Dom 28.07.2002
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ESTRELLAS

Liberen a Winona

Rehabilitada Drew Barrymore, cansada de vapulear a Robert Downey Jr., la moral hollywoodense arremete ahora contra Winona Ryder, ex icono de la Generación X que enfrenta una sentencia de cárcel por haber pellizcado en la tienda Saks 5 mil dólares en ropa. Mariana Enriquez analiza los pormenores del caso y aventura una hipótesis inquietante: ¿y si el nuevo hobby del conservadurismo americano fuera disparar contra los hijos de la cultura hippie?

› Por Mariana Enriquez

En la Navidad del año pasado, Winona Ryder fue de compras a la tienda Saks, en Beverly Hills. Un paseo normal para una estrella de Hollywood. Quizás Winona estuviera pasando un momento ingrato con la taquilla, pero a los 30 años eso es totalmente reversible. Así que nadie esperaba que las compras navideñas terminaran en caso policial. Resulta que, en un confuso episodio, la Ryder llenó su bolso y –dicen los empleados– quiso salir sin pagar. Agregan que quiso arrancar las alarmas de seguridad pegadas a las prendas con una tijera. Y que estaba tan drogada que erró varias veces el blanco y terminó tajeándose las manos. Así, ensangrentada y con pastillas no recetadas encima –unos calmantes derivados de la morfina–, la estrella cargó con un sombrero (Eric Javits), una remera rosa (Donna Karan), un vestido blanco, una remera blanca, una pollera blanca, un top color crema (todo Gucci), dos remeras para hacer gimnasia (Marc Jacobs), un chaleco (Yves St. Laurent) y un bolso (Natori). Valor del botín: 5 mil dólares.
Al arresto le siguieron una fianza de 20 mil dólares y varias audiencias previas al juicio en las que Winona se declaró inocente, mientras los tapes de las cámaras de seguridad no arrojaban ninguna imagen particularmente sospechosa: sólo se la veía revolviendo ropa algo –digamos– desorientada. Para colmo, en una de las audiencias la actriz tuvo un percance tragicómico: en su desesperación por tomarle una foto, un paparazzo la empujó y le rompió un brazo. Finalmente, el juez determinó que el caso iría a juicio a partir del próximo 13 de agosto. Los cargos son robo, vandalismo y posesión de drogas. Si la encuentran culpable, Winona Ryder podría pasar tres años y ocho meses en prisión.
El caso tiene varios condimentos extraños. Es raro que Saks no haya tratado de arreglar el asunto en privado con la propia actriz. O que no hayan chantajeado a su agente para que terminara publicitando las tiendas a cambio de encubrir el desliz. Algunas teorías conspirativas sostienen que las tiendas necesitaban un golpe publicitario en la temporada navideña. Pero tanto escarnio público demuestra claramente que Winona Ryder ya no es una estrella. Un negocio como Saks, en pleno Beverly Hills, jamás habría llamado a la policía si la chorra hubiera sido, por ejemplo, Nicole Kidman.
La industria tolera a los problemáticos siempre y cuando sean exitosos. Drew Barrymore pasó años sufriendo juicios mediáticos hasta que logró triunfar: entonces todo el mundo le perdonó su infancia descarriada y la elevó a la categoría ejemplar de joven-mujer-que-se-sobrepone-a-la-adversidad. Angelina Jolie y su marido Billy Bob Thornton son de lo más incorrectos –los nuevos Taylor-Burton–, pero sus películas tienen éxito y el matrimonio vende revistas. Si la combinación de comportamiento errático y taquilla modesta entierra carreras, la caída de Winona Ryder era sólo cuestión de tiempo.
Sus últimos films, estrenados en el 2000, fueron fracasos desde todo punto de vista: Almas perdidas fue una fallida película de horror con pretensiones, y Otoño en Nueva York, una romántica con señor mayor (Richard Gere) y enferma terminal (Winona) que parecía “Franco Buenaventura” en sus peores entregas. Poco antes se había lanzado a producir Girl, Interrupted, un film sobre chicas inestables internadas en una guardia psiquiátrica durante los ‘60 que lanzó al megaestrellato a Angelina Jolie (ganó un Oscar) y dejó a Winona, que era protagonista, en un incómodo segundo plano. La película, además, acarreó una serie de confesiones de Winona que tuvieron el peor efecto posible: no conmovieron ni horrorizaron a nadie.
Contó, cariacontecida, que había estado internada durante un breve período, presa de una crisis en la que el pánico se mezclaba con el estrésy la inseguridad. Los medios se encogieron de hombros. Algunos se burlaron de los pesares de una estrella mimada, otros no le dieron importancia, destacando que su partenaire, Angelina, estaba infinitamente más desequilibrada y su caso, por lo tanto, era mucho más interesante que el de Winona.
Es que Ryder nunca logró construir un personaje coherente, ni dentro ni fuera de la pantalla. Durante un tiempo fue una niña buena, de belleza exquisita, comparada con Audrey Hepburn y candidata al Oscar (en 1993 por La edad de la inocencia, en 1994 por Mujercitas). Al mismo tiempo fue sex symbol de la Generación X, imitada por chicas y amada por varones, con pico en Reality Bites. La adoraron como musa gótica de Tim Burton en El joven manos de tijera o Beetlejuice. Tuvo novios famosos (Johnny Depp, Beck, Dave Pirner de Soul Asylum, Matt Damon, Ryan Adams), y suele vérsela seguido en compañía de estrellas de rock (últimamente es fan de The Strokes y amiga íntima de Courtney Love). Pero nunca se puso de acuerdo. ¿Es una chica salvaje o una actriz seria? ¿Reivindica su infancia hippie o es producto de un hogar disfuncional? ¿Quiere integrarse a Hollywood o prefiere la periferia? Una larga serie de malas elecciones y mediocres actuaciones tampoco ayudaron demasiado.
De todos modos, nada de lo arriba mencionado es demasiado grave. Más bien es una lástima, porque Winona Ryder podría haber tenido una carrera mejor. Lo que no se entiende es el castigo sin precedentes que está recibiendo de parte de los medios y sus propios colegas. En los últimos meses, una lengua viperina que se identificó como “una estrella anónima” aseguró que Winona “perdió carisma hace mucho tiempo. Es una chica agradable, pero siempre fue un poco rara”. Casi al mismo tiempo, en abril pasado, el programa 60 minutes puso al aire un informe sobre tabaquismo donde Joseph Califano Jr., un ex ministro de Salud, la identificó con nombre y apellido como “una de las actrices que más daño les ha hecho a las jovencitas. Es una de las fumadoras más peligrosas de Estados Unidos, porque fuma en su vida privada y en cada una de sus películas”. Nada de lo cual es cierto, por otra parte; y aun si lo fuera, es estúpidamente conductista suponer que a esta altura una actriz fumadora pueda desencadenar una epidemia peligrosa para la salud pública norteamericana. Pero una vez que Hollywood se lanza al escarmiento, no hay quien lo detenga. Cuando Ryder quiso tomarse con humor su arresto y fue anfitriona de “Saturday Night Live”, hubo voces que se alzaron para censurar su participación: “Robar no es gracioso –exclamó otra valiente voz anónima, inflamada de moralina–, y los chicos tienen que entender eso. Nadie les va a escribir un sketch si los agarran robando”.
Quizá la campaña, en un insólito ataque de conservadurismo, tenga por blanco a celebridades criadas en hogares hippies. No parece casual que los últimos elegidos para la picota sean Robert Downey Jr. (hijo de cineasta experimental y conocido consumidor de drogas) y Winona Ryder, ahijada del gurú ácido Timothy Leary e hija de padres hippies que la educaron en una comunidad. Cada nota que se escribe sobre el incidente Saks cita una anécdota de infancia para poner en evidencia cuán indisciplinada era la familia Ryder: a los 7 años Winona robó unos comics y sus padres se trompearon con los policías que la trajeron de vuelta a casa. (El episodio animó incluso una de las sesiones en la corte.) Los empleados de Saks, a su vez, aportaron algunas exageraciones: dijeron haber confundido a la actriz con “una linyera”, aunque ni siquiera en Los Angeles abundan los homeless capaces de vestir un pulover de cashmir valuado en poco menos de mil dólares.
Como siempre es posible hacer leña del árbol caído, hay quien está ganando dinero con la desgracia de Winona. Los estudios la retiraron de los carteles de Mr.Deeds (el film recién estrenado que coprotagoniza con Adam Sandler), pero una boutique de Los Angeles, Y-Que, tuvo la genial idea de lanzar una remera con la cara de la actriz y el slogan “Free Winona”. Ya se vendieron más de cinco mil, y la propia Ryder posó vistiéndola en la revista W. Es dudoso, sin embargo, que la simpatía popular conmueva al juez. Con el antecedente de Robert Downey Jr. y una sociedad en pleno brote puritano, no es improbable que se avecine una condena ejemplificadora.

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