MúSICA > JARVIS COCKER, LA VIDA DESPUéS DE PULP
Mientras a mediados de los ’90 la música británica vivía una nueva época de oro y el éxito se repartía en el enfrentamiento entre Oasis y Blur, una banda más intelectual, oscura y original ni siquiera se imaginaba que iba a tener su momento. Lo tuvo y duró un suspiro. Pero qué suspiro. Diez años después, Jarvis Cocker vuelve solo.
› Por Rodrigo Fresán
Había una vez –hubo una vez– una pequeña gran banda formada en Sheffield, Inglaterra, 1978, que grabó varios discos, fracasó durante muchos años, por fin triunfó durante los días dorados y las noches blancas del Furor Britpop (cubriendo a último momento la ausencia de The Stone Roses en el Glastonbury Festival ’95) gracias a una canción en la que una chica snob quería acostarse con un chico de la clase trabajadora para ver cómo era y, después, volvió a fracasar consiguiendo el dudoso pero divertido honor, antes de entrar en coma, de que su enorme disco de greatest hits apenas alcanzara el puesto 71 en las listas de ventas de su país.
La banda con claras influencias de The Beatles, David Bowie y, sobre todo, The Kinks se llamaba –y posiblemente se siga llamando– Pulp. Y, más allá de sus muchos y cambiantes miembros y formaciones, Pulp siempre estuvo liderada, desde sus quince años, por Jarvis Cocker. Hijo de músicos, alguien que alguna vez tuvo de baby-sitter a Joe Cocker (¿leyenda urbana?) y tipo de nombre raro y apellido de esos que triunfan a la hora de las burlas en los recreos de la escuela. Un tipo más raro que su nombre, con look de perpetuo angry young man quien alguna vez se arrojó por una ventana para impresionar a su chica y otra vez se subió al escenario de Michael Jackson (verlo en Internet) para arruinarle la noche y las ambiciones infanto-mesiánicas mientras el descolorido cantaba su eco-divina “Earth Song” durante la entrega de los Brit Awards de 1996.
Y ahora Jarvis Branson Cocker –nacido en septiembre de 1963– renace con su primer disco solista, Jarvis, pero afortunadamente sigue siendo el mismo Cocker de siempre. Ya desde las recomendaciones impresas sobre el mismo compact disc: “¡Advertencia! Jarvis no debe ser utilizado como sedante o música de fondo para ejercicios”, “Puedes sentarte si lo deseas: arrodillarte no es verdaderamente necesario”, “Jarvis puede masticarse en pequeños bocados según la conveniencia de cada oyente pero probablemente funciona mejor si se lo traga entero”, “No ajusten los controles de su equipo de sonido, se supone que suene así. No es LoFi o IFI. Es MiFi y, si hay suerte, también TuFi” y “Una canción no es realmente una canción hasta que alguien la escucha. Así que gracias por escuchar”.
Cierren las ventanas, custodien los escenarios, abran los oídos.
Y no puede decirse que durante los últimos tiempos –desde que en el 2002, luego de publicar We Love Life, desactivó a Pulp una vez más y van...– Jarvis Cocker estuviera desocupado.
Todo lo contrario.
Era como si a Jarvis Cocker no le bastara con ser nada más que Jarvis Cocker y se hubiese clonado en múltiples y diversas actividades. Algunas de las muchas cosas que hizo Cocker desde entonces: trabajó como disc jockey, recopiló con Steve Mackey la polimorfa y perversa antología sónica The Trip (donde caminan sin pisarse nombres tan diversos como Carl Orff y The Human League y Neil Sedaka), fue anfitrión de un noticiero cultural de la BBC y habitué de concursos televisivos donde se presentaba con varias personalidades (una de ellas siempre destrozando bloques de madera balsa con golpes de karate), dirigió videoclips (para Aphex Twin, entre otros), fue segunda cabeza (bajo el alias del alcohólico e hiperviolento y golpeador de mujeres Darren Spooner, junto a su gran amigo y portentoso guitarrista-crooner Richard Hawley) de la banda techno-fantasma Relaxed Muscle (Cocker tocando en vivo maquillado como cowboy-esqueleto aullante, oírlos en A Heavy Nite... with Relaxed Muscle, del 2003) así como invitado estelar en numerosos álbumes, compuso canciones para Nancy Sinatra & Charlotte Gainsbourg y tonadas gótico-infantiles para el soundtrack de Harry Potter y el cáliz de fuego (película donde tiene un breve cameo), participó en los recientes tributos a Lee Hazelwood y Leonard Cohen y Serge Gainsbourg y se enroló como bucanero a bordo de la magnífica recopilación de canciones marineras de Hall Willner. El tiro de gracia fue, en octubre, que un actor asumiera el personaje de Jarvis Cocker en un radioteatro de gran audiencia.
Y ahora –precedido por el single-de-descarga “Running the World”, incluido aquí como bonus-track escondido luego de largos minutos de silencio– llega su debut oficial y solista con un título que lo dice todo y lo dice a todos: Jarvis.
Y Jarvis, de entrada, con sticker de parental guidance / explicit content pegada en la cajita, produce la misma impresión que en su momento produjo 14 Songs de Paul Westerberg, ese otro estreno en solitario de líder de otra gloriosa banda derrotada: una versión reposada y de sonido más exquisito (al que contribuye en todos los temas, otra vez, Richard Hawley y cuya estética de romántico loser se hace más que evidente en la triste pero digna “Baby’s Coming Back to Me”) del dulce príncipe de los estados alterados. Un –digámoslo– disco maduro pero que, con progresivas audiciones, comienza a demostrar que la bestia está viva y que los dientes del satirista-pop más poderoso y certero desde Ray Davies continúan más que bien afilados.
Y si We Love Life –el hasta ahora último Pulp, producido por Scott Walker– nos contaba de la huida de Jarvis Cocker hacia campos alentado por la memoria de villages green preservation societies para tan solo descubrir, entre los árboles que no dejan ver el bosque, las raíces y ramas de crímenes muy en plan The Wicker Man; entonces Jarvis lo devuelve a la metrópoli pero, esta vez, como ácido rimador de viñetas ajenas y personales con los ojos y la voz del que fue y volvió pero siempre estuvo de vuelta.
Jarvis funciona como una titilante lucecita al final de ese túnel/agujero negro que fue This is Hardcore. Un cauteloso optimismo recorre sus canciones tristes surgidas justo después de que Cocker pensara en dejarlo todo –o en dedicarse nada más que a componer para otros– y descubriendo, de pronto, que ya nunca podrá dejarlo ni dejar de ser él mismo.
En una palabra: Jarvis.
En varias canciones: baladas suntuosas de corazón roto como “Heavy Weather” y “Don’t Let Him Waste Your Time” alternando con las amenazantes postales de un hombre encantadoramente desencantado proponiendo instrucciones de vida al borde del abismo (“I Will Kill Again”), que se pregunta “¿Por qué las llaman ‘películas para adultos’ cuando lo único que muestran es a gente filmada de cerca fabricando bebés?” (“Disney Time”), que es atacado por niños gordos (“Fat Children”), que comenta no la decadencia del imperio sino la decadencia de lo que vino después de la decadencia del imperio (“From Auschwitz to Ipswich”), que como buen gato de biblioteca que es empalma la voz de Carson McCullers leyendo de “The Member of the Wedding” para cantarle a la vida de una chica mágica en un mundo lleno de trucos (“Big Julie”), que celebra el poder de la música en general y de la música que él quiere hacer (“Black Magic”) y que, luego de recomendar la ingesta moderada de drogas y el sexo monógamo y tener claro que “resulta imposible arreglar el mundo pero al menos te puedes arreglar a ti mismo” (“Tonight”), cierra con el formidable y scottwalkeriano finale de “Quantum Theory” donde se vale de motivos sci-fi para asegurarnos que el amor lo vence todo, que Dios está muerto pero que uno sigue vivo, y que todo resultará bien.
Y luego de escuchar Jarvis hasta resulta fácil creerle a Jarvis Cocker. Ese tipo por suerte raro que invadió el escenario de Michael Jackson, fue preso por una noche, quedó libre sin cargos y, para explicarles a los periodistas los motivos de su acción comando, habló así: “Mis acciones fueron una forma de protesta contra Jackson y su idea de imponernos de que él es una especie de Cristo, que puede curar al planeta, rodeado de niños, después de que todos sepamos las cosas en las que anda... No tengo por qué soportar que Michael Jackson llegue a mi país, se presente vestido con una túnica blanca, convencido de que es el Mesías... ¿Quién se cree que es? ¿Yo?”.
La respuesta, por suerte, es no.
Jarvis Cocker hay uno solo.
Y sólo se encuentra en Jarvis.
Vivimos tiempos instantáneamente revisionistas. Círculos cada vez más cerrados y velocidad en aumento y el año pasado es, de golpe, casi la Edad Media. Aun así, este afán por la nostalgia absoluta –la fuerza apenas secreta que mueve a los formatos CD y DVD– en más de una ocasión depara grandes alegrías. Por ejemplo ésta: en tándem con Jarvis se han reeditado en formato doble y plagados de bonus y demos y descartes y rarezas los tres álbumes que constituyen lo que se conoce como la era dorada de Pulp (originalmente Arabicus Pulp).
A saber: His ‘N’ Hers (1994) contando la fuga de jóvenes inquietos y provincianos rumbo a las luces de la gran ciudad. El muy exitoso Different Class (1995), el de “Common People” y “Disco 2000”, el de los video con los bailecitos marca J.C., el que voló alto por encima de las peleítas britpop entre Oasis y Blur, y que narra lo que hicieron y padecieron esos muchachos del interior de pronto instalados en el centro de un Londres otra vez poderoso musicalmente. Y –last but not least– el incomprendido y formidable y nunca del todo bien ponderado This is Hardcore revolcándose en y por la resaca de lo que sucede luego del éxito y que, seguro, constituiría el soundtrack perfecto para cuando David Cronenberg se decida de una vez por todas a filmar Campos de Londres de Martin Amis.
Los tres son imprescindibles. El primero y el segundo podrían ser grandes discos perdidos de The Kinks. Pero –puestos a elegir– This is Hardcore es una obra maestra absoluta. Doce canciones de british psycho más autodestructivo que destructor –ahora potenciadas por 14 nuevos tracks entre los que se cuenta la emoción tremenda de “Like a Friend”, antes sólo conseguible en el soundtrack de Grandes esperanzas– donde un Jarvis Cocker paranoico, drogado, borracho de pornografía doméstica, vencido por el terror a la vejez, asombrado por lo frágil de su hombría y asqueado por las triquiñuelas de Tony Blair (escuchar la feroz “Cocaine Socialism” en el disco de extras), corre las cortinas y baja las persianas y DO NOT DISTURB y se encierra en su cuarto en plan The Wall no para romper televisores sino para, peor, romperse.
En su momento, This is Hardcore fracasó a lo grande. Pero el mismo Cocker lo advierte en “The Fear” –canción que abre la puerta– cuando, sobre una melodía ominosa, canta “Este es el sonido de alguien perdiendo los papeles / Haciendo ver que está bien pero no es así / Va a gustarte pero no demasiado” y en las liner-notes de esta reedición, donde concluye: “This is Hardcore puede que sea el sonido del fracaso. Pero es la más exitosa interpretación del sonido del fracaso jamás grabada en cinta. Ahí lo tienen”.
Constrúyete un castillo. Mantén a tu familia lejos de todo daño. Interésate por la música clásica. Cría conejos en una granja. Viaja por Internet de noche. Bebe media botella de vino. Cómprate un par de discos. Mira mujeres desnudas de tanto en tanto. Y la gente me dice que eres un tipo tan simpático. Así que vamos, dame una serenata con tu guitarra acústica. Y no me creas si aseguro ser tu amigo. Porque si tuviera la menor oportunidad sé que volvería a matar. Volveré a matar.
¿Y no sería lindo que todo el mundo viviese en paz? Y que nadie se enferme o muera. O que nada más uno se muera de aburrimiento. Y la gente me dice... Volveré a matar.
Ayer a la noche me deslicé a través del tiempo hasta una dimensión paralela. Tú estabas viva y eras feliz. Nuestros hijos jugaban en los árboles, eran fuertes y sabios y yo no conocía el miedo. Juntos los vimos jugar. En algún lugar todos son felices. En algún lugar los peces no tienen espinas. En algún lugar donde la gravedad ya no puede atraparnos. En algún lugar donde no estás sola.
Esta mañana cuando desperté, Dios estaba muerto pero yo seguí viviendo. No puedo moverme pero soy libre. Encontré la fuente de la gravedad. En algún lugar todos son felices... En algún lugar en una dimensión paralela; sucediendo ahora pero fuera de tu vista. La fuerza que mantiene unido al Universo: todo va a estar bien. Todo va a estar bien.
Todo va a estar bien.
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