CINE 1
Sábados circulares
Un choque de autos desencadena la ficción de Sábado, un film regido por el azar, los cruces de destinos y el ensimismamiento verborrágico.
POR MARIANO KAIRUZ
“Yo voy a donde vos vayas”, insiste Andrea, que prácticamente
acaba de conocer a Martín y viaja por primera vez en su auto. “¿Y
dónde es ‘a donde vos vayas’?”, repregunta Martín.
“¿Qué?”, se confunde Andrea. “No, nada, me perdí”,
replica Martín, en el tono monocorde que caracteriza a todas sus intervenciones
verbales. El diálogo podría pertenecer a un cuento de Leo Maslíah,
pero su autor asegura que el uruguayo no tiene nada que ver en el asunto. Es más
probable que su inspiración provenga de un recuerdo no del todo preciso
de una rutina clásica de Abbot y Costello. En Sábado, la ópera
prima de Juan Villegas (31 años, ex estudiante de la Fundación Universidad
del Cine y crítico de cine de la revista El Amante), podría llegar
a parecer que no pasa nada entre los diálogos que desfilan a lo largo de
ese único día; pero a sus seis personajes, sin embargo, lo que les
pasa es bastante. Hasta hay un choque de autos entre Martín (Daniel Hendler,
protagonista de Esperando al mesías, el Walter del spot de Telefónica)
y Gastón Pauls. Que acá hace de Gastón Pauls, lo cual no
equivale a decir que hace de sí mismo, cosa por demás imposible.
Villegas –que ahora prepara una adaptación de Los suicidas, de Antonio
Di Benedetto, con planes de rodarla el año que viene- habló con
Radar en los días previos al estreno de Sábado.
¿Cuál fue el origen del guión? ¿Siempre partiste
de las ideas de azar y circularidad?
–En realidad, yo venía trabajando con guiones que nunca terminaba,
pero de los que siempre quedaba una idea, algo que me parecía interesante
y que iba sobreviviendo. Y en un momento, cuando filmé mi segundo corto,
Dos en un auto, sentí que había encontrado una forma de hacer hablar
a los personajes y un tono que me gustaron. Hay una idea de Hemingway que dice
que, si un personaje está tomando un café, significa que está
tomando un café; si está tomando dos cafés, significa que
está tomando dos cafés; pero si está tomando quince cafés,
ya significa otra cosa. Es como si al llevar al extremo una situación,
uno pasara a contar algo más. Y creo que esa idea funcionó: uno
termina intuyendo algo acerca de esos personajes sin que nunca se diga nada.
El azar aparece tematizado en los diálogos. Martín y Natalia
(Mariana Anghileri) tienen una discusión que es casi un debate sobre probabilística,
caos y determinismo.
–Yo creo que estoy más de acuerdo con ella que con él, pero
traté de que no quede claro, de entender la posición de cada personaje
y que los dos traten de justificar lo que piensan. Pero si tuviera que confesar,
estoy más cerca de ella. Incluso la anécdota del boliche (ella va
tres veces a bailar a un mismo lugar y las tres veces se lo encuentra a Gastón
Pauls) me pasó a mí y me puse a pensar en eso. Pero habría
una tercera hipótesis, que es lo que dice Gastón después:
eso de que estas coincidencias podrían significar algo, la idea de Dios,
algo sobrenatural que rige todo esto.
En Sábado decidiste no mostrar la escena de sexo ni los dos choques
de autos. ¿Alguna vez consideraste mostrar el choque, más allá
de las limitaciones materiales?
–No, ni siquiera me lo planteé. Si hubiera pensado “tengo que
filmar un choque”, alguna vuelta le hubiera encontrado. Esas escenas nunca
estuvieron siquiera en el guión. Lo del choque tiene que ver con que la
película no tiene golpes de efecto; tiene un tono parejo. Es la misma razón
por la que casi no hay primeros planos ni planos generales: uno estásiempre
siguiendo la situación sin que se llame la atención sobre algo en
particular. En la escena de sexo puede jugar una cosa de pudor, pero en general
no me gustan las escenas de sexo en las películas; sólo en algunas:
me parece que pueden contar mucho sobre los personajes, y en general no se hace.
Y creo que si no van a contar nada, entonces no vale la pena ponerlas. Prefiero
contar cómo fue la escena de sexo a través de cómo es la
relación de los personajes, así uno se puede imaginar cómo
fue esa relación. Pero sé que existe esa idea de que es menos cinematográfico
un diálogo que una patada. Bah –se corrige Villegas–: que un
choque.