Sábado, 24 de diciembre de 2005 | Hoy
La mejor vista del río, desde un salón comedor precario y en emergencia, pero de una placidez única.
Por Cecilia Sosa
Diciembre es un mes de regalos. Y no hay mejor forma de denominar el salón comedor de amplísimos ventanales sobre el río que pertenece a la Asociación Argentina de Pesca (a no confundir con el tradicional Club de Pescadores), un remoto club deportivo con un muelle casi infinito y un puñado de amantes del pique y la espera.
Para disfrutar del milagro no hace falta ser socio. Sólo hay que adentrarse en una zona misteriosamente salvaje del puerto y no desistir ante la primera sensación de pérdida. Se recomienda ingresar por Córdoba y no detenerse hasta chocar con la costanera. Aun cuando todo indique que la opción más prudente es doblar a la derecha, tuerza pronósticos y enfile a la izquierda. Cien metros adelante encontrará un breve muro y un cartel algo deslucido con el nombre de la asociación. No queda más que seguir el camino hasta la barrera que custodia una construcción pequeña y casi militar, el ingreso oficial al club.
Si no porta caña, un guardia lo mirará con sorpresa. No se amilane y enfile escaleras arriba. Ahora sólo respire y contemple el magnífico cuadro: un comedor olvidado en el tiempo, irremediablemente vacío, con una veintena de mesas redondas que esperan con sus manteles tendidos. Aunque resulta difícil imaginar un ambiente más plácido, los administradores se declaran en estado de emergencia. Dicen que todo es provisorio y que sólo buscan mantener un servicio para socios.
Bendiga la precariedad y disfrute un menú tan clásico como abundante, casero y a precios navideños. Para el postre, no innove: sonría y pida doble porción de dulce de leche.
La Asociación Argentina de Pesca queda en Avda. Carlos M. Noel y Viamonte, Costanera Sur, 4311-4625. El almuerzo se sirve todos los días de 11.30 a 15.30.
Todas las delicias de la mesa japonesa, en un lugar sencillo y delicado, sin exagerados glamours.
Por C. S.
Inaugurado en junio de este año, Haru (en japonés “Estación de los cerezos”) reina sin estridencias sobre avenida Rivadavia casi en la esquina de Loria. En pleno Once y frente a una poco glamorosa estación de servicio, sorprende este lugar sencillo y delicado donde se puede saborear el mejor sushi y demás delicias de la gourmendise japonesa sin estridencias ni aires presidenciales y a precios normales.
En Haru todo lo prepara el señor Kan San, cheff internacional, nacido en Seúl, que no habla castellano pero compensa con distinguida reverencia. Su yerno y socio, Andrés Roh, no hace reverencias pero es el anfitrión más solícito y encantador. Confortables butacas, íntimos boxes y una iluminación de papel tenue invitan a palpitar la espera de las pequeñas fuentes y bandejas que llegan a la mesa cargadas de tradición pero embriagadas de puro presente. Una ensalada japonesa dulce es el anticipo de los pescados y mariscos en sashimi (crudos y bien macerados en salsa de soja o limón), o la crocante liviandad de las tempuras de pescados y mariscos, pero también de morrones, brócolis, zapallos y batatas. Y, claro, sushi, en todas sus inquietantes variantes. ¿El brindis navideño? Sake para las almas ardientes y té verde (frío y sin azúcar) para las plácidas. Ah, y para los que todavía vacilen ante los hashi (palitos), simpáticas pinzas metálicas easy eat, o la opción de usar las propias manos, en definitiva, la forma más ortodoxa de comer sushi. Ningún grupo lo difamará.
Haru queda en Rivadavia 3324, 4861-6828. Abre de martes a domingos de 19.30 a 24. Hay delivery.
Una isla en medio del centro, para almorzar de lunes a viernes, tomándose un respiro de la ciudad y el trabajo.
Por C. S.
Si los festejos de fin de año tienden a poner en jaque toda rutina, siempre hay que recordar que nada es para siempre. En el piso 11 del Edificio de la Prensa funciona el resto-bar de La Prensa. Un simpático comedor en altura que de lunes a viernes da de comer a multitudes de oficinistas, periodistas y almas que piden respiro a su horario de almuerzo. Un amplio y alegre salón amarillo, con manteles y paneras de plástico, deleita con su potente aire acondicionado, y un menú más que económico, fresco, casero, y que, atendiendo a la abnegada constancia de su clientela, no se repite jamás.
Advertencia: los amantes de los almuerzos tardíos corren el riesgo de quedarse sin menú del día, aunque la familia Couso, encargada de la concesión del lugar, siempre salvará con un resignado bife con puré. Los viernes, días de pizzas caseras y free-party de guarniciones para festejar el flex friday. ¿De postre? Panqueque de dulce de leche, poderosísimo y a sólo 2,5.
El salón abre de lunes a viernes de 9 a 18 y además de multitudinarios almuerzos también se sirven desayunos y meriendas (con promos de café con medialunas a dos pesos) y sandwiches a toda hora. Para los que quieran aprovechar el horario de almuerzo para profundizar el bronceado, un amplísimo balcón corrido con mesas y sombrillas playeras, ideal también para los brindis al caer de la tarde.
Una isla-comedor en alto, sin ruidos ni exigencias, donde hasta la rutina se vuelve placentera. Se aceptan tickets.
El comedor de La Prensa queda en Chacabuco 314, piso 11, 4331-1871. Abre de lunes a viernes de 9 a 18.
Un restó cálido y familiar, con disfrutables caprichos culinarios y una biblioteca para elegir qué leer.
Por Nicolás Fink
Con D abrió hace un año en el corazón de Belgrano R. Parte de su encanto se lo debe al entorno: la plaza enfrente, los árboles, las calles de adoquín, los faroles, el cielo a la vista. La estética de este café-restó, sin embargo, responde a las coordenadas del vecino barrio de Palermo. Pisos de cemento alisado, deck, sillones, luz tenue, grandes espejos enmarcados. Predominan el blanco, el naranja y el negro. Ocultos tras una falsa pared de venecita azul, los baños son tan lindos que dan ganas de quedarse un rato más del necesario. Pero afuera espera la comida; mejor no dejarla pasar.
La carta es muy variada. Para la cena se puede optar, por ejemplo, por un menú fijo que incluye carpacchio de ciervo, ravioles de salmón con salsa de tomate, y tiramisú; cada plato acompañado por una copa de vino diferente. Pero también hay risottos varios, solomillo en cutre de mostaza y almendras, bondiola con salsa de ciruelas y puré de albahaca, flu-flu de manzana con helado, o espuma de chocolate. Según el día, los cheffs David Gauna y Alejandro Eandi tienen sus caprichos: los martes, tacos y burritos; los viernes, cochinillo a la segoviana; los sábados, cordero patagónico. Y aunque los precios no son populares, tampoco son imposibles y ameritan el esfuerzo.
La atención es cálida y el ambiente familiar. El café puede acompañarse con buena lectura: una pequeña biblioteca ofrece las novedades editoriales del mes. Para la cena de fin de año Con D ofrece un irresistible menú fijo. Haga su reserva.
Con D queda en Conde 2036, a pasos de la estación de tren Belgrano R. Abre de la mañana a la noche. Lunes cerrado. Reservas al 4551-0766.
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