Dom 03.12.2006
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PERSONAJES > CACHORRO LóPEZ, DE LOS ABUELOS A LOS GRAMMY

Retrato del artista cachorro

Con su consagración como el productor del año en los Grammy Latinos, aparece como el tercero en discordia en el rubro al lado de Afo Verde y Gustavo Santaolalla. Pero Cachorro López siempre estuvo ahí: repatrió a Miguel Abuelo para formar Los Abuelos de la Nada en los ’80, se volvió internacional con Miguel Mateos y un día, sin colgar el bajo, empezó a producir de todo: Caifanes, Diego Torres, Julieta Venegas. Y ahora va por Miranda! y Calamaro.

› Por Martín Pérez

“No sabés lo que me dolió”, explica Cachorro López, recordando el momento en que debió tomar la decisión más dura de su carrera. Corría la segunda mitad de la década del ’80 y Cachorro integraba –junto al negro García López– la banda de lujo que Miguel Mateos se había permitido formar luego del megaéxito de Rockas vivas. Pero a ambos, bajista y guitarrista, les llegó una invitación de Charly García para sumarse a la banda que luego terminaría tocando en vivo los temas de Parte de la religión. En el recuerdo que cualquier fanático del rock nacional de los ‘80 tiene de la presentación en el Gran Rex de aquel disco, la guitarra de García López tiene un lugar preponderante. Pero Cachorro López no aparece en la foto. Porque, aunque ya había tocado con Charly en la época de Yendo de la cama al living, el bajista decidió no aceptar la invitación y se quedó tocando con Mateos. “En esa banda tocaban muchos amigos y algún gaste me comí por quedarme afuera”, concede Cachorro. “Pero yo estaba pensando en mi futuro, porque tocar con Charly no significaba que iba a grabar en su disco, mientras que con Mateos no sólo lo acompañé a grabar a Los Angeles, sino que también participé en la autoría de varios temas”. No sólo giró por toda Latinoamérica presentando no uno sino dos discos –Solos en América primero, y Atado a un sentimiento después– sino que en esos viajes surgió la posibilidad de producir a una bandita mexicana que estaba empezando, Caifanes. Es muy posible que el Cachorro López productor que hoy asegura estar pasando el mejor momento de su carrera le deba mucho a aquella decisión de quedarse tocando con Mateos, aunque la mención de Parte de la religión le siga robando una mueca en su sonrisa de ganador del Grammy Latino. Pensando seguramente en los éxitos que lo convirtieron en el productor del año, como los discos de Paulina Rubio, el grupo mexicano Belanova y –especialmente– Julieta Venegas, Cachorro explica, didáctico y vencedor: “Los directivos de las discográficas que hoy me contratan me conocen desde entonces, cuando eran adolescentes y me iban a ver tocando el bajo, presentando aquellos discos con Mateos”.

Foto: Pablo Mehanna

CHALA-MAN

Cuando se le pide una pista para entrevistar a su legendario compinche, con el que se inició en el secreto de producir discos cuando ambos compartieron esa responsabilidad como parte de Los Abuelos de la Nada, Andrés Calamaro no revela ningún secreto personal de Cachorro López. Sino que, mientras confiesa su fanatismo por la serie televisiva Lost, asegura que no le parecería nada extraño si de pronto viese aparecer a Cachorro en esa isla donde están atrapados sus protagonistas. Consumado sobreviviente, náufrago perfecto, el bajista y productor sonríe cuando se le comenta la ocurrencia de Calamaro. “Es que Andrés me ha visto salir de cada una...”, dice Cachorro, cuya carrera profesional como músico comenzó a fines de los años ’70, justamente, en una isla: Ibiza. “Pero no era la Ibiza de ahora, llena de jet set y drogas de diseño”, aclara. “Sino que era un mundo bien hippie. Eso sí, por entonces ya era la Meca. La isla de la fiesta continua.”

Alto y espigado, Cachorro López es un hijo de Belgrano, rugbier del Belgrano Day School, que soñaba con ser arquitecto, pero el porro, el amor libre y el exceso de hormonas le pusieron un instrumento en las manos. Alumno de Alejandro Correa, el primer bajista de Sui Generis, Cachorro reconoce que sus recuerdos de adolescencia hippies chocan con un momento hiperviolento de la Argentina de entonces. “Con mis amigos nos íbamos a la Costanera a ver el atardecer fumando porro sin parar, y más de una vez cuando volvíamos a casa a las cuatro de la mañana nos hemos comido un par de galletazos. Recuerdo tipos bajando de un auto con sus Itakas y toda clase de humillaciones. Pero al rato se aburrían de nosotros y nos dejaban ir”, dice Cachorro, que confiesa haber entendido qué era lo que realmente pasaba entonces en Argentina recién en Ibiza, charlando con exiliados políticos.

Aquel viaje significó la confirmación de su destino de músico. Porque la isla era en ese entonces una jam session permanente y Cachorro no dejaba de juntarse a tocar con toda clase de músicos. Así fue como conoció a Miguel Abuelo, una leyenda del rock local que él desconocía por completo. “El rock nacional no era mi música de cabecera en aquel entonces”, confiesa Cachorro. “Aunque escuchaba Manal y Almendra, y estuve en el Luna Park viendo Adiós Sui Generis”. El peso de artista de Miguel se impuso ante Cachorro y entre ellos se estableció una alianza inmediata. Y mientras se involucraban en toda clase de proyectos junto a otros compatriotas como Kubero Díaz o Miguel Zavaleta, Cachorro y el Abuelo comenzaron a imaginar la posibilidad de armar un grupo en serio. “Pero jamás nos imaginábamos haciéndolo en Argentina, porque no queríamos volver”, explica. El destino llevó a Cachorro a tocar reggae en Bristol, Inglaterra, mientras Miguel vagabundeaba entre Francia y España, con cada vez menos dinero, pero aferrado –como último madero en el naufragio– al sueño de ese grupo que iba a formar junto al bajista que había conocido bajo el sol de Ibiza.

LA FORMULA DEL EXITO

Al preguntarle por el trabajo de Charly García como productor de aquel legendario primer disco de la segunda época –la única realmente masiva y conocida– de Los Abuelos de la Nada, Cachorro confiesa que durante mucho tiempo lo recordó con recelo. “Porque Charly entró con mucha autoridad en el estudio y les metió mano a los temas. ‘En la cama o en el suelo’, por ejemplo, cambió muchísimo. Pero con el tiempo me di cuenta de que Charly hizo lo suyo con bastante delicadeza. Y ahora que soy productor te lo puedo asegurar”, explica Cachorro, que era apenas un bajista y ya estaba produciendo el regreso de Miguel a la Argentina. “Lo que pasó es que, instalado en Bristol, en 1980 me vine a pasar las fiestas con mi familia y esto era mejor que lo que recordaba”. Cachorro se da cuenta, también, que Miguel Abuelo es más conocido de lo que se imaginaba, y además era el mejor momento de Serú Girán y Spinetta Jade. Y entonces ese sueño de armar un grupo con Miguel comienza a tomar forma, pero no en Europa, sino acá. “Apareció una novia que le pagó el pasaje y Miguel fue a la embajada a hacerse un pasaporte provisorio, sólo para poder volver. ¡Le sirvió sólo para ese viaje!”

Aunque Cachorro asegura que el recuerdo que la gente tiene del grupo está centrado en el disco en vivo, grabado en el Opera, para él los mejores Abuelos son los del segundo disco, Vasos y besos. “Ahí estábamos todos en nuestro mejor momento, y además estaba Melingo”, dice, y recuerda que fue el primer músico que sumaron al grupo. “¿Para qué queremos un clarinetista?”, cuenta Cachorro que se quejó Miguel cuando le presentó a Melingo. Pero después, asegura, terminó siendo su Abuelo preferido. “Cada vez que Daniel hacía algo retorcido, pasado de arte, Miguel le decía cariñosamente: Daniel, cuánto talento al pedo”.

El final de los Abuelos llegó después de aquellos shows en el Opera, pero Cachorro asegura que su plan era volver con Miguel. “Veníamos de mucha exposición, así que la idea era que todo se enfriase un poco, y después volver a empezar, con el que se quisiese sumar”, explica. “Pero Miguel tenía un álbum solista, que por un asunto contractual se convirtió en un disco de los Abuelos, Cosas mías. Sin ninguno de nosotros. Y ahí me di cuenta de que no íbamos a volver a estar juntos por más tiempo del que imaginaba.” Así fue como colaboró con la grabación de Locura, de Virus, y después vino la propuesta de sumarse a la banda de Miguel Mateos. “Cuando el productor Oscar López me llamó para proponérmelo, me dijo que era algo divertido... y yo me imaginé que me iban a invitar a tocar el bajo con Virus”. Pero ese final azarosamente abierto no le hace justicia al comienzo del grupo: “Apenas armamos Los Abuelos empecé a tocar también con Charly, hicimos Ferro y después Obras. Y ahí fue cuando los Abuelos se transformaron en un hit, y también hicimos dos Obras. Fue increíble, esto recién empezaba... ¡y pensé que todo el tiempo iba a ser así!”.

TRATAR DE ESTAR MEJOR

“Toco el bajo en el estudio todos los días”, responde Cachorro cuando se le pregunta cuándo dejó de ser bajista. Y explica: “Cuando empecé a producir, nunca sentí que dejaba de ser un músico”. Pero en tren de buscar precisiones, cabe aclarar que la última vez que tocó el bajo en público fue en la primera gira de Diego Torres, al que le produjo dos discos. “Diego venía de hacer un programa de televisión y quería hacer un grupo como el de Sting, no quería cantar baladas como Montaner”, explica Cachorro.

Una enumeración de sus producciones discográficas en estos últimos años incluyen a Alejandro Lerner, Rubén Rada, Ketama, Rosario Flores y muchos nombres más. Antes de aquel primer ensayo y éxito con los Caifanes, Cachorro no se olvida que su primera producción fue Desnudita es mejor, de Divina Gloria. “La vi junto a Batato y Tortonese, y se me ocurrió.” Pero a la hora de elegir uno de sus proyectos, elige el álbum Tributo a Queen, del que participaron Illya Kuryaki, Aterciopelados, Soda Stereo y Fito Páez. Pero en el que Cachorro destaca la versión del clásico “Rapsodia bohemia” (rebautizado como “Rap, soda y bohemia”), realizada por el grupo mexicano Molotov. “Todavía lo muestro como una de las mejores cosas que hice en mi vida”, asegura.

Si su mejor momento como productor es el actual, se debe también a que el exitazo de Julieta Venegas –“Limón y sal, que produjimos juntos, es el disco más exitoso que hice en mi vida”– se continúa con el próximo disco de Miranda!, y luego la frutilla del postre: Andrés Calamaro. “Con Miranda! es la primera vez que pedí producir a un artista. Le dije a mi amigo Pelo Aprile, presidente de su discográfica: ‘Esto me lo tenés que dar’”, confiesa. Y se entusiasma hablando del disco que está grabando con ellos en este preciso momento: “¡Nunca vi tantos hits juntos en un repertorio!”. Con respecto al que será su reencuentro con Calamaro, es contundente: “Se viene un disco tremendo”. Aunque en realidad, aclara, no se trata de ningún reencuentro, porque nunca se separaron. “Hemos tenido varios chispazos: tocamos juntos en un disco solista de Melingo antes de su etapa tanguera, trabajamos en el disco de Coti, de Rosario Flores... ¡Hasta toqué el bajo en su casa, en épocas del Salmón!” El proyecto de juntarse a hacer un disco juntos, asegura Cachorro, se cayó de maduro, ni se lo formularon. “A Andrés le gustó mucho la versión de ‘Sin documentos’ que produje para el disco de Julieta”, cuenta. Y aclara que la idea es volver al disco de 12 canciones bien cuidadas, al estilo de Alta suciedad. “Ahora es el momento, porque estamos los dos listos para hacer eso”, dice Cachorro López, el sobreviviente de la isla perdida, que Calamaro no se sorprende de volver a encontrar.

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