POLéMICAS > EL CASO PLATA QUEMADA, SEGUNDO ROUND
Ficción y realidad
A dos semanas de que Ricardo Piglia hiciera pública en Radar su posición en el caso Plata quemada, ésta es la réplica del escritor Gustavo Nielsen.
Por Gustavo Nielsen
Ficción y realidad son dos términos que todo el tiempo están mezclándose, en la Argentina. Se mezclaron en los hechos sucedidos durante la muestra de León Ferrari, donde unos manifestantes rompieron una obra artística por entender que ofendía su espíritu “católico”. Como si la obra de Ferrari fuera la verdad absoluta, algo objetivo, un dogma inapelable. Y no solamente una ficción que lleva la firma de un sujeto bastante particular: un artista. Se mezclaron en las amenazas que recibí por mi novela Auschwitz, y en la sugerencia tímida que un periodista de esta casa publicó en Radar del 6/3/05, por la cual cualquier persona podría llegar a hacerme un juicio de resultar ofendido con las escenas “subidas de tono” de esta misma novela. Ficción y realidad, realidad y ficción.
Acaba de volver a pasar. Piglia expuso “la lógica de los hechos” en Radar del 13/3/05 y armó un ensayo literario para demostrarle al público que se ha cometido una injusticia. ¿A qué lector ingenuo está dirigida su nota? Los cargos de los que Piglia se sigue defendiendo absurdamente ya están probados por la Justicia. Basta entrar en Internet y bajarse el dictamen de la Cámara de Apelaciones, o las declaraciones de los testigos, o cualquier asunto del expediente que se quiera verificar. El caso no es un caso federal, ni un caso de familia; esto es: no hay confidencialidad, y cualquiera lo puede consultar. Un modo más fácil es ver la sentencia en el weblog de Daniel Link: http://linkillodraftversion.blogspot.com/2005/03/caso-piglia.html
En su nota del domingo, Piglia dice que no había contrato previo por Plata quemada, y en verdad hay uno de 1994 que él firmó con Espasa Calpe por toda su obra existente (en carácter de reediciones), más tres libros nuevos, entre los que figura una “novela nueva”. Por eso no estaba escrita en el momento de la firma. Entre el ‘94 y el ‘97, año del premio, la única “novela nueva” publicada fue la premiada por Planeta, Plata quemada, por lo que la Cámara, en un fallo ejemplar, lo condenó.
Piglia dice que yo culpo al jurado de notables, y jamás lo hice. Se olvida, en su explicación, que uno de los miembros del jurado era Guillermo Schavelzon, y al día de la entrega del premio era director editorial de Planeta, y director del jurado de notables. Era, a su vez, organizador y juez del concurso. Y era también quien le alcanzaba los libros, a su antojo, al resto del jurado. Por esta misma situación, la señora María Esther de Miguel, el único miembro del jurado que declaró en el juicio, dijo que mi libro El amor enfermo, finalista con el de Piglia y otros ocho libros, jamás llegó a sus manos. Un par de semanas después del escándalo del Premio Planeta 1997, Schavelzon renunciaba a la editorial para pasar a ser agente literario de Ricardo Piglia.
Piglia aclara que su libro no estaba contratado con otra editorial, sino con Planeta. Caramba, esto es peor de lo que habíamos imaginado con mi abogado. Que Piglia suponga que es correcto presentarse a un concurso abierto con un libro que ya ha sido contratado, por el que ya se le ha abonado un suculento adelanto y que está a punto de salir a la calle bajo el sello editorial que organiza el certamen, parece un disparate. Si así fuera, Piglia, Schavelzon y Planeta habrían usado a 260 participantes para que de nuestros propios bolsillos y a costa de nuestras propias ilusiones paguemos la promoción de Plata quemada. ¿Era un concurso o una operación publicitaria?
Piglia y los otros han defraudado con su accionar a cientos de participantes. Entre esos participantes no debe haber muchos escritores famosos, de los que tienen agentes literarios, cobran anticipos de cien mil dólares y les publican la foto en las revistas. Es probable que en este mismo instante, la editorial Planeta o la agencia Schavelzon estén organizando (solapadamente) la publicación de una solicitada, utilizando la imagen del “escritor dañado”. Y es probable que otros escritores de laeditorial o de la agencia firmen. En este camino de ocho años de juicio me he encontrado con que algunos escritores venden hasta sus almas por estar cobijados bajo el ala de las multinacionales. Saludo a aquellos que no lo hacen.
Tampoco ésta es una “rencilla literaria”, como Piglia la está queriendo disfrazar en su nota. Es un tema estrictamente contractual, de “respetar los pactos”, por el que planteé una demanda en el fuero civil, basada en las normas del Código Civil escrito por Vélez Sarsfield. No hubo denuncia, tampoco querella, no es un caso policial. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil (sala G) sostuvo, en su dictamen, que no se habían respetado las bases del concurso, se burló la buena fe y el certamen estuvo viciado por falta de transparencia. Además, si por hacer este juicio le hice perder el tiempo a la Justicia, como dice Piglia, ¿por qué ahora ellos recurren a la Corte Suprema? ¿O es que el tiempo de la Corte Suprema de Justicia no tiene ninguna importancia?
Piglia es partidario, en su nota, de que las peleas entre escritores se resuelvan entre escritores. Es lo primero que quise hacer. Por eso lo llamé varias veces a su casa y jamás me atendió. Por si esa voluntad no existiera, la Justicia prevé una mediación obligatoria, que se hizo, y a la que Piglia faltó sin avisar.
No tengo nada contra Piglia, ni discuto su calidad literaria. Pero respeto mucho los concursos. He ganado algunos, he perdido decenas. Y ésta fue la única vez que protesté. Es el único juicio que hice en mi vida, y tal vez el único que haga. “Maniático”, como me llama Piglia, puedo ser. Pero un maniático real, verdadero, no de ficción. Un “Maniático Textual”.
El daño puede que sea irreparable para Piglia, a esta altura de los acontecimientos, como sale a aclararlo en Radar. Pero se lo ha infligido él mismo, asociándose con Schavelzon y Planeta para organizar una maniobra viciosa. Lamentablemente, Piglia se ha expuesto como el “escudo humano” de su agente en Barcelona, y la nota de Radar lo muestra atorado en las mismas mentiras de antes de llegar al juicio. Bastaba, simplemente, con una disculpa pública, y a volver a escribir.
Con respecto a la comparación ofensiva que Piglia hace de los acontecimientos reales con el cuento “El Aleph”, de Borges, lo voy a tomar como una confusión más entre aquello que es ficción y aquello que no. Y, para cerrar mi réplica, cito un párrafo humorístico de Wimbledon, el weblog del escritor Guillermo Piro (www.ultimasdebabel.blogspot.com), que en su edición del día 16/3/05 comenta: “Si Daneri es Nielsen, Piglia es Borges. Hasta ahí vamos bastante bien. Pero entonces: ¿el missing Willy Schavelzon sería Beatriz Viterbo?”.