DESPEDIDAS > RICHARD PRYOR, EL PICASSO DEL HUMOR NORTEAMERICANO
Empezó en los ’60 copiando el personaje familiero de Bill Cosby. Pero una vez que consiguió ser conocido, cometió una de las metamorfosis artísticas más impresionantes de los últimos treinta años. Esta semana, Richard Pryor, el hombre con una leyenda tan grande como su obra, capaz de disparar sobre las mujeres de sus amigos, de emerger una y otra vez de las cenizas de la cocaína y hasta de prenderse literalmente fuego, murió a los 65 años enfermo de esclerosis múltiple. Radar lo despide.
› Por Mariana Enriquez
"Había un mundo de yonquis y borrachos, fiolos y prostitutas, mujeres y familias gritando dentro de mi cabeza, un mundo que quería ser escuchado. Cuanto más tiempo los mantenía encerrados, más trataban de escapar. La presión fue tal que me volvió loco." Así hablaba Richard Pryor sobre sus inicios como comediante en los años ’60, cuando estaba tan desesperado por entrar al mundo del espectáculo que se conformaba con imitar el humor correcto y familiero de Bill Cosby –el más exitoso entonces– en sus shows y en TV. Hizo falta que pusiera en libertad a los personajes que había conocido en su infancia para convertirse en el más grande comediante negro de Estados Unidos –y por extensión de la cultura pop–, y uno de los más importantes de la historia, allí en el podio junto a Lenny Bruce.
Pryor, que falleció la semana pasada a los 65 años de un infarto, tras años de padecer esclerosis múltiple, había nacido en Peoria, Illinois, en una familia que se encargaba de regentear burdeles y bares. De ahí sacó todo el material de su comedia, que se alimentaba de la vida de los hombres y mujeres negros norteamericanos, desde sus orígenes rurales hasta la experiencia urbana. Y por un motivo que sólo puede atribuirse al genio, los personajes de
Pryor no eran estereotipos ni caricaturas ni retratos complacientes: estaban conformados de honestidad. "La verdad es graciosa, pero asusta a la gente. Yo creo que lo grosero es la mentira. Es lo peor del mundo. El arte es la habilidad de decir la verdad, especialmente sobre uno mismo", decía Pryor. Decía tanto la verdad que hasta los negros lo ignoraron: cuando lanzó Craps (After Hours) en 1971, su segundo disco de comedia, hablaba de la violencia policial, tocaba sensibles tópicos raciales y se burlaba del mito sexual de los morenos; nadie lo compró. Pero tres años después, con The Nigger is Crazy, ya era una estrella y estaba fuera de control. Los desastres personales de Pryor fueron tan impactantes como su talento: lo dieron de baja durante la Segunda Guerra por apuñalar a un soldado; se casó seis veces y se divorció cinco; en el Año Nuevo de 1978 chocó su Mercedes contra el auto donde viajaban su esposa y amigos, y les disparó (terminó internado en un instituto psiquiátrico); poco después su adicción a la heroína le provocó el primero de varios infartos y en 1980, su incidente más mítico e impresionante: apareció deambulando con el torso cubierto de quemaduras de tercer grado, causadas porque se derramó éter sobre el cuerpo, y luego usó el encendedor. Estuvo dos meses internado recibiendo trasplantes de piel. Su carrera autodestructiva terminó con el diagnóstico de esclerosis múltiple; sus rutinas sobre cómo renació de sus cenizas después de pegarse fuego son antológicas.
Aquí se lo recuerda sobre todo por su participación en Superman. Pero Richard Pryor cambió para siempre la comedia, y la percepción de los negros en la cultura popular: fue tan importante como Mohammed Ali. Y recién dejó de actuar en 1992, cuando suspendió su última serie de actuaciones en el Comedy Store de Los Angeles, que ya realizaba desde una silla de ruedas: "Me di cuenta que tenía más corazón que energía, más coraje que fuerza", dijo entonces. "Mi mente quería seguir adelante, pero mis pies no podían llevarme hasta el final".
Eddie Murphy: “Era el mejor de todos los que alguna vez hayan tomado un micrófono. Jamás tuvo competencia”.
Bernie Mac: “Sin Richard Pryor yo no existiría”.
Chris Rock: “Richard Pryor era el Rosa Parks de la comedia. Tomó riesgos y oportunidades que posibilitaron la existencia de una generación entera de comediantes. Nadie nunca, ni antes ni después, trató al micrófono como él”.
Bill Cosby: “Cuando Richard volvió a los escenarios en los ‘70, después de hacer un personaje mucho más “aceptable” en los ’60, era algo completamente diferente, único. Mató al Bill Cosby en su show. Hizo que la gente lo odiara. Y empezó a trabajar desde ahí, haciendo puro Pryor, y fue la metamorfosis más sorprendente que vi en mi vida. Richard era magnífico”.
Jerry Seinfeld: “Trabajé en los mismos clubes que Richard a fines de los ’70 y principios de los ’80. La mayoría de los comediantes entonces arriesgaba un poco, pero Richard arriesgaba todo siempre, cada vez. Era un torero en el escenario. Nunca dejó que se interpusiera en su camino el instinto de autopreservación. Su verdadero don era forzar a la gente a meterse en su mundo. Empezaba con las cosas que sabía, y te introducía en ellas. Te enamorabas de él. Y te obligaba a tener afinidad con cosas que nunca sentiste cercanas. Era el Picasso de la comedia”.
Neil Simon: “Richard Pryor era el cómico más brillante de Estados Unidos”.
Denis Leary: “El me inspiró a ser comediante. Era una auténtica caja de herramientas. No se trataba sólo de su honestidad innata, de que cualquier cosa que pasara en su vida era material para su trabajo, sino que era rápido, profano y profundo. También era un gran imitador y un excelente cómico físico. En una de sus películas imita a un ciervo asustado ante las luces de un alto, y no sólo logra la expresión, sino que su rostro realmente se parece al de un ciervo”.
Keenen Ivory Wayans: “Pryor empezó todo. Fue el molde original para el pensamiento progresista en los comediantes negros, y abrió la puerta a ese estilo irreverente”.
Lorne Michaels, creador de Saturday Night Live: “NBC no nos permitía que Richard fuera anfitrión del show en nuestra primera temporada; finalmente lo autorizaron con un retraso de siete segundos en la emisión. La reacción del público a Richard, tanto en el estudio como en los ratings, fue explosiva. La verdad era una mercancía caliente en 1974. La falta de confianza en la autoridad estaba en su pico, con Watergate y la guerra, y él atrapó esa ola. Ese programa duplicó su rating cuando volvió a transmitirse, y definió al programa. Puso a Saturday Night Live en el mapa”.
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