Dom 11.12.2005
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LA AMANTE ADOLESCENTE DE MIRCEA ELIADE

Ay, Lolita

Mircea Eliade, el gran orientalista de Occidente, recibe la peor de las acusaciones que podría haber escuchado en vida: no haber entendido nada de la sociedad india. Al menos eso dice la amante de 16 años que dejó atrás en los años ’30.

› Por Sergio Di Nucci

La soberbia de algunos filósofos, había observado Sócrates, está en la raíz de las tiranías. En el siglo XX existieron desde luego intelectuales que abrazaron con fervor teórico y práctico el nazismo, el comunismo y otros regímenes con mayores o menores genocidios. La publicación en Italia de una novela autobiográfica sobre el rumano Mircea Eliade (1907-1986) escrita por un amor de su juventud ha renovado el debate europeo sobre la ejemplaridad ética y política de los intelectuales continentales, en especial la de este militante de la Guardia de Hierro de Corneliu Codreanu y adepto cultural del Portugal de Salazar. La autora del volumen es la poetisa bengalí Maitreyi Devi, profesora de la Universidad de Calcuta. Pero en los años ‘20 era una lolita de dieciséis años de la que el historiador de las religiones se habría infatuado, y a quien luego abandonó.

Contemporáneamente a la publicación y al debate en Europa occidental, el ítalo-norteamericano Francis Ford Coppola ha iniciado en Rumania la producción de su primer film en ocho años. El guión, que escribió el mismo Coppola, está basado sobre Juventud sin juventud, una nouvelle que compuso Eliade en su vejez: un viejo profesor, por obra de un relámpago milagroso, recupera su juventud, y la revisa. No faltan el exotismo, los escenarios internacionales y el surrealismo. Más realista aunque no menos exótica es la novela Maitreyi (1933), en la que Eliade fabuló su relación (casi) pedófila. Nada faltaba para gustar al público de la época: la dificultad del diálogo entre Oriente y Occidente, un erotismo pornosoft y el relato de un amor imposible, que concluye con la perdición total de la muchacha.

Después de cuarenta años, Maitreyi Devi revela detalles de la relación en su propia novela autobiográfica, Na hanyaté (un verso del sánscrito Baghavad Gita, que significa “lo que no muere”). Son detalles oscuros o característicos, según quién lo juzgue: el intelectual que adorna con teoría justificativa sus claudicaciones impostergables. Eliade había ido a Calcuta para redactar su tesis doctoral, y estudiar yoga y filosofía india. El reconocido filósofo indio Dasgupta aceptó el desafío y lo hospedó en su casa. Allí se unieron el tesista y la hija de Dasgupta. Con celeridad, Dasgupta dispuso que el huésped europeo le enseñara francés a su hija, mientras que ella le enseñaría los rudimentos de la lengua bengalí. Le llevó meses a Dasgupta darse cuenta de lo que ocurría entre ambos, y una vez que lo supo echó a Eliade acusándolo de haber traicionado su confianza. En 1932 Eliade abandonó la India, donde nunca volvería a poner los pies. Lo hace, involuntariamente, en el relato de su ex lolita, en el que aparece con el nombre de Mircea Euclid, donde el apellido se liga a la concepción del amor del filósofo: demasiado geométrica, demasiado poco amorosa.

En un fragmento de la novela, la autora señala: “Pobre, no logró entender, no obstante sus estudios, nuestra sociedad, nuestra fe, nuestras tradiciones”. Y justamente es ésta una de las acusaciones más hirientes a quien pasó en Europa por uno de los más grandes orientalistas de su época. Por cierto, Maitreyi despliega en sus páginas rabia, resentimiento y un poco de vergüenza: pero lo hace desde una dimensión que quiere ser estrictamente íntima y personal. Como muchos a quienes indigna la mezcla de planos, y más en especial cuando se trata de epónimos filósofos, la Maitreyi no le reprocha a Eliade ninguna de sus simpatías fascistas. Apenas sus cobardías y mezquindades módicas, de todos los días.

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