
X-Men 3
Está en preproducción y no se sabe quién la va a dirigir pero el guión es de un inglés que también ha firmado los argumentos de Los cuatro fantásticos, de la remake hitchcockiana de El Sr. y la Sra. Smith y de la secuela de ese James Bond anabolizado que es Vin “XXX” Diesel. Todo estaría dispuesto para que los freaks más traumatizados del cine regresen dentro de un año y medio.
El Hombre Araña 3
Volverían director (Sam Raimi) y actores (Maguire y Dunst) y el villano de turno sería Venom. Con un poco de suerte volverán a llamar al escritor Michael Chabon para que les componga un guión como la gente. Va en dos años y medio.
La mujer maravilla
Nada entusiasma más a los innumerables onanistas abonados a Internet: un guión adjudicado a un tal Todd Alcott (guionista de aquella película animada Antz) enfrenta a la súper amazona del lazo de la verdad con un inescrupuloso fabricante de armas llamado Doctor Psychopoulus. La mayor candidata hasta el momento es Sandra Bullock –que, hay que decirlo, se está poniendo un poco “madura” para el papel– pero no es la única. Jennifer Aniston, Catherine Zeta Jones, Lucy Lawless (alias Xena, princesa guerrera): todo estímulo es válido para estos muchachos.