MúSICA > LA FELICIDAD SEGúN MORRISSEY
Después de una década depresiva y con pocos éxitos comerciales, exiliado en Los Angeles y cargando con las consecuencias de un juicio inédito en la historia del rock, Morrissey tuvo un renacimiento inesperado con You Are The Quarry, el disco que marcó su regreso dos años atrás. Vida nueva que acaba de confirmarse con el excelente Ringleader of The Tormentors, que encuentra al ex líder de The Smiths increíblemente feliz, viviendo en Roma y hasta escribiendo sobre sexo.
› Por Martín Pérez
“¿Sos una persona con la que es fácil trabajar?”, abre el fuego el periodista, haciendo una pregunta casi ingenua.
“Sí”, responde el entrevistado. La contundencia de su respuesta es tal, que siente de inmediato la necesidad de aclarar: “No estoy haciendo ninguna broma, ni buscando algún remate tonto. Me siento una persona absurdamente fácil, poco demandante, pero así también se sentía Mussolini”.
El periodista no lo puede creer: “Acabás de decir que no ibas a bromear. No te podés resistir, ¿no es cierto?”
“La verdad que no. Nací para estar en El Show de Benny Hill”, es la respuesta del artista conocido como Morrissey, que parece estar de muy buen humor en los últimos tiempos, coincidiendo con la edición de su último disco, Ringleader of the Tormentors. Un álbum que lo encuentra ubicado en una posición poco común en su tormentosa carrera: viene de un éxito, y todo indica que podrá encadenarlo con otro. Por eso, tal vez, el melancólico profesional del rock más mítico de la década del ’80 es capaz de bromear sin reservas ante el periodista de la revista británica Mojo, la más reverenciada de las publicaciones actuales del medio, la más seria y dedicada, cuyo enviado especial no puede creer el humor del Morrissey que lo recibe en Roma. Pero no es el único. Anticipando la salida del sucesor del disco que lo transformó en éxito además de mito, el rampante You are the Quarry –cuya gira presentación lo trajo a la Argentina por segunda vez–, el ex líder de The Smiths se ha instalado allí para recibir a toda la prensa digna de ser enviada a su encuentro. Porque, según parece, Morrissey ha cambiado definitivamente su reclusivo refugio de Los Angeles por la generosidad humana de Roma. Y no sólo eso ha cambiado en la vida –y la obra– del célibe más famoso del rock. Sí, leyeron bien. Desde la época de The Smiths, Morrissey se ha hecho un lugar dentro del universo del sexo, drogas y rock’n’roll justamente por –o, más precisamente, a pesar de– renegar públicamente de las dos primeras opciones. Pero la gran novedad de Ringleader of the Tormentors –además de ser un disco a la altura del mejor Morrissey, mucho mejor que su exitoso antecesor, sin dudas– es que sus letras confiesan que su autor es capaz de ponerle sexo a su imaginario romántico. No sólo estamos hablando de género, sino de sexo propiamente dicho, como canta en la segunda canción del disco, “Dear God Please Help me”, que sería un tema directamente porno si no fuese tan Morrissey, y si no tuviese esos arreglos de cuerda escritos nada menos que por Ennio Morricone. “Entonces él se movió hacia mí, con su mano en mi rodilla/ Querido Dios, ¿esta clase de cosas te sucedieron a vos?/ Ahora estoy separando tus piernas, con las mías en medio/ Querido Dios, te ayudaría si pudiese.”
Por eso es que, en la canción que cierra el álbum, Morrissey asegura que por fin ha nacido. “Tomen nota, historiadores/ Alguna vez me hice un lío culposo a causa de la carne, pero es sorprendente lo que se puede aprender una vez que uno ha nacido.” Un (re)nacimiento para el que suena lógico una ciudad como Roma. Volvamos a “Dear God Please Help me”: “Ahora estoy caminando por Roma/ y no hay lugar para moverse/ pero el corazón se siente libre”.
Para cualquier cantante pop, la imagen de un corazón sintiéndose libre sería casi un lugar común. Pero Morrissey no es un artista pop cualquiera. Tal vez encarne el último gran mito del rock clásico, y no precisamente por haber corrido atrás del vive rápido, muere joven. Es uno de esos artistas por los cuales se puede hablar de una cultura rock sin hacer de semejante frase algo tan evidentemente irreconciliable como el par “inteligencia militar”. Al frente de The Smiths, Morrissey supo ser algo así como el eslabón perdido entre la poesía británica y el rock inglés. Si en la reciente película biográfica The Filth and The Fury, John Lydon asegura haber creado su personaje pensando en los rebeldes antagonistas del teatro inglés, Morrissey fue bien claro cuando cantó, en “Cemetery Gates” (de The Queen is Dead), eso de que “Yeats y Keats están de tu lado/ Wilde lo está del mío”. Lo suyo era la poesía, y nunca se bajó de ese lugar. Eso que muchas veces es impostura, en Morrissey siempre fue un derecho adquirido. Pero una vez instalado allí, cuando The Smiths se separaron y él siguió un camino solista, se le hizo cuesta arriba. No es fácil estar a la altura de sí mismo, y Morrissey siempre lo estuvo. Pero lo difícil es estar a la altura de las expectativas que se despiertan en los demás, y ahí es donde el ex Smiths pagó bien caro el atrevimiento de pararse en un lugar –poético, confesional y también ferozmente cínico– del que es más fácil burlarse que sentir empatía.
Para quienes estuvieron allí, será difícil de olvidar aquel primer show de Morrissey en la Argentina, cuando tocó en el Luna Park sin ningún álbum nuevo que presentar. Gran parte de su repertorio estaba dedicado a sus mejores canciones junto a The Smiths, y Morrissey las cantaba orgullosamente, casi desafiando al mundo a presentarse con letras de rock mejores que las suyas. Tal es la calidad de la obra de Morrissey junto a The Smiths, que es difícil poner algún disco de su carrera solista a la altura de aquel trabajo grupal. Uno de ellos, sin dudas, es el primero de la larga lista, el iniciático Viva Hate (1988): “Esta es la ciudad costera/ que se olvidaron de cerrar/ Que venga el Armagedón”, en “Todos los días parecen domingos”. Pero después sólo es posible detenerse en Vauxhall and I (1994), y “Cuanto más me ignorás, más cerca estoy”.
Hundiéndose en la autoparodia y en discos intrascendentes durante la última década y media, Morrissey desapareció en Los Angeles, donde se instaló en una mansión en la que vivieron F. Scott Fitzgerald y Clark Gable, y se hizo amigo de Nancy Sinatra. Se mudó a EE.UU. huyendo de, primero, las acusaciones de la prensa británica, que lo tildó de nacionalista por haber subido al escenario envuelto en la bandera británica hacia la época del disco Your Arsenal (1992). Y luego, del juicio por regalías –iniciado por el baterista de The Smiths– que perdió con una sentencia en la que el juez lo acusó de ser “tortuoso, truculento e indigno de confianza”.
Fantasmas del pasado que aún rondaban las canciones de You are the Quarry, el álbum que editó dos años atrás, tras siete de silencio, y que terminó vendiendo más unidades en todo el mundo que toda su carrera solista, e incluso más que los Smiths en su época. Y ahora ese Morrissey está de regreso, liberado al fin, componiendo y grabando desde Roma.
“Pasolini soy yo, vos podés ser Accatone.” Así comienza la letra del primer simple del nuevo disco, el pegadizo “You Have Killed me”, trágico y entusiasta a la vez: “Aunque vivo y respiro, me mataste/ Sí, camino por ahí, de alguna manera/ Pero vos me mataste”. Lleno de canciones producidas por el mítico Tony Visconti, responsable del sonido de los mejores discos de David Bowie y T. Rex, Ringleader of the Tormentors construye un repertorio ideal para cantar en vivo, lleno de frases que a Morrissey le encantará declamar ante sus fans. “No hay algo llamado normalidad”, canta en un tema bautizado como “El padre que deberá ser asesinado”, acompañado por un coro de niños italianos que recuerda tanto aquel “Cuelguen al DJ” de los Smiths como el “No necesitamos educación” de The Wall. Entre esas dos frases vive la rebeldía irónica y confesional de Morrissey, ante el que se ha sentado el escritor y fan confeso Douglas Coupland, que voló desde Canadá para entrevistarlo. Pero no hizo ninguna entrevista. “Una de las pocas cosas que puedo decir de Morrissey es que tiene una cabeza realmente inmensa”, escribió en The Observer, esperando no parecer banal al afirmar algo semejante. Pero no escribió mucho más, argumentando que la entrevista es algo muerto en tiempos de Internet. Tal vez por eso lo más interesante del nuevo Morrissey sean sus apariciones en el site True to you (true-to-you.net) de su amiga Julia Riley, donde responde desde fines del año pasado a las preguntas que le envían sus fans de todo el mundo. Ahí confesó que estaba orgulloso de que Morricone hubiese accedido a participar de su nuevo disco, después de decirle que no a artistas como David Bowie o U2. También confirmó su vegetarianismo, asegurando que jamás se sentaría a una mesa donde se sirviese carne, “salvo que fuese humana”. Una de esas preguntas vino desde la Argentina, y la envió una tal Verónica. “¿Qué tipo de recuerdos vienen a tu cabeza cuando escuchás tu música favorita?”, preguntó la chica. “Todos los recuerdos importantes que tengo en mi vida son musicales, desafortunadamente. Todo lo que me hace seguir adelante es cierto tipo de fe en la música. Me estoy perdiendo algo? Por favor: no me respondas.”
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