FENóMENOS > EL VALE TODO, ENTRE LAS ARTES MARCIALES Y EL CIRCO ROMANO
Salvo morder, hacer piquete de ojos y pegar en los testículos, todo lo demás es libre y a gusto del luchador: trompadas, codazos, llaves, luxaciones, rodillazos, agarres, cabezazos, ahorcamientos. Bienvenidos al vale todo, la forma de lucha brasileña que prescinde de rounds, árbitros y categorías de peso y hace furor en clubes nocturnos de Buenos Aires.
Su nombre solo ya es bastante sugestivo: vale todo. Una gentil invitación
a la creatividad. Y más sugestivo aún es verlo en vivo: estos
tipos saben sujetarse de formas más que sugerentes. Abróchense
los cinturones y apaguen sus celulares: vamos a sobrevolar el excitante mundo
del combate extremo.
Cualquier arte marcial, sistema de defensa o deporte de contacto se define por
las técnicas que emplea. El judo pone en juego lances y retenciones;
el jujitsu, palancas y estrangulaciones; el karate, taekowndo y kung fu, golpes
y patadas; el boxeo, puñetazos. Vale todo es la única forma de
lucha cuya definición es negativa. Aunque suene contradictorio, es una
práctica que se explica por lo que no vale: ni mordidas, ni dedos en
los ojos, ni golpes a los testículos. Todo lo demás, libremente
y a gusto del practicante: piñas, codazos, rodillazos, llaves, luxaciones,
enganches, agarres, cabezazos, ahorcamientos. Todo lo que resulte efectivo está
permitido y se usa.
Las combinaciones de patadas, barridas y guillotinas son realmente llamativas,
pero lo que hace de una pelea de vale todo un espectáculo completamente
fuera de serie es el factor sorpresa: nunca se sabe qué se va a ver.
En la versión libre y completa, hasta ahora nunca practicada en la Argentina,
los luchadores se enfrentan dentro de una jaula, vistiendo tan solo una mallita
de lycra y protectores bucal e inguinal. No hay limitación de tiempo,
ni división en rounds, ni árbitro, ni categorías de peso.
Puede participar cualquiera que se atreva, no importa su contextura física,
edad o experiencia. Y puede pasar cualquier cosa.
A veces la definición es inmediata, con una trompada certera que termina
el encuentro en el primer segundo; otras veces se viven varios minutos de inmóvil
tensión, con los contrincantes mirándose fijo, estudiándose
mutuamente antes de atacar. Por lo general, lo que se ve es una de esas encarnizadas
luchas de piso donde los cuerpos se trenzan en confusos nudos humanos y los
brazos y piernas funcionan como tenazas rompehuesos. También se permiten
golpes directos sobre el adversario caído, y nadie acude a separar a
los contendientes hasta que uno de los dos se rinde. De ahí esa fuerte
impresión de realidad que pone al vale todo en el centro de la polémica:
¿deporte o salvajismo?
Del monasterio al gimnasio
El vale todo –o combate extremo– nació en Brasil a mediados
del siglo pasado, como consecuencia o efecto colateral del enorme auge que los
sistemas personales de combate conocían en todo el mundo. De ser instrumentos
bélicos milenarios, fuertemente arraigados en la cultura de cada pueblo,
que exigían de los budokas (guerreros) una disciplina religiosa, las
artes marciales –desalojadas del campo de batalla por la aparición
de las armas de fuego y la tecnología bélica– no habían
tardado en salir de los monasterios y ofrecerse al mundo. Como una secta cerrada
que de pronto decide convertirse en religión ecuménica, los maestros
abrieron las puertas de su sabiduría y permitieron al profano -en particular
al occidental– acceder a conocimientos antes reservados para monjes y
guerreros. Las artes se popularizaron, evolucionaron y se combinaron entre sí.
La pregunta, claro, es dónde quedaron los principios morales que infundían
las largas horas de esfuerzo continuado, y dónde los ecos de filosofía
budista que resonaban en la renuncia y el sacrificio. Si ya es difícil
encontrarlos en los deportes de contacto actuales, convertidos en espectáculo
circense, es toda una proeza reconocerlo en las mixed martial arts o combates
multidisciplinarios, en los que se inscribe el vale todo.
Las bellas artes (marciales)
No es casual que esta práctica salvaje haya surgido en Brasil, cuyo deporte
nacional (como sucede en Japón con el sumo) es una forma de lucha, la
capoeira, fenómeno cultural complejo queconjuga danza, defensa personal
y folklore. Originalmente es un sistema desarrollado por los esclavos africanos,
provenientes en su mayor parte de Angola, cuyas técnicas y movimientos
se escondían tras extravagantes pasos de baile. También es originario
de Brasil el jiujitsu brasileño, una variante del jiujitsu japonés
que se ocupa exclusivamente de la lucha en el piso. Con dos disciplinas como
ésas conviviendo en la misma tierra, no es raro que haya surgido allí
la idea del combate sin reglas.
En vale todo, cada competidor representa de alguna manera al arte marcial que
lo formó. ¿Puede funcionar este deporte como juicio último
entre los distintos sistema de combate? El Mestre Marcos Gytauna, nacido en
Brasil y fundador de la Asociación Argentina de Capoeira, opina que no:
–No existe un arte marcial mejor que otra. Existe la que es mejor para
cada uno. Yo elegí capoeira porque su esencia es la libertad. Es el arte
que corta las cadenas de la esclavitud de la carne y la opresión del
espíritu. Pero todas las artes marciales son buenas. Tienen distintos
caminos, pero apuntan al mismo objetivo: conocerse a uno mismo.
En la Asociación Argentina de Capoeira, el Mestre también prepara
atletas para vale todo. El Mago y Dende, los principales competidores del rubro,
se mantienen invictos tras las peleas que libraron este año en gimnasios
y clubes nocturnos como el Big One de la calle Alsina. Para formarlos, el Mestre
utiliza un entrenamiento inteligente que incluye puño, pierna y agarre.
Porque para sobrevivir a un vale todo no basta con dominar una disciplina, por
experto que uno sea. Hay que saber varias; como mínimo: boxeo para las
manos, muay thai para pies, rodillas y codos, lucha libre por los takedown –derribos–
y jiujitsu para dominar en piso. Los mejores resultados suelen obtenerlos quienes
practican jiujitsu, porque casi todos los encuentros terminan en el suelo, donde
nadie los supera. Los representantes del wrestling –lucha libre o grecorromana–,
expertos en agarrar al rival y plancharlo sobre la lona, también han
demostrado un alto rendimiento.
La bestia de dos lomos
Esto prueba que cuando todo vale, la pelea cuerpo a cuerpo se impone sobre la
distancia larga. Sin reglas ni prohibiciones que los separen, los hombres se
enroscan entre sí como víboras.
–Es la lucha que más se acerca a nuestra propia naturaleza –explica
el Mestre Gytauna–: todos los animales se enredan cuando se confrontan.
Y estos animales se enredan tanto, en posiciones tan ambiguas, que un observador
no del todo familiarizado con el ciclo de vida humano confundiría fácilmente
un encuentro de vale todo con un acto sexual.
Los primeros en caer son los boxeadores. Los pocos kamikazes que confían
en sus puños lo suficiente para medirlos contra cualquiera, sin conocimientos
extra, duran segundos en las arenas del combate extremo: contra un tackle a
la altura de la pelvis no hay jab ni cross que valgan. Hay quien dice que fue
por eso –y no por considerarlo demasiado violento– que se prohibieron
las veladas de vale todo en la Federación de Box.
–Es que el vale todo no es violento –dice el Mestre–, es agresivo,
pero no violento. Violencia es energía no canalizada: la del tipo loco,
sin carril, que puede dañar a otro. El atleta de vale todo, cuando está
bien preparado, puede definir una pelea en segundos sin que nadie salga lastimado.
Mucho más peligroso es el boxeo, que son doce rounds de piñas
a la cara.
Feddy Sukata, también brasileño, principal introductor del jiujitsu
en la Argentina y famoso organizador de torneos extremos, está de acuerdo
con el Mestre:
–El vale todo está muy mal visto en la Argentina. Falta apoyo empresarial
e incentivo para organizar bien los eventos, porque la gente tiene prejuicios.
Pero la verdad es que ninguna persona murió jamás en un vale todo.
En Brasil, en cambio, los valetodistas son muy respetados: hablantres lenguas,
manejan autos importados, son profesionales como los médicos o los ingenieros.
Pero acá la cultura es distinta. Los argentinos son muy europeos y se
preocupan mucho por ciertas cosas, pero al mismo tiempo permiten otras mucho
peores.
Alrededor de la jaula
Zukata fue responsable del torneo de vale todo más importante del país.
Llenó Obras en 2003 y está planeando llenar el Hilton en 2005.
Pero se queja de las trabas legales.
–Acá el vale todo verdadero está prohibido. Para empezar,
está prohibida la jaula: hay una legislación que dice que las
jaulas son sólo para los animales... ¡Pero son lo más llamativo!
Hacen las peleas más sangrientas, más carniceras... Acá
se hizo en un ring oficial, y no es lo único que tuve que cambiar para
conseguir el permiso: tuve que agregar guantes, protectores, tiempo. ¡Ni
me permitieron poner vaselina en el piso para que los luchadores se patinen!
¿No cree que esas cosas desvirtúan la esencia de las artes marciales?
–El vale todo no tiene esencia. No transmite ningún principio porque
no es un arte marcial ni un deporte; es simplemente un evento. No hay profesores
que lo enseñen ni luchadores formados. Así que si un valetodista
ataca a una persona en la calle y la mata, la culpa es del profesor que le enseñó
el arte marcial que había aprendido antes.
Si no sirve para definir entre las distintas disciplinas ni transmite una filosofía
de ningún tipo, ¿para qué sirve, entonces?
–Yo entrené juijitsu durante quince años –dice Sukata
con frialdad–, y quiero saber si mi aprendizaje valió la pena.
La única manera de probarlo es subiendo a un vale todo y midiéndome
con otro tipo que también sepa defenderse. El combate extremo es la única
prueba real, porque a esta altura, si yo salgo a pelear a la calle... ¡Me
cago de risa!
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