Dom 25.06.2006
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MúSICA > ELVIS COSTELLO & ALLEN TOUSSAINT

Canciones sobre aguas turbulentas

Curioso (ha recorrido más estilos que cualquiera), generoso (ha cedido grandes temas como pocos), camaleónico (ha compuesto junto a los nombres más diversos), Elvis Costello no puede con su genio. Por suerte. El disco que acaba de grabar en colaboración con el pianista norteamericano Allen Toussaint –con la tragedia de Nueva Orleáns de fondo– lo demuestra una vez más: Costello hace lo que quiere y lo hace bien.

› Por Rodrigo Fresán

La razón de ser y de existir de The River in the Reverse –sin lugar a dudas, ya, uno de los álbumes indispensables del 2006– se la debemos al huracán Katrina. Pero el verdadero huracán es Elvis. Y es que, ya desde sus inicios, Costello centrifuga y no para y se cuela en todas partes y a todo lo que lo inviten. Ya sea produciendo discos de antología (para Squezze o The Pogues o The Specials), componiendo canciones en relaciones breves pero intensas o cediendo temas para hermanos o hermanas de sangre (Solomon Burke, Robert Wyatt, Dave Edmunds, Roy Orbison, T-Bone Burnett, Annie Ross, Aimee Mann, Johnny Cash, Nick Lowe, George Jones, Chet Baker y June Tabor entre otras y otros), versionando sin límites (Beatles, Madness, Van Morrison, Nina Simone, Charles Aznavour, en los impredecibles bises de sus conciertos, en ese magnífico disco de covers que es Kojak Variety), o en asociaciones más profundas (con Paul McCartney, Burt Bacharach, Bill Frisell, la Metropol Orkest, el Brodsky Quartet, Michael Tilson Thomas, Marian McPartland, Richard Harvey, Anne Sofie Von Otter y su esposa Diana Krall). Rock, pop, jazz, clásica, torch song, country, ballet, big band, folk, lo que venga. Elvis Costello se anota para todos los partidos y ameniza todas las fiestas para fascinación de sus fans y horror de sus críticos, que no le perdonan no ser nada más que uno. El problema, claro, es cuál. Una cosa está clara: el polimorfo y perverso Elvis Costello –y su catálogo que no deja de crecer y que contiene canciones clave, discos paradigmáticos y caprichos que sólo se entienden con el paso del tiempo– es el único músico de aquello que en los ’70 se dio en llamar New Wave, que hoy por hoy está a la altura de los clásicos de la década anterior, de la edad dorada de los ’60. Digámoslo así: el pirotécnico y verbal y camaleónico Elvis Costello es el Bob Dylan de la Nex Wave. Elvis Costello –como Bob Dylan– comenzó como identidad falsa que ahora es verdadera y define a Declan McManus –al igual que a Robert Zimmerman– como a alguien fascinado y adicto por las posibilidades del alias. Ya sea Jack Frost o Napoleón Dynamite. Las ganas de ser tantos, muchos, más.

Y, claro, bastó que Elvis Costello se encontrara con el venerable Allen Toussaint el pasado septiembre en Nueva York, en un concierto a beneficio de los damnificados de Nueva Orleáns por el huracán Katrina. Costello conocía a Toussaint de su discoteca de juventud y de las sesiones de Spike (de Toussaint es el piano en “Deep Dark Truthful Mirror”), y alcanzó con cantar un tema juntos para que a Costello se le iluminaran los ojos y se le hiciera agua la boca y la voz y se le ocurriera una –otra– idea. Y resultó ser una otra –una– excelente idea.

TIEMPO TORMENTOSO

Así –a casi treinta años de que un Costello borracho lanzara comentarios absurdamente racistas contra James Brown y Ray Charles y acabara con sus posibilidades de convertirse en “el nuevo Bruce Springsteen”– el músico inglés se reunió por dos semanas con el clásico norteamericano. Y bajo las órdenes de Joe Henry –cada vez más reconocido como productor song-writer y ganador de un Grammy por lo que consiguió de Solomon Burke en Don’t Give Up On Me–, en un estudio de Los Angeles y en otro de Nueva Orleáns se pusieron a trabajar (la edición especial de The River in Reverse incluye DVD con documental sobre cómo se produjo la magia y el milagro). El sello Verve pagó la cuenta y la ecuación fue sencilla pero sofisticada: juntar a The Imposters de Costello (que no son otra cosa que The Attractions menos el bajista traidor Bruce Thomas) y músicos selectos de Toussaint (la gran guitarra de Anthony Brown) más su piano y su voz y sus característicos arreglos de vientos para los bestiales y delicados (lo que haga falta) Crescent City Horns. Y las canciones, claro. Un puñado de clásicos de Toussaint –verificable leyenda de Nueva Orleáns, ganador en todos los campos musicales, autor de “Working on a Coal Mine” entre muchas otras– a ser reinterpretados por la voz de Costello (“Tears, Tears, and More Tears”, “On the Way Down”, “Freedom for the Stallion”, “Nearer to You” y “All These Things”, “Wonder Woman” y “Who’s Gonna Help Brother Get Further”, único track cantado por Toussaint), ese monumento del Profesor Longhair, “Tipitina”, con letra nueva y rebautizado “Ascension Day”, así como cinco canciones nuevas escritas à deux (“Where Is The Love”, “Broken Promise Land”, la bellísima y casi spiritual “The Sharpest Thorn”, “International Echo” y “Six-Fingered Man”), y una de Costello a solas, “The River in Reverse”, que sin dudas puede ser considerada una obra maestra. Todas las canciones del álbum se ordenan en un ciclo compacto que –incluso las clásicas– se las arregla para aludir más o menos oblicuamente a una ciudad sitiada por las aguas, a la estupidez de un gobierno más preocupado por una guerra lejana que por una catástrofe natural cercana, o a momentos difíciles de los que se sale sólo nadando o cantando. Así, en “Broken Promise Land” se oye ¿Cuán alto debemos alzar esta pared? / ¿Cuán fuerte debemos cerrar esa puerta? y en “Who’s Gonna Help Brother Get Further”, ¿Qué le pasó a la Campana de la Libertad? / ¿Hizo ding-dong? / No hizo ding-dong. Pero es en “The River in Reverse” donde el asunto es aludido de frente y mirándolo a los ojos y la voz de Costello flota sobre la dirección musical de Toussaint y el resultado es formidable. Despiértame con una bofetada o un beso / Tiene que haber algo mejor que esto / Porque no veo cómo podría ser peor / ¿Qué podemos hacer para poner el río en reversa? / Así que cuenta tus bendiciones cuando te piden permiso / Para gobernar con dinero y susperstición / Te dicen que es por tu propia protección / Pero estos tiempos están lejos de la iluminación / Como cuerpos cayendo desde una constelación / Una guerra nada civil divide a la nación / Así que borra la cinta de ese último mono corriendo marcha atrás hasta la creación / Despiértame con una bofetada o un beso / Tiene que haber algo mejor que esto / Porque no veo cómo podría ser peor / ¿Qué podemos hacer para poner el río en reversa? Es entonces, es ahí, cuando se pone de manifiesto que la música es posible que no seque pero que sí, al menos, alivia.

Por estos días, y hasta finales de julio, Elvis Costello y The Imposters giran junto a Allen Toussaint y su piano y sus caños inoxidables de la New Orleans Horn Section. Afortunados aquellos que se crucen en su camino. Después, seguro, será tiempo para otras cosas, otras colaboraciones, otros yo de él. Y a Costello le van quedando pocas figuritas de su calibre para completar el álbum. Pienso en Leonard Cohen, en Kate Bush, en Stephen Merritt, en Ray Davies, en Randy Newman, en Paul Westerberg, en Joni Mitchell, en Paul Simon y –por supuesto– en ese tipo muy afecto a las canciones meteorológicas, y para el que alguna vez Costello fue telonero, que se llama Bob Dylan. Lluvias pesadas y vientos idiotas y crecida y refugio de la tormenta. Y Elvis con paraguas, impermeable, botecito, lo que haga falta.

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