Dom 05.02.2006
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PLáSTICA > ULPIANO CHECA VUELVE A BUENOS AIRES DESPUéS DE UN SIGLO

La Republica Checa

Hubo un tiempo en que la gran aldea que es Buenos Aires fue pequeña, la burguesía era pujante y quienes la conformaban gastaban lo que hiciera falta en comprar un poco de aspiración y buen gusto importado. Por eso, los pintores europeos venían de gira y se hacían el verano retratándolos. Ahora, uno de los pinceles más exitosos en aquellos años, el español Ulpiano Checa, vuelve a Buenos Aires un siglo más tarde en forma de muestra en el Bellas Artes.

› Por Laura Isola

Para Ulpiano Checa, Buenos Aires no es un destino exótico. En cambio para muchos el nombre de este pintor español, nacido en 1860 en Colmenar de Oreja, es apenas una reminiscencia de un tiempo en el que un sector de la sociedad vernácula tenía fuertes lazos y recibía la visita de los artistas europeos. Está claro que Checa no está en Buenos Aires de la misma manera que estuvo a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando venía con su mujer argentina y pintaba retratos a personajes ilustres y otros no tanto. Está claro también que las costumbres y el gusto, aun de estos mismos sectores, ha variado. Entonces, la obra de Ulpiano Checa, que podrá verse a partir del 9 de febrero en el Museo de Bellas Artes, hace convivir dos intereses que se potencian: por un lado, el descubrimiento de uno de los pintores españoles más ajustados a su tiempo, quien siguió las reglas del arte realista que se venía dando y que pudo dedicarse, en sus obras, a los asuntos históricos clásicos, europeos y orientales. Es decir, de la camada de pintores españoles sin españolismos. Por el otro lado, y no menos importante, la muestra de Checa es un termómetro del gusto de un momento histórico de la burguesía. Por eso visitarla, ver sus obras, sirve como ejemplo de lo que podríamos llamar una pintura de mercado, pero del siglo XIX.

ALTA SOCIEDAD

“Pinturas brillantes, de buen colorido y buena técnica”, así define a la pintura de mercado decimonónica Roberto Amigo, historiador del arte y docente de la Universidad de Buenos Aires. “La obra de Checa, como la de muchos otros del período, tuvo un lugar importante en el mercado del siglo de fines XIX. En Buenos Aires existía un sector de la burguesía que estaba integrado por miembros de la colonia española. Comerciantes, banqueros, médicos que se enriquecieron en el Río de Plata y que eran los que adquirían sus cuadros y solicitaban los retratos. A esto último se lo llamó ‘la gira de retratos’ y era que un pintor europeo pasaba un tiempo en América y la gente hacía cola para que la pinte. En cuanto al coleccionismo incipiente de fines del XIX, el caso de Parmenio Piñeyro, uno de los coleccionistas de pintura española, evidencia esto, ya que tenía cuadros de Checa en su colección. Por eso está bien decir que lo interesante de la muestra es, sobre todo, su vinculación con la historia del gusto.” A partir de esto, hay otros elementos asociados a esta “pequeña historia” y a los que, según Amigo, hay que prestar atención: “Es correcto decir que en Checa hay una búsqueda visual. En cada cuadro hay un lugar en donde fijar la vista más que en otro: hay un detalle que fija la vista del espectador y esto es deliberado. Lo que no se logra es una renovación pictórica, tal como van a hacer posteriormente otros artistas con los mismos temas. Por ejemplo, en el tema de los cuadros de romanos, que son importantes en su obra, sigue con las pautas establecidas de la pintura anecdótica, de la pintura realista”.

DEL MERCADO A LA INDUSTRIA

Contemporáneo de Sorolla, Madrazo, Pissarro, Fortuny y Moreno Carbonero, entre otros, Ulpiano Checa hizo gran parte de su carrera fuera de España. Estudió en Roma y vivió muchos años en París. La etapa romana está plasmada en varios de sus cuadros de gran formato, como La Naumaquia y La carrera de cuadrigas. Resulta que, declarado o no, varios directores de cine de Hollywood se inspiraron en ellos para resolver escenografías, vestuarios y hasta grandes batallas. Los casos de Ben Hur, Quo Vadis y la más reciente Gladiador fueron comparados y mirados a la luz de sus óleos, y los fotogramas guardan notables parecidos. La explicación que encuentra Roberto Amigo se despega un poco de esta relación uno a uno y da un marco más general a asunto: “La pondría en un contexto más amplio y diría que con muchos pintores del XIX se puede hacer esta comparación. Hay una preocupación común entre no los realizadores de cine pero sí los vestuaristas o escenógrafos, y ciertos pintores decimonónicos. Además, muchos emprendimientos, que después fueron empresas cinematográficas, antes se dedicaban a hacer panoramas, que eran grandes escenografías para un público masivo. En el caso de Checa, hay una sugestión de movimiento muy fuerte y fue un gran pintor de caballos. Un buen animalista, en general. Esto es muy claro en la habilidad que tiene para pintar caballos desbocados, por ejemplo”.

MITRE POR CHECA

Restaurado y puesto en forma, el cuadro de Mitre forma parte de la muestra del Bellas Artes. Era la figurita difícil de esta exhibición itinerante que recorrió los museos del Cabildo en Córdoba a fines del 2005 y viene de estar todo enero en el Museo Bellas Artes de Mar del Plata. No sólo porque estaba en muy malas condiciones después de haber sido tajeado en un confuso episodio en el Museo Mitre en 2002 sino porque además es una pieza interesante dentro de la obra del pintor español, sobre todo en la línea que se viene trazando en cuanto al gusto, las elecciones y formas de representación iconográficas de fines del XIX y principios del XX.

Cuentan que Mitre estaba en su tienda de campaña, durante la Guerra del Paraguay, cuando entró un soldado y le preguntó: “¿Qué está haciendo, mi general?”. A lo que Mitre respondió, sin levantar la vista de sus anotaciones: “Traduciendo al Dante”. “A esos gringos hay que darles con todo”, fue la briosa afirmación del subordinado y es elocuente, al menos, de la yuxtaposición de empresas que desplegaba el fundador del diario La Nación. Si se pudiera contar la historia sólo como una sucesión de anécdotas, esta de Mitre serviría para mostrar con precisión que al Mitre guerrero lo ha sobrevivido el intelectual, el historiador, el periodista. Sin embargo, poco del traductor de Dante se deja ver en retrato que Ulpiano Checa le hizo en 1906. Allí se lo pinta con el uniforme militar, a caballo y sin libros a la vista. La pregunta sobre el origen de esta iconografía tiene su respuesta: “¿Por qué lo habrá puesto a caballo?”, ironiza Amigo y arriesga: “Es una obra que se liga con la tradición de retratos post mortem, como toda la que hay de Pellegrini, por ejemplo: grandes muertos que entierran al siglo. En el caso de Mitre, este retrato, aunque pintado en el siglo XX, contempla la forma del XIX. Es el retrato del héroe, de los padres fundadores y está más cerca del modo iconográfico en el que fue representado San Martín y no de la manera en la que se lo recuerda al historiador de la vida de San Martín, tal como fue Mitre. El Mitre ecuestre se debe más a la habilidad de Checa para pintar caballos que a cómo Bartolomé Mitre pasó a la historia. Ya que Mitre es ubicado más como intelectual que como militar. Yo diría que es el retrato del general que no fue”.

La muestra permanecerá abierta del 9 de febrero al 19 de marzo en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. Del Libertador 1473), de martes a viernes de 12.30 a 19.30 y sábados, domingos y feriados de 9.30 a 19.30. Entrada Gratuita. Informes al 4803-0802 /8814 [email protected]

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