INéDITOS > BARRY HANNAH, LA LEYENDA LITERARIA DEL SUR NORTEAMERICANO
Dandy lisérgico, tenista virtuoso y exhibicionista, conductor suicida de motos y autos cuyos hierros abandonó anudados al costado de las rutas, bebedor desesperado, demonio armado en la mitad de la noche, Barry Hannah sobrevivió a la guerra, a las drogas y a sí mismo para convertirse en la gran leyenda literaria del Sur profundo norteamericano. Sin embargo, sus libros, escritos con los dientes apretados, están prácticamente inéditos en castellano. Por eso, a continuación, un cuento traducido, un perfil de él y una plegaria por muchos Hannah más.
› Por Juan Forn
Barry Hannah viene del Sur, del corazón del Deep South norteamericano, ese lugar al que miran siempre los escritores yanquis cuando necesitan recordar que toda prosa puede y debe tener poesía, y que lo lírico no tiene por qué ser sinónimo de blandura, amaneramiento y tedio, sino más bien de electricidad y furia y alegría de vivir. Barry Hannah escribe tal como corcovea un cable de alto voltaje que se suelta en una tormenta. Tiene una entonación bíblica con un lenguaje explosivo. Voluptuosidad y profanidad. Una misoginia mortífera y estallidos epifánicos de devoción por lo femenino –por lo fallido del género humano en general–.
Barry Hannah es un poeta y un bufón y un desesperado, un tipo que agarra el género cuento y lo retuerce frase a frase (algo que hace tiempo que no pasa), y en cada libro viene haciendo lo mismo desde 1972, sean novelas o cuentos, porque Barry Hannah entiende la novela como cuento: su rango, la zona donde brilla, va desde las tres hasta las ciento diez páginas (aunque alguna vez se haya extendido más lejos).
Barry Hannah nació en Clinton, Mississippi, en 1942. Dejó un reguero de botellas vacías, ecos de disparos y flechas incendiarias en medio de la noche, autos y motos y lanchas malvendidas o destrozadas y una leyenda sobre su exhibicionista (y muchas veces impropio) manejo de la raqueta de tenis y del saxo tenor por todo el mapa universitario estadounidense, como estudiante primero y como docente después. Imaginen este itinerario: de Vermont a Alabama, pasando por Iowa, Montana, California y Texas, con repetidas escapadas de juerga a Nueva York. Agreguen a ese cuadro que en California trabajó casi un año en un guión con Altman (un gran guión para una de esas películas corales de Altman, que terminó publicado como cuento, sesenta páginas). En Nueva York callejeaba con Burroughs (y también lo contó como cuento después, el más largo de todos sus cuentos, la novela The Tennis Handsome, pero además de drogas ahí habla de tenis y de Vietnam, dos de sus temas favoritos).
Veinte años anduvo Barry Hannah así hasta que desembocó nuevamente en Mississippi, donde algunos lo recibieron como al hijo pródigo y otros como a un demonio local devuelto al remitente desde donde fue expelido. Llevaba publicados nueve libros (Geronimo Rex, Nightwatchmen, Airships, Captain Maximus, Ray, The Tennis Handsome, Hey Jack!, Boomerang y Never Die). En Mississippi dejó el alcohol y siguió escribiendo (Bats Out of Hell, High Lonesome, Yonder Stands Your Orphan). Se volvió buena persona y siguió escribiendo como escribía antes: como escribía antes. Zafó de un cáncer y de una quimioterapia y se ha convertido sin querer en uno de esos venerables que suele tener el Sur: aquellos que milagrosamente sobreviven a sus demonios. La clase de persona que idolatran los sureños (pero los sureños son idólatras profesionales, como bien se sabe).
Los doce libros que escribió Barry Hannah merecieron elogios como éstos de colegas más famosos, y más premiados, y más leídos, y más traducidos que él: “Hannah es mucho más que una voz nueva; es por lo menos media docena de brillantes voces nuevas” (Philip Roth); “Es el más poderoso y original de nuestros prosistas actuales, frase por frase” (John Gardner); “Trágico y humorístico, adictivamente honesto y endemoniadamente creativo, todo a la vez” (Tim O’Brien): “La más fulgurante aparición que ha dado el Sur desde Flannery O’Connor” (Larry Mc-Murtry), “Escuchen su voz unas pocas páginas y sabrán que nunca han oído algo así, pero lo verdaderamente impresionante es la inmediata familiaridad con que esa voz nos interna en su mundo dislocado” (Tobias Wolff).
Los libros emblemáticos de Hannah son Airships (cuentos de guerra en donde se cruzan la lisérgica caída de Saigón con la del Dixie del general Lee), la novela Boomerang (un elegía en donde un padre habla de la muerte de un hijo) y la locura tenístico-drogota-sureña del Tennis Handsome. Pero eso dejaría afuera los cuentos de Captain Maximus, de donde proviene “Incluso Groenlandia” y donde también está “Power and Light”, la versión Hannah de película coral de Altman (que puede leerse como el proceso inverso de Ciudad de ángeles, el collage que hizo Altman con los cuentos de Carver: acá Hannah imagina la película que nunca se va a filmar, la construye visualmente en escenas, que va contando en su estilo).
Sólo uno de los libros de Hannah está traducido al castellano: Como almas que lleva el diablo (lo mismo pasa en francés y en alemán; allá lo publicaron Gallimard y Surkhamp, la edición en castellano es de Siruela). Bats Out of Hell no era, quizás, el libro más adecuado para dar a conocer a Hannah (la versión de Siruela incluye sólo doce de los veintitrés relatos originales, y también las traducciones francesa y alemana suprimieron varios cuentos, por intraducibles). Porque ése es el maldito dilema: por dónde se empieza a traducir a Barry Hannah. Por dónde se pierde menos de su expresividad, más que cuál es su mejor libro. Esa es la única explicación que se me ocurre al enigma de por qué nos seguimos privando de tener a Barry Hannah en castellano como dios manda.
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