MúSICA 1 > SALIF KEITA, EL CARUSO AFRICANO
De una voz cautivante, conocido como “El Caruso africano”, estrella en Europa y célebre en Estados Unidos, disputado por los mejores sellos y compañero de grabación de nombres como Carlos Santana, Wayne Shorter y Cesaria Evora, Salif Keita acaba de grabar su gran disco de madurez (milagrosamente editado en Argentina), en el que vuelve a las raíces musicales de Mali, el país que hace décadas lo expulsó por cargar con la mítica maldición africana de ser albino.
› Por Martín Pérez
“Lo primero que se percibe cuando Salif Keita sale a escena para ponerse bajo las luces y escuchar una ovación de un público expectante, es su rostro. Es de un blanco casi traslúcido, como si fuese el de un fantasma, con labios gruesos y una nariz ancha”, escribió Quincy Troupe, profesor de literatura norteamericana y caribeña en la Universidad de California en San Diego y coautor –junto a Miles Davis– de la autobiografía Miles. “Keita es un albino africano en una banda de músicos y cantantes profundamente negros. La experiencia de ver un negro blanco, como a veces son llamados los albinos en el Oeste de Africa, al frente de semejante grupo, es en principio shockeante. Pero cuando las primeras notas salen de su garganta, es imposible no impresionarse con su voz. Primal y embrujada, esa voz llena el cuarto sin problemas y recuerda la de un muezzin, retumbando desde una mezquita al crepúsculo y al amanecer”.
Troupe escribió esta descripción de Salif Keita más de una década atrás, en las páginas de la revista del New York Times, cuando la figura del cantante de Mali recién comenzaba a instalarse como una de las fundamentales dentro de la escena de las Músicas del Mundo. Pero la imagen bien puede acompañar la escucha de M’Bemba, el gran álbum de adultez de Keita, que –sorprendentemente– acaba de ser editado en Argentina. Porque esa voz y esa música vienen de otro continente, de otra época, de otra historia. Y sin embargo hechiza a la primera escucha, y es difícil escapar de su embrujo. El embrujo de un artista que en su tierra es conocido como “El Caruso africano” o “La voz de oro de Africa”, que ha grabado con Carlos Santana, Wayne Shorter y Cesaria Evora, que ha sido descubierto hace tiempo en Estados Unidos, es una gran estrella en Europa, y es disputado por los grandes sellos discográficos, pero que, injustamente, es casi un desconocido por estos pagos.
M’Bemba significa El Ancestro y es un disco que sigue la búsqueda acústica de su inmediato antecesor, Moffou (2002), con el que Keita regresó a las raíces de su música, diciéndole adiós a una experimental década del ‘90 que abrió a toda fusión con Joe Zawinul como productor de Amén (1991), editado por el sello Island, el mismo que hizo famoso en todo el mundo a Bob Marley. Y cerró poniéndose al servicio de Vernon Reid para el rockero y muy criticado Papa (1999), lanzado por el prestigioso Blue Note. Pero lo más importante de M’Bemba es que, con él, Keita volvió a Mali después de casi tres décadas de exilio. “Ahora estoy en casa”, le dijo a fines del año pasado Keita al diario británico The Independent. “He sido un nómade desde 1978. Es demasiado tiempo para estar lejos de Mali: he estado en todos lados, reuniendo una experiencia de vida, y ahora que me he vuelto viejo, el regreso me resulta confortable”. Pero el nomadismo de Keita no sólo es geográfico, sino también de sangre, de casta y de familia y data de mucho más lejos, casi desde sus primeros días.
Nacido en 1949 en Djoliba, al oeste de Bamako, la capital de Mali, Keita no tuvo una infancia fácil, ya que ser albino en Africa es tomado como un signo de mala suerte. Condenado a la soledad tanto por su familia como por su comunidad, Keita siempre ha destacado el hecho de que ser albino es algo difícil en Africa, pero más que nada porque es imposible soportar la contundencia del sol. “Para mi familia, me transformé en una carga, ya que no podía trabajar en el campo”, ha contado. “Sólo me podía dedicar a ahuyentar con mis gritos a los pájaros de los sembrados. Así fue como fui desarrollando mi voz”, bromeó. Aunque su vocación en un principio decantó hacia la enseñanza, sus estudios se cortaron a causa de los problemas de visión propios del albinismo y finalmente Keita decidió dedicarse a la música. Pero el sistema de castas de la sociedad de su país hace que no esté bien visto que un descendiente de la realeza –y la familia de Salif supuestamente desciende de Sundjata Keita, quien en 1240 fundó el reino de Mali– se dedique a tales menesteres. Así que, para seguir la que sería su vocación durante el resto de su vida, a los 18 años Salif debió abandonar su hogar. Por entonces cada hotel de Bamako tenía su propia banda y, en 1969, Keita pasó a formar parte de la Rail Band, que tocaba la música Mandingo con instrumentos occidentales, e incorporaba influencias afrocubanas. En 1973, junto al guitarrista Kante Manfila, Keita dejó la Rail Band para pasar al grupo de otro hotel, llamado Les Ambassadeurs. El viaje musical de Keita comenzó a mediados de los ‘70, cuando el grupo se exilió en Costa de Marfil, y pasó a llamarse Les Ambassadeurs Internationales. “Fue mi primera gran aventura, porque Abidjan era una ciudad muy cosmopolita a fines de los años ‘70 y comienzos de los ‘80. Y yo estuve ahí en el momento indicado”. El sonido de aquel grupo iniciático se puede disfrutar en un maravilloso recopilatorio de viejos singles editado el año pasado, titulado The Lost Album, y atribuido a Keita junto a Manfila.
Es justamente con Manfila como productor que, dos décadas más tarde, Keita ha regresado a las fuentes, primero con Maffou y luego con M’Bemba. “Lo que hago ahora, acompañado por instrumentos acústicos, está más cerca de mi música, es más verdadero desde el punto de vista de mi sensibilidad”, ha dicho Keita, cuya carrera internacional propiamente dicha comenzó cuando se instaló en París, en 1984. “Pero ir a tocar con otros artistas del mundo, interactuar con la gente del jazz, el pop y el reggae, es para músicos como nosotros, los africanos, un paso casi obligatorio. Como somos autodidactas, sólo experimentando podemos cultivarnos”, cuenta el cantante, que ha confesado que lo que más le impresionó en sus primeros viajes al mundo occidental es el hecho de que la mayoría de la gente era blanca. Palabra de un hombre que ha regresado a las fuentes, y ha regresado al comienzo de su viaje, musical y geográficamente. Palabra de un negro blanco.
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