MUSICA
Dos recientes compilados de grandes éxitos resumen vida y obra de las dos bandas de hermanos más célebres que haya dado el rock Made in Scotland. 21 Singles condensa la energía, la sensibilidad tumultuosa y las averías de Jim y William Reid, de Jesus & Mary Chain; The Best of..., las melodías, el clasicismo sereno y las veleidades cancheras de Charlie y Craig Reid, de The Proclaimers. Rodrigo Fresán evalúa dos trayectorias paralelas que comparten un mismo apellido, un mismo culto la honestidad y una patria sorprendentemente fértil a la hora del rock y el pop.
› Por Rodrigo Fresán
PELO
Lo primero que uno veía de los primeros hermanos Reid era el pelo. Estilo
Robert The Cure Smith, pero menos elaborado. El pelo les crecía
así y así quedaba: sucio y electrizado, como electrizada y sucia
era su música, y quién puede olvidarse de la primera vez que escuchó
Psychocandy, el debut de 1985 de The Jesus & Mary Chain. El nombre de la
banda salía de una frase pronunciada por Bing Crosby en una de esas películas
en las que hacía de sacerdote cantarín, pero el sonido blasfemo
surgía directamente de los infiernos de Phil Spector, The Velvet Underground
y The Sex Pistols. Un muro de sonido y el feedback entendido como un instrumento
más que apenas escondían elaboradas melodías dignas de
los Beach Boys en sus momentos más perturbados. Recordar y volver a oír
ahora ese marcial y ominoso arranque con Just Like Honey y hay momentos
es raro, pero a veces pasa en que la música se las arregla
para relativizar la idea del tiempo y ayer es hoy y mañana nunca se sabe.
Lo cierto es que Jim y William jamás pensaron en estar juntos en una
banda. Usaban el mismo grabador para armar sus demos y alguien de una discográfica
escuchó un casete con canciones de uno y de otro, y recuerda hoy
William nos obligaron a formar una banda y duró mucho más
de lo que pensábamos. Trece años más tarde, uno no
soportaba al otro y el otro no soportaba a uno y drogas y alcohol mediante
los dos se autodestruían sobre un escenario y frente al público
en un inolvidable concierto en la L.A. House of Blues luego de cantar su single
I Hate Rock and Roll, donde se oye: Amo a la BBC, amo cuando
se mea en mí / Amo a la MTV, amo cuando se caga en mí. El
que también tuvieran un single con el nombre de I Love Rock and
Roll no modificaba demasiado el panorama. Se empujaron mutuamente del
escenario y acabaron a las patadas en el backstage, mientras algunos pedían
la devolución del dinero de la entrada y otros se entusiasmaban por haber
sido testigos de un acontecimiento histórico.
A muchos les costó entender que The Jesus & Mary Chain al igual
que su adorada Velvet Underground se hubiera permitido coquetear con el
pop y el country luego del ruido blanco de Psychocandy. En especial a los que
los habían consagrado como la fuerza revolucionaria y justiciera que
fundía el avant-garde y el cuero negro con una sensibilidad curiosa ymelancólica
a la que difícilmente accederán, hoy, imitadores como The Strokes
y Black Rebel Motorcycle Club.
Entre el comienzo y el final pasaron varios discos y varias cosas; entre ellas,
un inolvidable concierto en Obras Sanitarias, donde la puesta de luces apuntaba
y encandilaba al público y ellos eran sombras nada más los
entrevisté entonces y no fue sencillo arrancarles algo más que
monosílabos, y la invitación a Bob Dylan para que grabara
y cantara un tema con ellos. Dylan aceptó, pero pidió que le faxearan
la letra para aprendérsela. El requerimiento ofendió a los hermanos
Reid, que a modo de escarmiento canjearon a Dylan por el desdentado
cantante de The Pogues. 21 Singles viene con bastante furia de Psychocandy,
pero también rescata momentos más reposados April
Skies, Darklands, Sometimes Always que,
por supuesto, no son otra cosa que la calma que precede a la tormenta. A estos
hermanos desunidos no los devoraron los de afuera: se masticaron entre ellos
solitos. Y crudos.
ANTEOJOS
Lo primero que uno ve de los hermanos Reid son los anteojos. Iguales, como ellos.
Directamente heredados de Buddy Holly para encajar en dos rostros idénticos,
eternamente juveniles y por siempre nerd. Y la música de los hermanos
mellizos Reid es como sus anteojos: una música para la que los Beatles
nunca existieron y Jerry Lee Lewis, Hank Williams y los Everly Brothers están
más vigentes que nunca. Una música que a diferencia de la
de Jesus & Mary Chain nunca estuvo de moda porque está fuera
del tiempo y, por lo tanto, permanece ahí y difícilmente desaparezca.
Ventajas de ser como ellos solos y, como bien escribió alguien, nadie
suena como The Proclaimers porque nadie quiere sonar como The Proclaimers
y, en las liner-notes del compact, Matt Lucas jura con valentía que las
canciones de The Proclaimers significan más para él que cualquier
cosa de Morrissey y Cobain. Y aquí vienen veinte canciones tres
nuevas, producidas por Edwyn Collins, entre las que se destaca la gloriosa The
Doodle Song, más el cover del King of the Road de Roger
Miller extraídas de cuatro discos de entre 1987 y el 2001 en las
que no se detectan ni mínimos cambios ni gestos evolutivos y experimentadores.
Y está bien que así sea. El as en la manga de The Proclaimers
radica en su férrea voluntad de no cambiar nunca. Ya tienen todo lo que
necesitan: melodías simples y eficaces, letras sentidas y nunca sentimentaloides,
y dos voces que fueron hechas para cantar juntas y no separarse nunca.
Eso les bastó para ser considerados héroes en su patria y rostros
más que reconocibles de ese gran himno amoroso que es Im
Gonna Be (500 Miles), que recorrió el mundo entero cuando salió
como single y volvió a recorrerlo cuando la actriz Mary Stuart Masterton
obligó a que lo incluyeran como tema principal e insignia del soundtrack
de la película Benny & Joon. Canción casi de cancha. (Craig
y Reid son hinchas patológicos del Hibernian Football Club, que los considera
sus bardos oficiales; en 1990, el ya por entonces famoso Charlie se encadenó
a las puertas del Bank of Scotland cuando el archirrival de su equipo, el Heart
of Midlothian, amenazó con quedarse con sus colores. Ganó Charlie,
y las respectivas hinchadas continúan odiándose desde veredas
opuestas, como corresponde.) Canción ideal para cantar a los gritos por
la calle, y con el discman puesto, eso de: Pero yo caminaría 500
millas y caminaría 500 millas más sólo para ser el hombre
que caminó 1000 millas para desmayarse frente a tu puerta. Así
es lo que cantan, y ya pueden imaginarse cómo suena: feliz, regocijada
música de pub (semanas atrás pasaron por Barcelona para presentar
en plan acústico sus grandes éxitos en un bar) para brindar en
estado de gracia, sin que eso impida internarse en asuntos más serios
como la historia de su país invadido por las pestes de EE.UU.,
las penurias del desempleo, la denuncia anticlerical (ser cristiano, pero no
tomárselo tan en serio), la muerte de un padre y lo másimportante
de todo: resistencia absoluta a corregir el fuerte acento escocés que
exaltan en la eufórica Throw the R Away. Pero
el fuerte de Craig y Charlie son las canciones, esas que combinan cereales alcoholizados
y hormonas alzadas y chicas a las que siempre hay que perseguir con el solo
objetivo de declarárseles, llevarlas al registro civil (el gran momento
epifánico para The Proclaimers: Es sólo un papel pero dice:
Te amo, aúllan en Lets Get Married),
preñarlas rápido y fundar una alegre familia repleta de mellizos
anteojudos. También hay canciones, no está de más aclararlo,
sobre meterle los cuernos a la esposa.
Para el recién llegado al pub, The Best of... es una herramienta útil,
pero lo cierto es que omite varias favoritas como How Many Times,
Then I Met you, Follow the Money, A Land Fit for
Zeroes, One Too Many, Over and Done With, Thats
when he Told her, She Arouses me so y la que posiblemente
sea la mejor canción antisuegra jamás escrita: Dont
Turn Out like your Mother. Lo indicado es comprarse This is the Story,
Sunshine on Leith, Hit the Highway y Persevere para disfrutar de la obra completa
de los poco prolíficos Craig y Charlie, quienes no sólo ya han
prometido disco nuevo para el 2003 sino que, además, juran que difícilmente
vayan a separarse algún día. Porque, ¿qué sentido
tiene separarse de alguien que es exactamente igual a uno si, de cualquier modo,
uno no puede dejar de mirarse al espejo todas las mañanas y pensar que
se parece mucho, pero mucho a alguien?
PEINES Y CRISTALES ROTOS
La audición espalda contra espalda o codo a codo de 21 Singles
y The Best of... ofrece el interesante panorama extremista, pero al mismo tiempo
complementario, de dos grandes bandas de hermanos unidas por un país
en el que la idea de la hermandad es importante y los corazones son siempre
valientes. El rock es un poco como un país, como el país que lo
contiene (y ya han visto cómo es el rock argentino chabonoide). El rock
está lleno de fronteras y de códigos, y de hermanos que se quieren
y hermanos que se odian, de hermanos de sangre y de mala sangre entre hermanos
por apellido o por elección. El primer impulso a la hora de armar una
banda es, claro, juntarse a compartir una visión única con varias
cabezas y gargantas. The Jesus & Mary Chain murieron William dixit
buscando la pureza absoluta que se halla más allá del punk,
en la honestidad absoluta; no importa tanto nuestro fracaso como las aspiraciones
que nos llevaron a él. The Proclaimers, sin buscarla, la encontraron
desde el vamos y ahí están, ahí siguen. Tal vez unos y
otros se encuentren algún día para peinarse o pisotearse los cristales.
Tal vez no. Tal vez coincidan en un pub y brinden, juntos y por separado, por
Escocia.
(Pecado terrible: para la tapa de Hit the Highway, Craig o Charlie vaya
uno a saber quién es quién tuvieron la osadía de
cambiar su modelo de anteojos. La situación volvió a la normalidad
para la tapa de Persevere, dijeron Charlie o Craig, así que está
todo perdonado. Por algo así, Jim y William que por estos días
volvieron a juntarse con la excusa de producir canciones para su hermanita menor
Linda se hubieran matado entre ellos, seguro.)
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