FOTOGRAFíA > ALEMANIA, EN LA CáMARA DE STEFAN MOSES
Lejos de los grandes sucesos históricos, Stefan Moses se dedicó durante laboriosos 50 años a registrar alemanes. Intelectuales, artistas y científicos, pero también rostros más anónimos a los que el oficio y el tiempo convertían en un testimonio único de una posguerra de casi 50 años en un país partido en dos. Ahora, una muestra itinerante llega a Buenos Aires.
› Por Cecilia Sosa
¿Qué es “lo alemán”? Difícil pregunta y más todavía luego de tan reciente y amarga eliminación mundialista. Pero Stefan Moses, acaso el último director de ensueño de la fotografía alemana, viene dedicando una vida a descubrirlo. Sus imágenes, en riguroso blanco y negro, espían el interior de la sociedad alemana para descubrir sus bordes más imprevistos. Y sin tomar grandes acontecimientos; apenas personas, rostros, modos de vida, oficios. Personalidades del mundo artístico e intelectual y también gente sencilla. Moses ha hecho obra aquella frase de Novalis: “Cada uno es un pequeño mundo”, y logró transformar cada toma en un mandamiento del recuerdo.
Moses nació 1928 en Liegnitz (hoy Polonia) y a los ocho años perseguía a su gata negra con la cámara que le había regalado su padre. Las “leyes raciales” del nacionalsocialismo lo obligaron a abandonar la escuela, y era aprendiz de fotógrafo cuando en 1944 fue internado en el campo de trabajos forzados de Ostlinde, del que escapó un año más tarde. Recién en 1950, el cesto de mimbre depositó milagrosamente a Moses en Munich donde sigue viviendo desde entonces.
La muestra Deutsche Vita permite conocer algunas de sus series más famosas. “Los viajes alemanes”, iniciados en 1963 y a instancias de la revista Stern, descubren un país destruido por la guerra pero, preso de una ilusionada alegría, resuena en envasadoras de arenques, sus guardias de tranvía y en los barrenderos de Berlín que, cigarro en boca y desafiantes miradas, empuñan sus escobillones con un estilo irresistible.
Moses retrata a sus modelos contra el fondo de paño de fieltro gris (casi un fetiche de su obra) que recuerda, burlón, el artificio teatral de la fotografía. Nunca mejor mostrado que en “Párroco rural jubilado”, donde –trípode en primer plano– un hombrecito apenas llega a asomar tras un paño que no alcanza a funcionar de fondo y lo envuelve como absurdo teatro de la vida.
Su irónico álbum alemán también indaga en la sociedad más distinguida: pipudos perfiles de escritores, señoras en festival de modas, fiesta de cierre de campaña electoral y bailes nocturnos. Entrados los ‘90, Moses volvió a la ex Alemania Democrática para descubrir, entre otras maravillas, vetustas maquinarias agrícolas, una pastora de fin de siglo y un encantador grupo de okupas con pañuelos palestinos, pantalones de leopardo, y mucho, mucho cuero.
Moses también gusta de las experiencias inquietantes. Fotografió a “los mayores” cual extrañas apariciones en medio del bosque, obligó a renombrados artistas plásticos a componerse “otro rostro”, y en “Imágenes reflejadas” situó a los máximos pensadores alemanes frente a un espejo con el disparador automático en la mano para que ellos mismos eligieran el momento en el cual retratarse. Y en ese conmovedor trance, que recuerda aquello de que cada fotografía enciende una pequeña y vanidosa muerte, se puede espiar a un temeroso Theodor Adorno, al boxeador Max Schmelingun y hasta a un alelado Ernest Jünger congelado en un exuberante jardín que se duplica en la frialdad de un espejo.
Para el gran fotógrafo alemán parece justo el saludo que le dedicó el poeta Hans Magnus Ezensberger, uno de sus retratados: “Nuestro Moses se hizo una imagen de nosotros, para que al fin supiéramos a qué atenernos”.
Deutsche Vita (Vida alemana) puede visitarse hasta el 30 de julio en la Fotogalería del Teatro San Martín, Corrientes 1530. Entrada libre.
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